Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía

 

Introducción

En los próximos años, está a punto de ocurrir un asombroso giro en los eventos mundiales. Estos involucraran de manera violenta a Estados Unidos, Gran Bretaña, Europa Occidental y el Oriente Medio. ¡Ya es demasiado tarde para que el mundo despierte y se dé cuenta del significado real detrás de los acontecimientos mundiales actuales! ¿Por qué los líderes mundiales no ven lo que se avecina? ¿Por qué las mentes más brillantes del mundo no lo pueden percibir: los jefes de estado, los científicos, educadores, escritores, analistas de noticias, banqueros, industriales, líderes de los negocios y el comercio? ¡Ellos están totalmente desprevenidos! ¿Por qué?

Porque ellos han sido educados falsamente y engañados, cerrando sus mentes a las grandes causas que hay detrás de los acontecimientos y tendencias del mundo. ¡Este mundo ha sido educado con mentiras que le llevan a ignorar las causas, y tratar de remediar los efectos! Todos los problemas y los males del mundo obedecen simplemente a la ley de causa y efecto. Hay una causa que ha producido conflictos y guerra; pobreza, miseria y desigualdad; crimen, enfermedad y males mentales. ¡Pero los líderes no lo saben!

Un mundo a punto de explotar

Los líderes mundiales son la élite educada del mundo, pero no fueron educados en las verdades básicas, en el fundamento del verdadero conocimiento ¡El conocimiento más necesario no ha sido enseñado! ¡Ellos no saben lo que es el hombre, o por qué existe! ¡No conocen el propósito ni el significado de la vida! A ellos no les fue enseñado a distinguir entre los valores verdaderos y los falsos. Ellos no aprendieron las causas reales: el camino de la paz, la felicidad, la abundancia universal; ni las causas de la guerra, la infelicidad, la desigualdad y el caos mundial.

Ellos desconocen por completo el propósito que se está desarrollando aquí en la tierra. Por consiguiente, guían a la humanidad por un camino contrario a ese propósito, y al hacerlo le están causando aflicción a una humanidad angustiada, abatida e infeliz. Al no conocer el camino de la paz, el mundo no tiene paz. Los dirigentes hablan de paz, profesan trabajar por la paz, claman pidiendo paz, ¡y al mismo tiempo aprueban y aceptan ciegamente el camino que conduce a la guerra!

¡Este mundo sencillamente ha estado caminando por el camino equivocado!

Esta sociedad está dando su aprobación y confiriendo la aceptación de la civilización a los caminos que son las causas de todos los males de este mundo.

Y ahora nos acercamos rápidamente a la grande y estruendosa explosión final, que va a sacudir la mente de los hombres más allá de los límites de la locura. Hay fuerzas que están desarrollando planes, programas, conspiraciones y movimientos que pronto culminarán en una explosión mundial de violencia y caos como jamás hubo antes ni volverá a haber después. Los hombres hoy están inmiscuyéndose con las fuerzas de la naturaleza y carecen de la prudencia, conocimiento, capacidad y sabiduría para controlarlas.

En esta insensatez de ignorancia educada, se ha puesto de moda ahora (y produce satisfacción intelectual) ignorar la gran causa básica de todas las cosas, el propósito que se está llevando a cabo aquí en la Tierra, así como el plan maestro para su desarrollo, y el invisible pero Supremo Poder que está pronto a intervenir para alterar drásticamente el curso de la historia, antes que la humanidad se destruya a sí misma.

Aunque pareciera irreal para aquellos empapados en los engaños de la educación moderna, hace 2.500 años el Poder Supremo del universo inspiró a un hombre llamado Isaías a citarlo, diciendo: “Yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mis planes permanecerán, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9-10). Los grandes poderes del mundo están formulando sus políticas y diseñando sus planes. ¡Pero en los próximos años se verán eventos asombrosos que explotarán en una manera muy diferente a lo que las naciones planean! ¿Por qué?

Nunca ha fallado

Porque existe un gran Dios, quien dice: “[El Eterno] hace nulo el consejo de las naciones, y frustra las maquinaciones de los pueblos. Pero el consejo de [el Eterno] permanecerá para siempre; los designios de su corazón por todas las generaciones (…) Desde lo alto de los cielos mira [el Eterno]; ve a todos los hijos de los hombres; desde el lugar de su morada observa a todos los moradores de la tierra. Él modeló el corazón de cada uno, y conoce a fondo todas sus acciones” (Salmos 33:10-15 traducción Moffatt).

El mismo Dios Eterno dijo: “¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas”. Y también: “He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas (…) Como nada son todas las naciones delante de Él…” (Isaías 40:25-26, 15, 17).

Mediante sus profetas inspirados, hace unos 2.500 años el gran Dios hizo escribir y preservar hasta nuestros días, profecías que llenan aproximadamente un tercio de la Biblia. En ellas, ¡Él nombró todas las ciudades importantes de aquella época y también todas las naciones! ¡Y predijo exactamente lo que ocurriría a cada ciudad y a cada nación a través de los años! ¡En todos los casos esas profecías se cumplieron!

Lo que fue profetizado a Babilonia, a Tiro, Sidón, Ascalón, Asdod, Ecrón; a Egipto, Asiria, Caldea, Persia, Grecia y Roma, efectivamente aconteció. ¡Nunca ha fallado! Esas profecías fueron precisas.

Y ahora, en otras profecías, ¡el mismo Dios Supremo ha predicho exactamente lo que le ocurrirá a Estados Unidos, a las naciones británicas, Europa Occidental, el Medio Oriente, Rusia!

Las mentes más brillantes lo ignoran

Sin embargo, las mentes más brillantes del mundo ignoran totalmente el cataclismo sin precedentes que está por golpear a la humanidad. ¿Por qué estas profecías no han sido comprendidas ni creídas? Porque la llave que abre las profecías a nuestro entendimiento había estado perdida. Esa llave es la identidad de los pueblos de Estados Unidos e Inglaterra, en la profecía bíblica.

¡Esa llave ha sido hallada! Nosotros la presentamos para aquellos que estén dispuestos a verla, sin prejuicios.

Los eventos profetizados que van a golpear a los pueblos de Norteamérica e Inglaterra en los próximos años, ¡de seguro ocurrirán!

Dios dice: “No hará nada el Señor Eterno, sin que revele su designio a sus siervos los profetas” (Amos 3:7). Estos acontecimientos colosales, que harán que las primeras dos guerras mundiales se vean insignificantes, sucederán, pero no antes que la advertencia haya estado al alcance de aquellos ojos que estén dispuestos a ver.

Chapter 1: La llave maestra extraviada ha sido hallada

Esto pudiera sonar como algo increíble, pero es la verdad. Los editores de prensa, presentadores y corresponsales extranjeros no comprenden el significado real de las noticias mundiales que reportan, analizan y discuten. Los jefes de gobierno no tienen ni la menor idea de lo que significan los propios acontecimientos en los que ellos mismos participan, y que sacuden al mundo. No tienen ni la más remota idea de hacia dónde les están guiando tales acontecimientos. ¿Increíble? Quizás. ¡Pero cierto!

Winston Churchill declaró ante el Congreso de Estados Unidos, diciendo: “Ciertamente, muy ciega debe tener el alma aquel que no vea que aquí en la Tierra se está desarrollando un gran propósito y designio, del cual nosotros tenemos el honor de ser los fieles servidores”. ¡Pero él no comprendió ese propósito! Ese gran propósito fue diseñado hace mucho tiempo atrás por la Mente Maestra del universo.

Hay un propósito

Aunque casi nadie lo perciba, esto es verdad: ¡El ser humano fue colocado en la Tierra para un propósito! Y el Hacedor de la humanidad envió con el producto humano de Su hechura, un Libro de Instrucciones para revelar ese propósito y guiar al hombre hacia un feliz y gozoso cumplimiento. Pero el hombre ha rechazado la revelación y la guía, y ha preferido tropezarse en la oscuridad de sus propios e inútiles razonamientos.

Aproximadamente la tercera parte de este Libro de Instrucciones está dedicado a la enseñanza básica, es decir, le revela al hombre los fundamentos del conocimiento que son necesarios, y que de otra manera no podría descubrir ni saber. El conocimiento de lo que es el hombre, de por qué existe, a dónde lo puede llevar su destino y cómo alcanzarlo, y cómo vivir felizmente en el trayecto. Revela el conocimiento de los valores verdaderos en contraposición con los falsos. Revela el camino de la paz, la felicidad, el bienestar y la abundancia. En otras palabras, revela el conocimiento más necesario de todos, la base sobre la cual se pueden construir los demás conocimientos al alcance del hombre.

Aproximadamente otra tercera parte de ese Libro, está dedicada a la historia; a aquellos eventos y experiencias en el cumplimiento del plan maestro durante los primeros cuatro milenios de la era del hombre mortal, como ejemplos para advertirnos y orientarnos hoy.

Y luego, aproximadamente una tercera parte, ¡entiéndase bien!, una tercera parte de la revelación del Hacedor para la humanidad está dedicada a la profecía, describiendo la historia de eventos futuros antes que éstos ocurran. Estos futuros eventos pronosticados revelan el gran propósito que se está desarrollando, y que está siendo llevado a su cumplimiento.

La razón de esta ignorancia

Ahora veamos porqué los jefes de estado, analistas de noticias y las mentes más brillantes de nuestros tiempos no comprenden el significado real de los eventos mundiales que van tomando forma en este mismo momento.

Se necesita un conocimiento racional y correcto de este gran propósito (del plan maestro del Creador, de dónde estamos en la progresión de ésos eventos pronosticados, y de los acontecimientos mayores profetizados aun por ocurrir), para comprender la importancia y verdadero significado de las vibrantes noticias mundiales que están sucediendo hoy. Sin este conocimiento vital, ni reporteros ni analistas de noticias, ni los responsables de las políticas gubernamentales pueden entender los acontecimientos presentes en el mundo, ni hacia donde estos conducen. ¡Y ninguno de aquellos que cargan con tales responsabilidades tiene ese conocimiento! ¿Por qué?

Por dos razones primordiales: 1) Ellos han sido engañados por la falsa educación llevándoles a la vanidad intelectual y al rechazo desdeñoso y prejuicioso de la revelación divina, que es lo único que puede impartir este conocimiento; y 2) la llave vital necesaria para abrir las puertas cerradas de la profecía bíblica, había estado perdida.

Las grandes potencias mundiales de nuestro tiempo han sido y son Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña, Alemania, Francia y otros países de Europa Occidental. ¡La vital llave perdida es simplemente la identidad de estas grandes potencias mundiales dentro de la profecía bíblica! Los impactantes acontecimientos cataclísmicos que pronto sacudirán al mundo y lo dejarán atónito, desconcertado y sobrecogido, están relacionados directa y específicamente con Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Europa Occidental y Rusia.

Ignorantes de cómo y dónde aparecen mencionadas específicamente dichas naciones en las profecías básicas y principales, la élite educada del mundo se halla totalmente ciega al significado simple y claro de la profecía. Esta llave perdida, más que cualquier otra cosa, ha sido la causa de que la Biblia cayera en descrédito y fuera rechazada por el sistema educativo del mundo. La teoría de la evolución, que no ha sido ni puede ser comprobada, ocupó su lugar como concepto fundamental para lo que se considera el enfoque racional del conocimiento.

¡Esto es una tragedia colosal! Nuestros pueblos, educados dentro de la falsedad y el engaño desde la infancia, en una era supuestamente de avanzado racionalismo y claridad, tienen que andar a tientas en la oscuridad de la ignorancia, el equívoco y la confusión, fatalmente desconocedores del cataclismo global hacia el cual se precipitan.

Así, nuestros pueblos han olvidado a su Hacedor; se han alejado de Él. Han cerrado sus ojos y sus oídos a Su revelación dinámica para la humanidad, la cual, para aquellos que sí la oyen, ¡es una advertencia retumbante de vida o muerte para los que ocupan las posiciones de responsabilidad en el poder!

¿Es demasiado tarde? ¿Están nuestros dirigentes tan ciegos e imbuidos en su educación falsa, tan adormecidos que no pueden despertar? ¡Dios nos ayude ahora! ¡El tiempo se nos está acabando aceleradamente!

Mas la importantísima llave maestra ¡ha sido hallada!

Esta llave es el asombroso conocimiento de la identidad de los pueblos de Norteamérica e Inglaterra, al igual que el de Alemania en las profecías bíblicas. ¡Esta asombrosa y pasmosa identidad es la prueba más contundente de la inspiración y autoridad de la Santa Biblia! ¡Al mismo tiempo, es la prueba más contundente de la muy activa existencia del Dios viviente!

Una emocionante, palpitante y vital tercera parte de toda la Biblia es profecía, y aproximadamente el 90 por ciento de esa profecía es para nuestro tiempo, ahora, ¡en esta segunda mitad del siglo 20! Esta es una advertencia para nosotros, para nuestros pueblos de habla inglesa, una advertencia de vida o muerte. ¡Las profecías cobran vida una vez abierta la puerta con esta llave maestra que ahora se ha descubierto! Este libro abrirá, a las mentes abiertas, esta tercera y vital parte de la Biblia que hasta ahora estaba cerrada. Ninguna historia de ficción fue jamás tan extraña, tan fascinante, tan absorbente, tan plena de interés y suspenso como esta apasionante historia sobre nuestra identidad y nuestros ancestros.

A través de estas profecías, ¡el Dios Todopoderoso nos da una advertencia crucial! Aquellos que lean y hagan caso podrán salvarse de la tragedia cataclísmica y sin precedentes que pronto azotará al mundo. Si nuestros pueblos y sus gobiernos despiertan, si hacen caso y se vuelven nuevamente a su Dios viviente, entonces nuestras naciones podrán salvarse. ¡Que Dios nos ayude a comprender!

Chapter 2: ¡Profecías selladas hasta ahora!

Uno podría preguntarse ¿no estaban las profecías bíblicas cerradas y selladas? Ciertamente lo estaban, ¡pero hasta ahora! Y aun ahora, ellas pueden ser entendidas solo por aquellos que posean la llave maestra para abrirlas. Pero nos acercamos ya al final de los seis mil años de historia bíblica. ¡Hemos alcanzado el final de una era! Estamos entrando, ahora mismo, a la crisis mundial que da cierre a la actual civilización. Nosotros enfrentamos hoy, condiciones que nunca antes habían existido en el mundo. El gran problema de hoy, en esencia, ¡es la supervivencia! Por primera vez en la historia del mundo, existen armas de destrucción masiva capaces de borrar toda vida de nuestro planeta. Hemos escuchado a jefes de gobierno y científicos destacados decir públicamente que el hombre tiene que adaptarse a vivir bajo el temor de la aniquilación humana, sin que haya una solución a la vista.

A aquellos escépticos predispuestos negativamente contra la Biblia, yo les digo que, ¡ésta es ahora su única esperanza! La ciencia no ofrece soluciones; los políticos y jefes de gobierno no tienen respuesta. Solo en la Biblia encontrará las noticias, dadas por anticipado, de lo que ciertamente va a ocurrir; ¡y que ocurrirá antes de que la humanidad se aniquile a si misma!

Pero algún otro objetor pudiera preguntar: ¿No son la mayoría de las profecías, escritos del Antiguo Testamento, dirigidos exclusivamente a la antigua nación de Israel de antaño y que de ninguna manera nos atañen a nosotros en nuestro tiempo? ¡La respuesta es un no enfático! La mayor parte de estas palpitantes y dinámicas profecías no fueron dadas a la antigua Israel.

Un libro fundamental

La pura verdad es que, estas profecías fueron escritas para nuestros pueblos en la actualidad, y no para pueblos o tiempos antiguos. Estas profecías pertenecen a las condiciones del mundo actualmente, y no podían haber sido entendidas hasta hoy.

El libro de Daniel es uno de los libros proféticos fundamentales. En realidad, el profeta Daniel no fue el autor del libro que lleva su nombre. ¡El autor fue el Dios viviente! El mensaje fue transmitido a Daniel por un ángel de Dios. Daniel puso por escrito lo que él escuchó, para que fuera preservado hasta nuestros días.

Ya al final de su libro, Daniel escribió: “Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? Él respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin (…) y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán” (Daniel 12:8-10).

¡De manera que las profecías de Daniel quedaron cerradas y selladas hasta ahora! Pero hoy estamos viviendo en el “tiempo del fin”. ¡Hoy los “entendidos” sí comprenden! ¿Pero quiénes son los “entendidos”? Solamente aquellos que temen y obedecen a Dios, y que tienen la llave maestra para abrir las profecías cerradas. Dios dice: “El principio de la sabiduría es el temor de [el Eterno]; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos” (Salmos 111:10). La mayor parte de los que dicen ser “cristianos” se niegan rotundamente a hacer eso. ¡Con razón ellos no entienden!

Y no olvide que la llave específica que abre las puertas cerradas de la profecía, es el conocimiento definitivo de cuál es la identidad real de las naciones norteamericana y británica, cuando son mencionadas en esas profecías.

Deténgase un momento a pensar. Si Daniel no pudo comprender las profecías que él mismo escribió, si estas estaban “cerradas y selladas hasta el tiempo del fin”, hasta la segunda mitad del siglo XX, tal como lo dijo el ángel y como lo escribió Daniel, entonces estas profecías estaban selladas también para los antiguos israelitas de esa época. Estas no contenían mensaje alguno para los tiempos de Daniel.

Considere algo más.

Estas profecías no podían haber sido dadas o conocidas por el antiguo Reino de Israel. Daniel escribió dentro y después del tiempo de la invasión de los Caldeos del rey Nabucodonosor y de la cautividad al Reino de Judá, en los años 604 a 585 a.C. Pero el Reino de Israel ya hacía bastante tiempo que había sido invadido, conquistado y su gente sacada de Palestina, y llevados como esclavos a Asiria, 721 a 718 a.C. (2 Reyes 17: 18, 23-24), o sea de 117 a 133 años antes que Daniel escribiera. Años antes que el libro de Daniel fuera escrito, la mayor parte de los asirios, con sus esclavos israelitas, habían emigrado desde el noroccidente de la antigua Asiria hacia Europa. No se supo en ese entonces qué tan lejos al noroccidente se establecieron ellos finalmente. Ellos vinieron a ser conocidos como las Diez Tribus Perdidas.

Pero hoy sí lo sabemos.

Ahora, tal como escribió Daniel (12:4), la ciencia [el conocimiento] ha ido en aumento. El paradero de las Diez Tribus Perdidas es uno de los antiguos misterios que hoy ya está descifrado. Pero en tiempos de Daniel ellas habían desaparecido, como si se las hubiera tragado la tierra.

No para Israel del Antiguo Testamento

La profecía de Daniel no fue pues, ¡un mensaje para el Reino de Israel del Antiguo Testamento!

¡Ahora piense en esto además!

Esta profecía tampoco fue un mensaje para el Reino de Judá del Antiguo Testamento. Cuando Daniel escribió, los judíos ya eran esclavos en Babilonia. Daniel fue uno de los brillantes jóvenes príncipes de Judá, escogido especialmente para servir en el palacio real en Babilonia (Daniel 1:3-6). La pesada carga de trabajo que Daniel tenía que desempeñar al servicio del rey gentil, no le permitía llevar este mensaje cerrado y sellado a los judíos esclavizados y dispersos. En esta condición de esclavitud, los judíos no tenían sistema de reuniones religiosas, no tenían sacerdotes, la imprenta no existía y no había manera de imprimir y distribuir literatura; además, la profecía fue “cerrada y sellada hasta el tiempo del fin”, hasta ¡nuestro tiempo actual! ¡El libro de Daniel no fue un mensaje para los judíos de los tiempos del Antiguo Testamento!

Por último, comprendamos esto: es enfáticamente claro que estas profecías no se refieren a ninguna época fuera de nuestro tiempo, ¡en este siglo XX!

Entonces, profundicemos en esto.

El libro de Apocalipsis ha sido el libro más misterioso de toda la Biblia, para la mayoría de las personas. Pero el libro de Daniel es la llave que abre el libro de Apocalipsis. Y solo y únicamente en el libro de Apocalipsis, encontramos los eventos del mundo de todas las profecías correlacionadas en orden, siguiendo una secuencia cronológica. El libro de Apocalipsis, pues, contiene la clave para unir todas estas profecías en su correcto orden cronológico. Y Apocalipsis también estaba cerrado y sellado hasta nuestros días. Debemos entender que el Jesús viviente es el Revelador, que Él ha quitado los sellos y ha abierto este libro misterioso para que podamos comprenderlo.

¿Y a donde nos lleva esto? Pues al hecho que la profecía generalmente fue escrita y preservada ¡para nuestros días! Aproximadamente el 90 por ciento de las profecías se refieren realmente a esta segunda mitad del siglo XX, ¡y la clave central para entenderlas es el conocer la identidad de Estados Unidos y Gran Bretaña, en estas profecías para hoy!

¡Estas profecías no podían pertenecer a otro tiempo previo a nuestro peligroso presente!

No todos se dan cuenta que ni Gran Bretaña ni Estados Unidos llegaron a ser grandes potencias mundiales, sino hasta el siglo XIX. De repente, a comienzos de aquel siglo, estas dos naciones que hasta entonces eran pequeñas y de menor importancia, repentinamente saltaron muy rápido hacia el poder nacional y la grandeza entre las naciones, multiplicando su riqueza, sus recursos y su poderío como ninguna otra nación.

Para 1804, Londres se había convertido en el eje financiero del mundo. Y Estados Unidos había salido súbitamente de su período infantil (las 13 colonias originales); había adquirido el enorme territorio de Luisiana; y había emprendido un desarrollo veloz que lo llevaría a ser la nación más poderosa de todos los tiempos. Pero Inglaterra alcanzó su grandeza primero, y hasta las dos guerras mundiales fue el imperio o mancomunidad de naciones más grande de toda la historia.

¿Podríamos ser ignorados?

Juntas, las naciones británica y norteamericana habían adquirido más de las dos terceras partes (casi las tres cuartas partes) de todos los recursos cultivados y la riqueza de la Tierra. Las demás naciones en conjunto poseían apenas poco más de un cuarto. Gran Bretaña era reina de los mares, y el comercio del mundo se llevaba a cabo por el mar. El sol nunca se ponía en las posesiones británicas.

¡Ahora reflexione!

¿Podrían haber sido ignorados en las profecías de las condiciones del mundo que llenan un tercio de toda la Biblia, los pueblos de Gran Bretaña y Estados Unidos, cuando cerca del 90 por ciento de esas profecías se refieren a acontecimientos nacionales e internacionales de nuestro tiempo actual?

¿Asombroso?

Ciertamente es asombroso. Sin embargo, el sol británico ya se ha ocultado tal como fue profetizado. Las mismas profecías que pronosticaron la grandeza de Gran Bretaña hablaron también de lo que le ocurriría. Y efectivamente, ésta ya ha quedado reducida a una potencia de segunda o tercera categoría en el mundo.

¿Y qué de Estados Unidos? Actualmente, ha heredado casi todos los problemas internacionales y dolores de cabeza en este mundo caótico y violento posterior a la Segunda Guerra Mundial; y Estados Unidos ya ganó su última guerra; incluso el pequeño Vietnam del Norte lo tuvo a raya. Muchos otros países menoscaban la fuerza nacional de Estados Unidos pero no se da cuenta de ello, ¡tal como Dios lo pronosticó!

En el panorama mundial, no hay nada tan importante ahora como saber dónde están los pueblos blancos de habla inglesa a los cuáles se refieren centenares de profecías bíblicas profecías que describen vívidamente nuestro auge repentino como potencias y que revelan las causas de esa grandeza. Profecías que describen con absoluta claridad nuestro actual dilema internacional, profecías que abren nuestros ojos completamente, para ver lo que depara el futuro inmediato a nuestras naciones, y cuál será su fin.

Chapter 3: La grandeza nacional se prometió a Israel; sin embargo, los judíos nunca la recibieron, ¿Por qué?

Antes de la segunda guerra mundial, los pueblos estadounidense y británico habían adquirido más de las dos terceras partes de los recursos cultivados y las riquezas de la Tierra. Y aunque pueda parecer sorprendente, todo esto lo adquirimos con una increíble rapidez a partir del año 1800. Nunca antes en la historia había ocurrido algo semejante. Nunca antes un pueblo (o una nación) se había extendido ni había crecido tan rápida y repentinamente hasta alcanzar tan grande poderío nacional.

Sin embargo, vemos ante nuestros propios ojos la disminución y desaparición de esta grandeza nacional, riqueza y poder. En el caso de Gran Bretaña, ¡el país se está desintegrando aún más rápidamente de lo que se desarrolló! Casi de la noche a la mañana Gran Bretaña ha sido privada de sus colonias, sus posesiones, la fuente de su riqueza, y ha quedado reducida a una potencia de segunda o tercera categoría. ¿Por qué? ¡Hay una razón! Esto tiene mucho que ver con la historia y con las promesas divinas dadas a Israel. Promesas que el pueblo judío nunca ha heredado. Y ahora, a menos que el pueblo y el gobierno de Estados Unidos hagan caso y actúen inmediata y drásticamente, la nación norteamericana está destinada a caer aún más repentinamente en la ignominia, ¡y a perder toda su riqueza nacional, grandeza y poderío!

¡Y por la misma razón!

Nos corresponde y sin demora revisar pronto esa historia y abrir nuestros ojos a las promesas y, a las advertencias divinas que han pasado casi totalmente inadvertidas a nuestros pueblos. Todo esto está conectado con la generalmente ignorada historia bíblica que es clara y sencilla y que lleva al conocimiento de la identidad de nuestro increíble linaje y la identidad profética moderna. Y es la historia más asombrosa y más fascinante que usted alguna vez haya leído. Más extraña que cualquier obra de ficción. ¡Pero es verdad!

¿Por qué tenemos la Biblia de Israel?

Hace varios milenios, esa misma grandeza nacional, riqueza y poderío le fueron prometidos por el Todopoderoso a Abraham; No obstante, pocos se han dado cuenta de este hecho asombroso al leer las Sagradas Escrituras. Es necesario que entendamos un hecho peculiar. La Santa Biblia es el libro particular de una nación definida: los hijos de Israel.

¡Esto es innegable! Su historia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, es primordialmente la historia de una sola nación o pueblo: Israel. Las demás naciones se mencionan solamente a medida que se relacionan con Israel. Todas las profecías bíblicas se refieren también primordialmente a este pueblo de Israel, y a otras naciones solamente a medida que ellas tengan algo que ver con Israel. La Biblia nos narra la historia de estos israelitas y su Dios. Ésta fue inspirada por el Dios de Abraham, Isaac y Jacob; confiada a y escrita exclusivamente por israelitas y preservada hasta después de escribirse el Nuevo Testamento por estos israelitas. En sus pasajes sagrados leemos que todas las promesas y pactos de Dios, toda la relación de hijos y la gloria, pertenecen exclusivamente a Israel (Romanos 9:4).

¡Pero debemos enfrentar el hecho increíble que nuestras naciones blancas de habla inglesa, no los judíos, han heredado la fase tanto nacional como física de esas promesas!

¿Cómo pudo haber sucedido esto?

La Biblia es un libro israelita, y preeminentemente de y para la nación de Israel, inspirado por su Dios a través de sus profetas. De hecho, ¿no es extraño que nosotros (los pueblos de habla inglesa) seamos los más grandes creyentes y expositores de este Libro del pueblo hebreo; y que de todas las naciones nosotros seamos los principales adoradores del Dios de Israel y del Mesías de Israel, al menos de nombre y maneras, sino en verdad y hechos?

Mientras más sean comprendidos estos datos, se hace más evidente lo necesario que es obtener un conocimiento completo de estos israelitas, para tener un correcto entendimiento de la Santa Biblia, la cual se enfoca principalmente en ellos como pueblo. Este conocimiento se vuelve cardinal, si es que vamos a entender la actual importancia de los pueblos de Estados Unidos y Gran Bretaña en el mundo, ¡y su relación con las condiciones mundiales sin precedente en esta funesta hora! Al adentrarnos en esta historia fascinante, recordemos que la Biblia se refiere tanto a lo material, carnal, literal, racial y nacional, así como a lo espiritual. No espiritualicemos las cosas nacionales, ni nacionalicemos las cosas espirituales. ¡Entendamos la sagrada Palabra de Dios tal como es!

La nación comenzó con un hombre

Antes de los días de Moisés, no había ninguna nación sobre la Tierra que fuera conocida como el pueblo específico de Dios. Antes de Moisés, no había Palabra de Dios escrita, no había Sagradas Escrituras inspiradas, no había Biblia. ¡Piense en esto! Por más de 2.500 años (dos milenios y medio) ¡la humanidad existió sin ninguna revelación escrita de parte de Dios! El único registro histórico que consigna el trato entre Dios y los hombres antes de la existencia del pueblo de Israel es la historia revelada de la Biblia. Y lo que es más asombroso aún, ¡solamente los 11 primeros capítulos, de un total de 50 en Génesis, están dedicados a toda la historia del mundo antes de Abraham, padre de los israelitas!

¿No es sorprendente? Solo los primeros once capítulos del primer libro de la Biblia son usados para consignar la historia de los primeros 2.000 años aproximadamente; más de un tercio de lo que abarca su totalidad.

Dios comenzó este mundo con solo un hombre: Adán. Todo lo que Dios hace mediante los seres humanos debe comenzar de una forma muy pequeña y crecer como la semilla de mostaza. Con este primer hombre, Dios se comunicaba directa y personalmente. A él Dios le reveló todo el conocimiento esencial que de otra manera sería inaccesible para la mente humana. La esencia básica de todo el conocimiento es: ¿qué es el hombre? ¿Por qué está aquí? ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Cuál es el camino de vida que trae paz, salud, prosperidad, felicidad y gozo? ¿Cuál es el fin del hombre, su destino? Dios reveló este fundamento de todo conocimiento al primer hombre.

Dios se reveló a sí mismo ante Adán, como el Creador y Gobernante Eterno de la Tierra y de todo el universo. Dios le reveló a Adán que él era diferente a los animales; que había sido hecho a imagen y semejanza de Dios, con poderes mentales que ninguna otra criatura física poseía; además, contaba con el potencial de aplicar su libre albedrío para desarrollar el carácter mismo de Dios y, heredar la vida eterna en el Reino de Dios. Dios le reveló a Adán el camino de vida que daría como resultado todo lo que el hombre pudiera desear: paz, vida agradable, felicidad, y abundante bienestar.

Para producir esas bendiciones (para ser la causa de tales efectos deseados), Dios había puesto en acción Sus inexorables leyes espirituales. Pero Adán escuchó a Satanás y prefirió hacer caso a su propio entendimiento humano. Adán desobedeció a Dios, rechazó el camino que habría conducido a los resultados deseados y se lanzó por el sendero humano de la codicia y la vanidad.

La humanidad desprecia el camino de Dios

A medida que el hombre comenzó a multiplicarse sobre la Tierra, los hijos de Adán siguieron el sendero de la naturaleza humana inspirada por Satanás. Antes de Abraham, sólo tres personas son mencionadas de haber aceptado el camino de vida de Dios, solamente tres en más de la tercera parte de la historia de la humanidad. Abel fue llamado justo, Enoc caminó con Dios y Noé fue pregonero de justicia, que es simplemente obediencia al gobierno de Dios (Salmos 119:172). Fuera de estos tres, y posiblemente Sem, no se menciona a ningún otro antes de Abraham que se hubiera sometido al gobierno del Eterno.

En tiempos de Abraham los hombres habían perdido todo conocimiento del verdadero Creador y Gobernante, la revelación de Su propósito y el camino de Dios hacia la paz, la felicidad y la vida eterna. El hombre había proseguido sus propios caminos e inclinaciones, caminando en sentido contrario a las leyes espirituales de Dios. El pecado y la violencia llenaron la Tierra.

Dios comienza Su nación con un hombre

En tal mundo de entonces, desorientado y lejos de Dios y del conocimiento de los grandes beneficios que se derivan de someterse al gobierno de Dios y de adorar al verdadero Dios, se halló solo un hombre que era honesto y recto, sumiso y dócil, fuerte y motivado. Entonces, Dios le dio un mandamiento para probar su obediencia. A este individuo, Abram, Dios le dijo: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande” (Génesis 12:1-2).

Esta era una orden que encerraba a la vez una condición y una promesa; la promesa se realizaría siempre y cuando se cumpliera la condición de obediencia.

Así pues, como Dios había iniciado el mundo con un solo hombre, también comenzó Su propia nación con un solo hombre: Abraham. El mundo, que se ha desviado lejos de Dios y de las bendiciones de la adoración y gobierno de Dios, comenzó con un hombre que se rebeló contra Dios y rechazó Su gobierno; asimismo, la propia nación carnal de Dios, de la cual ha de renacer el reino de Dios, comenzó también con un hombre, uno que obedeció a Dios sin vacilar, y aceptó Su autoridad divina.

¿Acaso Abraham se detuvo a discutir y razonar? Diciendo: “Un momento; seamos razonables, aquí estoy en Babilonia, en el corazón del comercio mundial, la sociedad y la alegría. ¿Por qué no me puedes dar esta promesa aquí mismo, donde todo es tan agradable y llamativo? ¿Por qué tengo que abandonar todo esto para irme a una tierra incivilizada?”

¿Acaso Abraham discutió, resistió, se opuso o se rebeló?

¡Ciertamente que no!

Las Escrituras inspiradas nos dicen simplemente: “Y se fue Abram”. No hubo disputa con Dios. No hubo razonamiento humano de que Dios estaba equivocado. Tampoco hizo preguntas necias tales como: “¿Por qué tengo que irme? ¿No puedo hacer lo que se me antoje?” No se detuvo a decir: “Bueno, esta es la forma como yo lo veo”.

“Se fue Abram”. Obediencia absoluta, inmediata, ¡sin vacilación!

De modo que Dios estableció a este individuo, cuyo nombre cambió después a Abraham, como el padre de Su nación, ¡Israel! Todas las promesas de Dios fueron para Abraham y sus descendientes. Y nosotros tenemos que ser como Abraham, y por medio de Cristo uno de sus hijos, si es que vamos a heredar la promesa de la vida eterna en el Reino de Dios.

De su propia nación carnal, Israel, el Eterno dijo: “Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará” (Isaías 43:21). ¡Esta profecía ha de cumplirse y pronto!

Promesas duales a Abraham

Pocos lo han captado, pero hay una dualidad que caracteriza todo el plan que Dios está cumpliendo aquí en la Tierra.

Hubo un primer Adán, material y carnal; luego Cristo, el segundo Adán, espiritual y divino. Hubo un Antiguo Pacto, puramente material y temporal; y el Nuevo Pacto, espiritual y eterno. Dios hizo al hombre mortal y físico, del polvo de la tierra y perteneciente al reino humano; pero mediante Cristo puede ser engendrado por Dios para convertirse en inmortal espiritual, y miembro del Reino de Dios.

De igual manera, las promesas que Dios hizo a Abraham también tenían dos fases: una puramente material y nacional, la otra espiritual e individual. La promesa espiritual del Mesías y de la salvación a través de Él, es bien conocida por cualquier estudiante casual de la Biblia. Ellos saben que Dios le dio a Abraham la promesa espiritual del Cristo que sería descendiente suyo, y que a través de Cristo nos vendría la salvación. Pero, y esto sonará como algo increíble (aunque es cierto), casi nadie sabe lo que es esa salvación, ni cuáles son las promesas de salvación que podemos recibir a través de Cristo, ni cómo podemos recibirlas, o cuándo. ¡Esto suena increíble! Pero esa verdad sería tema de otro libro.

Lo esencial dentro del tema de este libro es que Dios también hizo otra promesa, completamente distinta, la promesa más sorprendente de tipo nacional y material a Abraham que ha pasado casi totalmente inadvertida.

Leamos de nuevo cómo Dios llamó primero a Abraham y notemos la naturaleza doble de sus promesas: “Pero el Eterno había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande (…) y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:1-3).

Fíjese en la doble promesa: 1) “Haré de ti una nación grande”. Esta es la promesa material, nacional, de que sus hijos carnales se convertirían en una gran nación; es una promesa que tiene que ver con el linaje. 2) “y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Esta es la promesa espiritual de gracia. La misma promesa se repite en Génesis 22:18: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra”. Esta “simiente” singular se refiere a Cristo, como lo afirma claramente Gálatas 3:8, 16.

Este es el punto donde aquellos que profesan ser “cristianos” y sus maestros han caído en el error y en la ceguera espiritual. Han fallado en captar la promesa doble hecha por Dios a Abraham. Ellos reconocen la promesa mesiánica de la salvación espiritual a través de la singular “simiente” que es Cristo. Cantan el himno Standing on the Promises (Confiando en las Promesas), falsamente suponiendo que la promesa es ir al cielo al morir.

Este es un punto clave. Aquí es donde los que profesan ser “cristianos” y sus maestros se desvían de la verdad. Este es el punto donde ellos se salen del carril que los llevaría hacia la llave maestra extraviada de las profecías. Ellos no captan el hecho de que Dios le dio a Abraham promesas de linaje físico, así como de gracia espiritual.

Debe quedar muy en claro que la promesa de la “nación grande” se refiere solamente al linaje (no es la misma promesa de la singular “simiente”, de la cual se hace referencia en Gálatas 3:1, que era Jesucristo el hijo de Abraham e hijo de Dios). Se refiere pues al linaje, a la descendencia natural, carnal, plural; y esto se confirma por la repetición de la promesa de Dios en mayor detalle más adelante.

¡Lea cuidadosamente y entienda estas promesas!

“Y cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Eterno se le apareció, y le dijo, Yo soy el Dios Todopoderoso; camina delante de mí, y se perfecto. Y haré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré enormemente (…) tú serás padre de muchas naciones. Ya no serás llamado Abram, pero tu nombre será Abraham; porque te he constituido padre de muchas naciones” (Génesis 17:1-5), [traducción nuestra de la versión inglesa de KJ].

Nótese que la promesa aquí es condicional: depende de la obediencia y la vida perfecta de Abraham. Note que la “nación grande” ahora se convierte en muchas naciones, plural, más de una [“muchedumbre” en la Reina Valera]. Esto no puede referirse a una sola “simiente”, o sea, Cristo. Los siguientes versículos prueban eso.

Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes [más de uno] saldrán de ti” (versículo 6). Note que estas naciones y reyes saldrán de Abraham; refiriéndose a una procreación física, a una multitud de descendientes, no de un solo descendiente a través del cual individuos dispersos pudieran convertirse en hijos de Abraham al ser engendrados espiritualmente por medio de Cristo (Gálatas 3:29). Los cristianos individuales dispersos no forman naciones. Es cierto que la Iglesia es llamada un “real sacerdocio, nación santa” (1 Pedro 2:9), pero la Iglesia de Cristo no está dividida en “muchas naciones”. Por lo tanto esto se trata del linaje, no de la gracia.

“Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y a tu simiente después de ti en sus generaciones…” (Génesis 17:7, versión KJ). La “simiente” (descendencia) es plural (“en sus generaciones”). “Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras [como extranjero], toda la tierra de Canaán [Palestina] en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos” (versículo 8).

Note que la tierra (la posesión material) es prometida a los descendientes, en plural, puesto que dice que es el Dios de “ellos”, no de “él”. El pronombre plural de “ellos” es usado nuevamente en el versículo 9: “y tu descendencia [simiente plural] después de ti por sus generaciones”.

¡Ahora examine cuidadosamente esta promesa!

El futuro de grandes naciones depende de las promesas que el Eterno Creador hizo a Abraham. La única esperanza de vida después de la muerte para cualquier individuo, cualquiera que sea su linaje, color o religión, depende de la parte espiritual de estas promesas hechas a Abraham, la promesa de gracia por medio de la “simiente” singular, es decir: ¡Jesucristo el Mesías!

¿Qué tanta tierra? ¿Naciones de qué tamaño?

Éstas no son promesas casuales y carentes de importancia. Son básicas. Son el fundamento para el establecimiento de las mayores potencias mundiales, y la base de la salvación espiritual personal. Son la esperanza de vida eterna para todo ser humano. Éstas son promesas magníficas. El Dios Creador basó en ellas el futuro de toda la humanidad.

Jesucristo vino “para confirmar las promesas hechas a los padres” (Romanos 15:8), los cuales fueron Abraham, Isaac y Jacob.

Una persona escéptica, cuya mente es hostil a Dios, a Sus promesas, Sus propósitos, y a Sus caminos subestima estas grandiosas profecías, diciendo irrespetuosamente: “¿Ah sí? Pero, ¿’muchas naciones’ de qué tipo? ¿Naciones al estilo del siglo xx? ¿Naciones de 100 millones de habitantes o más? ¡No sea ridículo! ¡Los hombres que escribieron la Biblia no tenían noción alguna de países que serían ‘grandes’ de acuerdo con nuestro estándar del siglo xx! Ellos se referían sólo a países pequeños como los que existían entonces, ¡países que no tenían más habitantes de los que hoy viven en un pequeño distrito o territorio!”

“¿Y cuánto territorio comprendía esa promesa? ¿Había prometido Dios una herencia fuera de la tierra de Canaán, como está mencionado en el versículo 8 de Génesis 17? Entonces, al prometer nuevamente la tierra a Jacob, la única extensión incluida fue ‘la tierra en que estás acostado’ (Génesis 28:13). ¿Cuánto territorio era eso? ¡No más de un rectángulo pequeñísimo, algo así como dos metros de largo por uno de ancho!”.

¡Eso es lo que en efecto argumentó un escéptico!

Entonces, ¡respondámosle a ese escéptico desdeñoso y de mente cerrada! Escudriñemos cuidadosamente y veamos precisamente qué fue lo que se prometió en la fase de las promesas relacionada con el linaje; es decir, las promesas físicas, materiales, nacionales. Dejo la comprobación de la fase espiritual de las promesas, para explicarla en otros folletos o artículos.

¿Cuánto territorio fue prometido?

El escéptico discute

Primero escuchemos los argumentos de crítica del escéptico: “Esa promesa de ‘muchas naciones’”, continúa el escéptico, “fue escrita en hebreo, y la palabra hebrea traducida como ‘nación’ es goi; y para referirse a más de una, es decir el plural es goiim. Significa simplemente alguna gente; podrían ser unos pocos hijos o nietos de Abraham”.

Hacemos mención de esto porque un autoproclamado “erudito” hizo esta misma afirmación ridícula, pretendiendo rechazar toda esta importante verdad, basado sobre estos argumentos principalmente. Si el lector se toma el trabajo de buscar el significado de la palabra hebrea goi, se dará cuenta de que quiere decir “nación”, o en plural “naciones” o “pueblos”, cualquiera que sea la magnitud de la población. Esta es la palabra que más frecuentemente se usa, realmente cientos de veces en el Antiguo Testamento para señalar las distintas naciones del mundo, incluso las más grandes. En la profecía de Joel 3:2, Dios dice que reunirá a “todas las naciones”. Esa profecía se refiere a un tiempo futuro, a este siglo xx, y la palabra hebrea que allí se usa es goiim, para referirse a naciones tales como Rusia, Alemania, Italia, China, India; bastante grandes todas ellas.

Pero Dios prometió literalmente que los descendientes humanos literales, de carne y hueso, de Abraham llegarían a ser “una nación grande (Génesis 12:2). Le dijo: “te multiplicaré en gran manera” (Génesis 17:2), “serás padre de muchedumbre de gentes [muchas naciones, versión en inglés King James]” (versículo 4), y “te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti” (versículo 6). A medida que vamos leyendo otras profecías y promesas, vemos que el lenguaje bíblico describe a estas como naciones grandes y poderosas.

Ahora bien, ¿cuánto territorio? En Génesis 17:8 Dios prometió “toda la tierra de Canaán”, pero en otras escrituras Dios prometió mucho más aún. Génesis 15:18 nos dice: “Aquel día hizo el Eterno un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto [el Nilo] hasta el río grande, el río Éufrates”. El río Éufrates está a una considerable distancia hacia el oriente, en la antigua tierra de Babilonia que hoy es Irak; bien lejos hacia el oriente de Palestina.

Pero todos los argumentos de este escéptico son refutados y puestos en ridículo al leer el versículo que sigue al que él mismo citó cuando sostuvo que la promesa incluía solamente un pedacito de tierra de dos metros por uno. Él podría haber leído este siguiente versículo: “Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur” (Génesis 28:14).

Aquí el tamaño de las “muchas naciones” se compara con el número de partículas de polvo que hay en la tierra. En otros pasajes Dios compara las poblaciones de estas naciones prometidas, con los granos de arena en la playa y con las estrellas; una multitud incontable.

A medida que prosigamos, la magnitud y la realidad de estas promesas vendrán a ser muy evidentes.

No se cumplió en los judíos

Notemos de nuevo muy cuidadosamente que los judíos nunca han sido más que una sola nación; no son ni han sido jamás muchas naciones. Es así que aquí tenemos, una profecía importantísima, una promesa solemne del Dios Todopoderoso que no podría cumplirse en Cristo, ni en los cristianos ni en los judíos. Tenemos que buscar un número de naciones que no son ni la Iglesia ni el pueblo judío. Aunque parezca increíble, debemos hacerlo de esa forma, ¡o negar la promesa de Dios!

Dios puso a prueba a Abraham, y Abraham por fe obedeció hasta el punto de estar dispuesto a sacrificar a su único hijo si fuera necesario. Y después de eso, el pacto dejó de ser condicional. Desde ese momento éste vino a ser incondicional.

“Por mí mismo he jurado, dice [el Eterno], que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos [la versión rsv en inglés lo arroja así: “Y tus descendientes poseerán la puerta de los enemigos de ellos”. La traducción Fenton lo traduce: “Y tu linaje poseerá la puerta de sus enemigos”; hasta este punto tenemos las promesas materiales nacionales del linaje]; y en tu simiente [en Cristo] serán benditas todas las naciones de la tierra [esta es la promesa espiritual, de la gracia], por cuanto obedeciste a mi voz” (Génesis 22:16-18).

La promesa ahora es incondicional. Dios ha jurado hacer esto. Dios no promete hacer estas cosas si Abraham o sus hijos hacen ciertas cosas. Dios promete hacerlas por cuanto Abraham ya cumplió su parte del acuerdo. Si estas promesas pudieran anularse o incumplirse, ¡entonces no hay ninguna promesa firme en la Biblia!

Estas promesas no pueden ser rotas ni anuladas. No si es cierto que, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Ahora Dios debe cumplir Su parte, sin defecto.

Note un detalle adicional en la promesa. Las naciones que son descendientes del linaje de Abraham poseerán las puertas de sus enemigos. Una puerta es un paso estrecho por donde se entra o se sale. En términos nacionales, una “puerta” sería un paso como el canal de Panamá, el canal de Suez o el estrecho de Gibraltar. Esta promesa se repite en Génesis 24:60 a la nuera de Abraham: “Sé madre de millares de millares, y posean tus descendientes la puerta de sus enemigos”.

Note que los descendientes de Abraham, serían dueños de los pasos estratégicos de sus enemigos (“aquellos que los odian”). Esto nunca ha sido cumplido en los judíos ni podría ser algo para cumplirse después que Jesucristo regrese para gobernar a las naciones, y establecer la paz mundial. La promesa solo puede cumplirse en el mundo actual; de lo contrario, tendríamos que negar la Biblia como la Palabra revelada de Dios. Debemos buscar un pueblo formado por más de una nación; sin embargo, todas un mismo pueblo, hijos de Abraham, que posean ahora (o en la historia) las puertas marítimas en el mundo, o tendríamos que negar la Palabra de Dios. ¡Esta es una prueba de la inspiración de la Biblia y del poder de Dios para gobernar este mundo!

Una nación y un conjunto de naciones

Estas formidables promesas fueron reconfirmadas a Isaac y a Jacob. Ismael y los demás hijos de Abraham quedaron descartados de este derecho de primogenitura. Esaú, hijo de Isaac y hermano gemelo de Jacob, lo vendió y, quedó excluido. La promesa, tal como fue confirmada a Isaac, aparece en Génesis 26:3-5: “Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras [naciones, según la versión en inglés King James], y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre. Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras [naciones]…”. ¡Note! Dos veces prometió Dios “todas estas naciones”, esto es una extensión millones y millones de veces más grandes que dos metros por uno, lo cual argumentaba aquel “erudito” escéptico. También los descendientes de Isaac habrían de “multiplicarse como las estrellas del cielo”. Eso es mil veces más grande que un pequeño “distrito”.

A Jacob le es repetida la promesa en Génesis 27:26-29, donde se añade la bendición de prosperidad y abundancia de la Tierra, con la profecía de que naciones gentiles serían gobernadas por las naciones de Israel, poseedoras de la primogenitura. “Dios, pues, te dé del rocío del cielo, y de las grosuras de la tierra [nota al margen: lugares fructíferos], y abundancia de trigo y de mosto. Sírvante pueblos, y naciones se inclinen a ti; sé señor de tus hermanos, y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, y benditos los que te bendijeren”.

Se extenderían por el mundo

Nuevamente encontramos las promesas en Génesis 28:13-14, con el detalle adicional de que estas naciones de Israel se extenderían finalmente por todo el mundo: “Y he aquí, el Eterno (…) dijo: Yo soy el Eterno, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur…”.

La palabra hebrea original traducida como “extenderás” significa “ir más allá”. Esta promesa no pone límites a cuán lejos hacia el oriente, occidente, norte y sur se extenderían los descendientes de Jacob. De esta forma esto indica que se extenderían alrededor del mundo. Esto es confirmado en Romanos 4:13: “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que él sería heredero del mundo…”.

Pero esto no una promesa de que los descendientes de Abraham heredarían y serían dueños y poseedores de toda la Tierra sin dejar nada a los gentiles, esto es anterior a la Tierra nueva, sino que en los años y siglos por venir ellos se extenderían y ocuparían ciertas áreas en varias partes de la Tierra. La Tierra nueva, después del milenio, será habitada únicamente por aquellos que a través de Cristo, serán hijos de Abraham (Romanos 4:13).

Hay una fase de esta profecía que nadie había tenido en cuenta ni había entendido antes. Estas naciones israelitas de la primogenitura, efectivamente se han extendido y han ocupado varias tierras o áreas en muchas partes del mundo. Esto ocurrió después de los años 721 a 718 a.C., cuando Israel fue capturado y transportado lejos de su propia tierra prometida de Samaria en Palestina. Los siguientes versículos en Génesis 28 completan esta fase de la profecía: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres [Dios no se refiere aquí a Jacob personalmente sino a sus descendientes que habían de extenderse en todas direcciones], y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (versículo 15).

Esta profecía, generalmente desapercibida pero muy importante, se cumplirá a la segunda venida de Cristo. Esto se encuentra explicado en mayor detalle en Jeremías 23:7-8 y 50:4-6, 19-20, así como en otras profecías.

Confirmado a Jacob

Más tarde, Dios se apareció a Jacob, cuyo nombre fue cambiado a Israel, y definió más precisamente la composición de estas “naciones” en los siguientes términos: “También le dijo Dios: Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y un conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos” (Génesis 35:11). La traducción de Moffatt lo traduce como “una nación, [y] un grupo de naciones”. La traducción de Fenton es “una nación y una Asamblea de Naciones”. La Versión Revisada Estándar la traduce de igual manera que la cita original. Así, pues, las “muchas naciones” finalmente toman la forma de una nación; una gran nación, rica y poderosa, y otro conjunto de naciones: un grupo o una mancomunidad de naciones.

¡Debemos tomar atenta nota de este hecho! Esto es crucial para poder comprender la importantísima clave de toda profecía, la que revela el significado real de los actuales acontecimientos mundiales sin paralelo. Esta promesa jamás se cumplió en los judíos. Esto no se puede “espiritualizar” interpretándola como algo heredado sólo a través de Cristo. Esto no puede referirse a la Iglesia, pues hay una sola Iglesia verdadera reconocida por la Biblia, y ésta no forma una nación ni un conjunto de naciones sino una Iglesia compuesta de personas dispersas entre las naciones y llamadas individualmente. Sin embargo, esta asombrosa profecía debe tener su cumplimiento, ¡pues de lo contrario negaríamos la fidelidad de la Biblia como la Palabra sagrada de Dios!

¡He aquí el enigma de los siglos! ¿Es esta una promesa divina no cumplida? Thomas Paine y Robert Ingersoll perdieron la fe en Dios y han rechazado la Biblia porque creyeron que estas promesas nacionales jamás se llegaron a cumplir.

El destino de la Biblia como la Palabra revelada de Dios (la evidencia de la existencia de Dios) depende de la respuesta a esta pregunta trascendental. El pueblo judío no cumplió estas promesas. Las promesas no se refieren a la Iglesia. El mundo con sus grandes dirigentes eclesiásticos no sabe nada de tal cumplimiento. ¿Acaso Dios falló? ¿O cumplió esta colosal promesa sin que el mundo se diera cuenta de ello? ¡La verdadera respuesta a esta incógnita es la revelación más asombrosa de la verdad bíblica, de la profecía y de la historia desconocida!

Chapter 4: La separación de la primogenitura y el cetro

Es necesario, en este punto, hacer una distinción muy importante. Se trata de una verdad bíblica que casi nadie conoce. En efecto, son muy pocos los que han notado que las promesas dadas a Abraham tenían dos partes o fases, pero la Biblia misma hace una distinción marcada entre estas dos fases de las promesas.

Las promesas espirituales, es decir, las promesas de una “simiente” singular, o sea, Cristo, y la salvación a través de Él: esto es lo que la Biblia llama el cetro. Pero las promesas materiales y nacionales, las que hablan de muchas naciones, riqueza, prosperidad y poder, y la posesión de la Tierra Santa, la Biblia lo llama la primogenitura.

Linaje, no gracia

Aclaremos bien el significado de estos términos:

Primogenitura: Derecho o privilegio del hijo primogénito” (Diccionario Larousse); “prerrogativa o derecho adquirido por nacimiento” (Diccionario de la Real Academia). La primogenitura es un derecho que se tiene por nacimiento. No tiene nada que ver con la gracia, la cual es un perdón inmerecido dado de manera gratuita (no es un derecho). Esto tiene que ver con el linaje y no con la gracia. Las posesiones de la primogenitura por costumbre pasan del padre al hijo mayor.

Cetro: Bastón de mando, signo de poder de la realeza; símbolo de mando o soberanía” (Larousse). La línea de descendencia real prometida culmina con Cristo y tiene que ver con la gracia para todos.

Hemos visto como ambos grupos de promesas (el derecho de primogenitura y el don de la gracia), fueron promesas incondicionales dadas por Dios a Abraham. Ambas, la primogenitura y el cetro fueron nuevamente prometidas por el Eterno a Isaac y a Jacob. Pero el hecho que debe abrir sus ojos a una verdad nueva y maravillosa, ¡es que a partir de ese punto las dos promesas se separaron! Las promesas del cetro, o sea la progenie real que culminaría con Cristo, y la gracia a través de Él, fueron pasadas a Judá, hijo de Jacob y padre de todos los judíos. ¡Pero la asombrosa verdad es que las promesas de la primogenitura nunca fueron dadas a los judíos!

¡Repitamos eso! ¡Debe darse cuenta de esto! ¡Las promesas de la primogenitura nunca fueron dadas a los judíos!

Vaya a los siguientes pasajes, ¡léalos en su propia Biblia!

“No será quitado el cetro de Judá…” (Génesis 49:10).

“… Mas el derecho de primogenitura fue de José” (1 Crónicas 5:2).

De seguro es ampliamente conocido el hecho de que el cetro, efectivamente, fue para Judá y pasó de generación en generación dentro de los judíos. El rey David era de la tribu de Judá. Todos los reyes de su dinastía eran de la Casa de David, la tribu de Judá. Jesucristo nació dentro de la casa de David y de la tribu de Judá.

Otra verdad increíble que muchos ignoran hoy es que solamente una parte de los “hijos de Israel” eran judíos.

¡Lea de nuevo este dato poco comprendido!

La explicación completa y las pruebas de esto serán detalladas en el capítulo VI. Solamente los pertenecientes a estas tres tribus: Judá, Benjamín y Leví, eran judíos. Es un hecho que todos los judíos son israelitas, pero, ¡la mayoría de los israelitas no son judíos!

¡Comprenda esto! ¡La promesa de la primogenitura no pasó a los judíos! Pero el cetro; la promesa de Cristo y de la gracia, ¡fue pasada a los judíos! Jesús dijo: “La salvación viene de los judíos” (Juan 4:22). Y Pablo escribió: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). ¡Las promesas de la gracia fueron pasadas a la tribu de Judá!

Pero las promesas que la Biblia llama el “derecho de primogenitura” no han sido entendidas en lo absoluto. Muy pocos han notado alguna vez que Dios le hizo a Abraham otras promesas, además de la promesa del cetro. ¡Pocos saben qué dice la Biblia!

La primogenitura nunca fue dada a los judíos

¡Menos aún son los que entienden que estas grandes promesas materiales y nacionales nunca fueron dadas a los judíos! El hecho asombroso y vital que muchos han pasado inadvertido es que “el derecho de primogenitura es de José”; y como veremos más adelante, ¡ni José ni sus descendientes eran judíos! ¡Aunque suene increíble, esto es verdad!

¡Este conocimiento acerca de la primogenitura constituye el punto esencial de toda esta verdad, la cual nos dará la llave para el entendimiento de toda profecía! ¡Es de suprema importancia que usted tenga este punto muy claro!

La “primogenitura”, tal como se definió arriba, incluye sólo aquello que se obtiene por derecho propio al nacer. Nadie puede recibir la vida eterna como un derecho, al nacer. Si fuera nuestro derecho, heredado al nacer, entonces no sería por gracia. La salvación viene por gracia (un don de Dios), un perdón del cual no se es digno; un don inmerecido. Nosotros sólo podemos recibir posesiones materiales como un derecho al nacer. Y cuando ese derecho pasa de una generación a otra, a una progenie que se multiplica cada vez más, termina por ser una herencia nacional. Esta confiere solamente bienes materiales, poder y posición. No bendiciones espirituales. ¡Es cuestión de linaje y no de gracia!

Hay otra diferencia entre primogenitura y gracia que debemos entender. El derecho de primogenitura, como dijimos antes, se transmite normalmente del padre al hijo mayor. No existen condiciones que el receptor deba cumplir. El hijo no hace nada para calificar para recibirlo. Lo recibe como derecho por el simple hecho de haber nacido como hijo de su padre. Él tiene derecho a éste sin ganárselo ni calificar para ser digno. Sin embargo, él podría descalificarse a sí mismo para retenerlo o aún para recibirlo.

En cambio, ¡el don de inmortalidad que se recibe por gracia sí tiene condiciones! No es su derecho, ni el mío, recibir el regalo de la vida eterna, y nacer realmente como hijo de Dios, ¡el ser literalmente un miembro de la Familia Dios! ¡Piense lo que resultaría si así fuera! Un criminal, rebelde, desafiante, hostil, aborrecedor de Dios, o un ateo que se negara a obedecer a Dios y dijera a la vez: “¡Mira Dios! ¡Yo te odio! ¡Te desafío, no te haré caso! ¡Pero exijo tu don de la vida eterna! ¡Es mi derecho! Quiero nacer en tu familia divina y recibir todo el vastísimo poder de un hijo de Dios, ¡así podré usar ese poder para oponerme a ti! Quiero hacer de tu familia una casa dividida contra sí misma. ¡Yo causaré fricción, hostilidad, odio e infelicidad entre todos tus hijos! ¡Yo exijo ese poder, como tu dádiva, como mi derecho, para abusar de él utilizándolo para hacer el mal!”

La gracia tiene condiciones

Muchos de los que profesan ser “cristianos”, y muchas enseñanzas de lo que es llamado “cristianismo tradicional”, dicen que no hay condiciones, que no tenemos que hacer nada para recibir la gloriosa gracia de Dios. ¡Ellos niegan que Dios pida obediencia de Su ley! ¡Tuercen la verdad diciendo que sería ganarse la salvación! Ellos le exigen a Dios que se las dé, ¡mientras aún se rebelan contra Su ley y se rehúsan a cumplirla!

¡Piense adónde nos llevaría todo esto! ¡Entiéndalo! La vida eterna, ciertamente, es un don gratuito de Dios. ¡Usted no puede ganarla! No es su derecho. Usted no puede exigírsela a Dios como si fuera un derecho mientras usted desafía a Dios y se rebela contra su gobierno, ¡rehusándose a permitir que Él gobierne su vida a Su manera!

Por lo tanto, ¡Dios ha impuesto condiciones! ¡El hecho de cumplirlas no nos hace merecedores de nada! Pero Dios da Su Espíritu Santo a aquellos que le obedecen (Hechos 5:32). No se trata de un pago, sino que las escrituras hablan del “Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen”. ¡De igual manera es un don gratuito!

Un hombre rico pudiera tener a siete hombres delante de él, y decir: “Daré como don gratuito $1.000 dólares a cada uno de ustedes o a todos si se acercan a recibirlo”. El acercarse no lo hizo merecedor de ello. Es simplemente la condición requerida para recibir tal dádiva gratuita.

La palabra “gracia” ¡significa perdón inmerecido! Dios perdona a quienes se arrepienten. Y “arrepentirse” es deponer la rebelión, la hostilidad, la desobediencia. “Arrepentirse” significa apartarse de la rebelión, hostilidad y desobediencia. “Arrepentirse” significa practicar la obediencia a la ley de Dios. El hecho de que Dios escoja no dar esta maravillosa dádiva de la inmortalidad, el cual viene con el poder divino que conlleva, a aquellos que lo emplearían para hacer mal, el hecho de que Él opte por darlo solamente a quienes vayan a emplearlo de manera correcta, no significa que venga por obras en lugar de gracia. ¡Si no hubiera condiciones, entonces cualquiera podría exigirlo y lo recibiría como si fuera un derecho por nacimiento, en lugar de ser por gracia!

El hecho mismo de que sea por la gracia, requiere que necesariamente las condiciones establecidas por Dios sean cumplidas. ¡Pero, aun así es un regalo inmerecido! La obediencia a Dios no nos hace merecedores ni ganadores de nada, eso es apenas lo que nosotros le debemos a Dios. En cambio, el derecho de primogenitura no requiere condiciones; es un derecho que se tiene al nacer.

Lo que la primogenitura otorgaba

Pocos han entendido exactamente cuál fue la herencia material incluida en la primogenitura. Sin embargo, ¡ésta incluía la más rica y valiosa herencia material que jamás haya pasado de padre a hijo, la riqueza y el poderío más colosal que hombre o imperio alguno haya poseído! ¡La magnitud de esta primogenitura es asombrosa!

La primogenitura incluye toda la primera fase de las estupendas promesas hechas por Dios a Abraham. Dicho legado garantizaba incondicionalmente, por la autoridad del Dios Todopoderoso, ¡una población enorme, incontables riquezas y recursos materiales, grandeza nacional y poderío mundial!

Dios no sólo había prometido que de Abraham descendería una potencia mundial y un conjunto o mancomunidad de naciones tan populosas como los granos de arena de la playa o como las estrellas en multitud; Dios no sólo prometió que estos descendientes poseerían las puertas (como Fenton lo traduce) de naciones enemigas, lo cual por sí solo podía significar dominio y poderío mundial, sino que la primogenitura incluyó también vastísimas riquezas materiales e ilimitados recursos nacionales. Esto se ve claramente en la bendición dada a Jacob, como pronto lo veremos.

La primogenitura negada a Ismael

El derecho de primogenitura pasaba automáticamente al hijo mayor en cada generación, excepto en casos de intervención divina, lo cual ocurrió tres veces.

El Eterno escogió a Isaac para que heredara tanto el cetro como la primogenitura. Abraham tenía otros hijos, siendo Ismael el mayor, pero Dios escogió a Isaac, de manera que “Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac” (Génesis 25:5). Isaac fue el primogénito legítimo de Abraham. Ismael fue hijo de Agar, la sierva egipcia de Sara.

Abraham amaba a Ismael y deseaba para él la primogenitura: “Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti” (Génesis 17:18).

Sara su esposa era estéril. “Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él. Y en cuanto a Ismael (…) le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera (…) y haré de él una gran nación. Mas yo estableceré mi pacto con Isaac…” (versículos 19-21).

Con respecto a la futura nación que habría de nacer de Ismael, el ángel del Eterno había dicho a Agar: “Él será hombre fiero; su mano será contra todos, y la mano de todos contra él, y al oriente [traducción correcta] de todos sus hermanos habitará” (Génesis 16:12).

Aquí se nos dan dos pistas: 1) Los descendientes de Ismael habrían de convertirse en una gran nación, pero las naciones de la primogenitura vendrían a ser mayores; y 2) habitarían al oriente de sus hermanos, es decir, los descendientes de Isaac y poseedores de la primogenitura. Los hijos de Ismael han venido a ser los árabes de hoy. La nación y conjunto de naciones que tienen la primogenitura deberán ser, pues, más grandes, más ricas, más poderosas y deben situarse geográficamente al occidente de las naciones árabes.

Abraham fue el tipo humano de Dios Padre, e Isaac de Cristo. Hay muchos paralelos pero el espacio no nos permite entrar en detalles. Baste señalar que si nosotros somos de Cristo, somos hijos de Abraham (Gálatas 3:29), y Abraham es el padre de “los que son de fe” (Gálatas 3:7); que Abraham fue llamado a sacrificar a su único hijo (legítimo) y estuvo dispuesto a hacerlo (Génesis 22:2), tal como Dios dio su único hijo engendrado, Jesucristo, por los pecados del mundo; que Rebeca, esposa de Isaac, es símbolo de la Iglesia y tuvo que enamorarse de él y aceptarlo como esposo antes de verlo con sus ojos; y que Isaac nació por una promesa y por un milagro de Dios, así como Jesús nació milagrosamente de la virgen María.

Isaac tuvo hijos gemelos, Esaú y Jacob. Esaú fue el primogénito y, como tal, heredero legal de la primogenitura. Pero despreciándola, optó por venderla a Jacob.

Esaú vende la primogenitura

Antes que los gemelos nacieron Dios había escogido a Jacob, para que poseyera las promesas. Pero Jacob, influenciado por su madre en lugar de confiar en el Eterno, recurrió al engaño para arrebatarle las promesas a Esaú.

El Eterno había dicho a Rebeca, respecto a Esaú y Jacob, que ellos serían los progenitores de dos naciones: “Dos naciones hay en tu seno (…) un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor” (Génesis 25:23).

Sus descendientes, vendrían a ser dos tipos diferentes de pueblos. La historia de cómo Jacob adquirió la primogenitura en forma prematura y engañosa, continúa en Génesis 25:27-34.

“Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas. Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza: mas Rebeca amaba a Jacob. Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto, fue llamado su nombre Edom”.

“Edom” significa literalmente “sopa roja”, y así es traducido en la versión Fenton. Esta será otra “clave” para comprender la Biblia, y el lector debe recordar siempre que “Edom” se refiere a Esaú. Muchas profecías sobre el tiempo actual y futuro hablan de Edom, y no pueden ser entendidas a menos que sepamos que se refieren a los descendientes de Esaú; principalmente la actual nación llamada Turquía.

“Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura”. Más tarde, Jacob tomó sutilmente la bendición de Esaú. La historia de este engaño se encuentra en Génesis 27.

El engaño de Jacob

Esto fue en el tiempo cuando Isaac era viejo y su visión había disminuido con los años. Acercándose al final de su vida, llamó a Esaú para pedirle que saliera al campo, trajera algún venado, lo guisara y se lo sirviera. Entonces le daría la bendición con la cual confirmaría la primogenitura.

Pero Rebeca estaba escuchando, y mandó a Jacob rápidamente a que trajera dos cabritos. Ella los guisó de la manera que a Isaac le gustaba su venado. Luego ella vistió a Jacob con ropas de Esaú. Jacob era lampiño y su hermano velloso, por tanto Rebeca cubrió las manos, los brazos y parte del cuello de Jacob con las pieles de los cabritos.

Disfrazado de este modo, y con su guiso imitando el de venado, entró Jacob a recibir la bendición de su padre. “Y Jacob dijo a su padre: Yo soy Esaú tu primogénito” (Génesis 27:19).

Isaac se sorprendió de que hubiese encontrado el venado tan pronto, y comenzó a sospechar. Jacob mintió de nuevo, asegurando que el Eterno le había llevado la presa, pero Isaac detectó la voz de Jacob.

“E Isaac dijo a Jacob: Acércate ahora, y te palparé, hijo mío, por si eres mi hijo Esaú o no. Y se acercó Jacob a su padre Isaac, quien le palpó, y dijo: La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú. Y no le conoció, porque sus manos eran vellosas como las manos de Esaú; y le bendijo” (versículos 21-23).

Lo que la primogenitura incluía

¡Ahora note cuidadosamente lo que estaba incluido en esa bendición!

“Y le dijo Isaac su padre: Acércate ahora, y bésame, hijo mío. Y Jacob se acercó, y le besó; y olió Isaac el olor de sus vestidos, y le bendijo, diciendo: Mira, el olor de mi hijo, como el olor del campo que el Eterno ha bendecido; Dios, pues, te dé del rocío del cielo, y de las grosuras de la tierra, y abundancia de trigo y de mosto [en la traducción de Fenton dice: abundancia y posesiones]. Sírvante pueblos, y naciones se inclinen a ti; sé señor de tus hermanos, y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, y benditos los que te bendijeren” (Génesis 27:26-29).

¡Nótese bien que todas estas promesas son materiales y nacionales! Ni una de ellas tiene que ver con la salvación. Ninguna tiene que ver con la vida después de la muerte. ¡Aquí no hay nada de índole espiritual! ¡Todas hablan solamente de esta vida física! Prosperidad nacional, lluvias, abundancia de trigo y de mosto, la grosura de la tierra (es decir, las tierras fértiles), posesiones, ganancias. “¡Naciones se inclinen a ti!”. Y, “pueblos te servirán”.

Cuando Esaú regresó y vio que su hermano lo había suplantado, sintió gran amargura y suplicó a su padre que lo bendijera a él también. Pero Isaac ya no podía invalidar la bendición dada a Jacob. Entonces pronunció la siguiente profecía sobre Esaú:

“He aquí, será tu habitación en [traducción correcta: lejos de las] grosuras de la tierra, y del rocío de los cielos de arriba; y por tu espada vivirás, y a tu hermano servirás; y sucederá cuando te fortalezcas, que descargarás su yugo de tu cerviz. Y aborreció Esaú a Jacob…” (versículos 39-41).

En el versículo 39 transcrito arriba, la preposición hebrea “min” debe traducirse, no “en” sino “lejos de”. En realidad, lo que se profetizó para Esaú fue más una maldición que una bendición. La Versión Revisada Estándar la traduce así: “He aquí, habitarás lejos de las grosuras de la tierra y del rocío del cielo”. Moffatt la traduce: “vivirás lejos de la tierra rica y de los rocíos del cielo”. En realidad, la palabra hebrea conlleva un significado dual, y ambas cosas les han sucedido a los descendientes de Esaú.

Profecía para Turquía

Los escasos registros de la historia, unidos a otras pruebas, muestran que muchos de los descendientes de Esaú vinieron a ser conocidos como turcos. Por lo tanto, debemos recordar que las profecías para los últimos tiempos que se refieren a Edom o Esaú generalmente están dirigidas a la nación turca.

La profecía de Isaac, pronunciada poco antes de morir, indicó que llegaría un momento en que los descendientes de Esaú tendrían dominio y romperían el yugo de los israelitas de sus cuellos. Esto se ha cumplido. Los hijos de Israel, por su pecado, fueron sacados de la tierra prometida, que era parte de la primogenitura. Los turcos alcanzaron poderío y dominio, y por muchos siglos ocuparon esa tierra. Aquellos descendientes, o sea el pueblo turco, ocuparon Palestina 400 años antes de que pasara a manos de Inglaterra en 1917. Los descendientes de Esaú siempre han codiciado esa tierra, ¡la promesa central de los derechos de la primogenitura! ¡Los turcos realmente han vivido por la espada!

La lección para nosotros

Pero volvamos a nuestra historia. Antes que Jacob naciera Dios le había revelado a su madre que Jacob debería recibir la primogenitura. Pero ella, en vez de esperar que el Eterno realizara esto a Su manera, planeó con Jacob obtener la primogenitura por medio de la mentira y el engaño.

Aquí hay una lección para nosotros hoy. Así como Isaac, en cierta forma, es un tipo de Cristo, también Rebeca, en cierta forma, es un tipo de la Iglesia en la cual aún hay debilidad y carnalidad.

A veces somos demasiado impacientes. Le pedimos al Todopoderoso cosas que Él ha prometido en Su Palabra. ¡Luego tratamos de dictarle a Él cómo y cuándo deben cumplirse! Necesitamos aprender a “esperar a que el Eterno actúe”. Él siempre hace las cosas a Su manera y cuando considera apropiado hacerlas. ¡Además, Él nos ha dicho claramente, que Sus caminos no son los nuestros! Una vez que dejamos algo en manos del Todopoderoso, tengamos no sólo confianza sino también respeto por Él, y dejemos el asunto en Sus manos.

Si Jacob hubiese confiado en el Eterno en vez de tomar de manera equivocada el asunto en sus propias manos, la primogenitura habría venido a él de forma más honorable. Bajo esas circunstancias, Jacob, cuyo nombre significa “suplantador”, se vio en muchas dificultades más que sus predecesores para conseguir la bendición de Dios sobre la anhelada posesión.

Pero después de años de pruebas y dificultades, después de luchar toda la noche con un ángel (Génesis 32:24-29), después de confesar que su nombre era “suplantador”, Dios le dio Su bendición a Jacob, le quitó su nombre reprochable y le dio otro nuevo, sin mancha: Israel, que significa “el que prevalece” o “el que vence con Dios”.

Hemos visto cómo las promesas fueron pasando de un individuo a otro a través de Abraham a Isaac y de Isaac a Jacob. No hubo ramificaciones hasta los tiempos de Jacob. Por tres generaciones el beneficiario de la primogenitura era un solo hombre. Pero Jacob tuvo 12 hijos, y a través de ellos se dio origen a la futura gran nación y conjunto de naciones.

Rubén perdió la primogenitura

El siguiente heredero legal de la primogenitura era Rubén, hijo mayor de Israel y su primera esposa Lea. Pero Rubén la perdió, al igual que Esaú, y la recibió José, decimoprimer hijo de Jacob pero primogénito de Raquel, la segunda esposa a quien Jacob verdaderamente amaba.

La primogenitura pertenecía legalmente a Rubén, no a José. La forma en que llegó a manos de José está consignada en 1 Crónicas 5:1-2: “Los hijos de Rubén primogénito de Israel, (porque él era el primogénito, mas como violó el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José, hijo de Israel, y la genealogía no iba a ser considerada según la primogenitura, [o como lo dice la Versión Revisada Estándar, “sino que él (Rubén) no iba a ser registrado en la genealogía como primogénito”]. Pero Judá llegó a ser el mayor sobre sus hermanos, y el príncipe de ellos; más el derecho de primogenitura fue de José). Versión kj.

En este punto, las dos fases de las promesas dadas a Abraham se separan: por un lado la primogenitura, o sea las promesas materiales y nacionales; y por otro lado el cetro, o sea las promesas espirituales y aquellas relativas al linaje real.

Es de primordial importancia recordar que la primogenitura, incluyendo la tierra prometida que hoy se llama Palestina, así como una población multitudinaria, prosperidad material y nacional y predominio sobre otras naciones, fue dada a José y a sus hijos.

¡Tenga eso muy en mente! ¡La primogenitura no fue heredada por todas las tribus de Israel! ¡Esta no fue dada a los judíos! Esas tremendas promesas nacionales fueron transmitidas sólo a una parte de los israelitas, ¡a los descendientes de José!

Por lo tanto, las promesas materiales, referentes a esta vida, pertenecen a una tribu totalmente distinta de aquella que posee la promesa del cetro, o sea del linaje real que culmina con Jesucristo, pues esta promesa, la espiritual, ¡pasó a la tribu de Judá!

Las promesas nacionales de una multitudinaria descendencia entonces llegaron a corresponder a una tribu totalmente distinta que aquella de la promesa de la simiente singular, a saber, ¡Cristo quien procedió de Judá! Este dato de los dos tipos de promesas, enfatizado en el capítulo anterior, debe ser claro a cada lector en este momento.

Mantenga esto siempre en mente. ¡Esta es una de las claves vitales para entender la Biblia!

En el tiempo en que murió Jacob, él y sus hijos estaban viviendo en Egipto. Nosotros asumimos que usted ya conoce la historia de cómo José fue vendido por sus hermanos; de cómo en Egipto fue encargado de administrar los alimentos; cómo llegó a ser el primer ministro, segundo en línea de mando después del rey, y de facto gobernante de la nación; de cómo hubo siete años de abundancia seguidos de siete años de hambre, durante los cuales solamente en Egipto había alimentos, almacenados bajo la supervisión de José; de cómo los hermanos de José viajaron a Egipto en busca de alimento; de cómo José los indujo a traer a su padre y a su hermano menor Benjamín; y por último, de la dramática revelación de José de su identidad a sus hermanos, entre llanto y regocijo.

¡Cuán profético fue todo eso! Como veremos, la identidad de José (a través de sus descendientes), pronto ha de revelarse nuevamente a sus hermanos y al mundo. ¡Y cuán oculta para el mundo está esa identidad en la actualidad!

La primogenitura dada a los hijos de José

Y luego, llegó el momento de transmitir la primogenitura a una nueva generación. Veamos cómo ocurrió esa dramática escena.

Tuvo lugar en Egipto, después que José había logrado llevar allí a su padre y todos sus hermanos. Recordemos que José era primer ministro de la nación.

José tuvo noticia de que Jacob su padre se hallaba enfermo. Tomando con él a sus dos hijos, Manasés y Efraín, hijos de madre egipcia, corrió al lecho del patriarca.

“Entonces se esforzó Israel, y se sentó en la cama, y dijo a José: El Dios Omnipotente me apareció en Luz en la tierra de Canaán, y me bendijo, y me dijo: He aquí yo te haré crecer, y te multiplicaré, y te pondré por estirpe de naciones; y daré esta tierra a tu descendencia después de ti por heredad perpetua” (Génesis 48:2-4).

¡Note cuidadosamente cuáles eran las promesas!

La primogenitura iba a pasar a una nueva generación. Nada se dice en el sentido de que todas las familias de la Tierra serían bendecidas en su simiente, la simiente singular. Nada se dice acerca de reyes. Nada se menciona acerca de bendiciones espirituales. Estas promesas son las de la primogenitura. Estas promesas son las de muchos descendientes, es decir, muchos pueblos y de la posesión de la tierra prometida. Ahora continuemos.

“Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos” (versículo 5).

En esta forma, Jacob adoptó a los dos hijos de José haciendo de ellos hijos legales suyos. Esto sin duda se hizo porque tenían sangre egipcia. Israel los convirtió en sus propios hijos adoptivos para que pudiera pasar a ellos la primogenitura. Nótese también que en el primer versículo de este capítulo 48 del Génesis, el nombre que se menciona primero es el de Manasés, porque Manasés era el mayor. Pero ahora el anciano Jacob mencionaba primero el nombre de Efraín. ¡Vemos aquí la guía sobrenatural!

Jacob dijo a José: “Acércalos ahora a mí, y los bendeciré. Y los ojos de Israel estaban tan agravados por la vejez, que no podía ver” (versículos 9-10).

Recordemos que la primogenitura pertenece legalmente al hijo mayor, a menos que esto sea alterado por intervención divina. La mano derecha de Jacob debía descansar sobre la cabeza del primogénito, quien recibiría la bendición. Por esta razón, “los tomó José a ambos, Efraín a su derecha, a la izquierda de Israel, y Manasés a su izquierda, a la derecha de Israel; y los acercó a él” (versículo 13).

El nombre de Israel pasa a los hijos de José

¡Pero nuevamente el Eterno intervino en el momento de conferirse este derecho de primogenitura! Jacob había perdido la vista hasta tal punto que no podía ver a los muchachos delante de él, Jacob cruzó las manos y “extendió su mano derecha, y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, colocando así sus manos adrede, aunque Manasés era el primogénito. Y bendijo a José, diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra” (Génesis 48:14-16).

¿Quiénes habrían de multiplicarse en gran manera? ¿Quiénes habrían de tener la numerosa descendencia que sumaría miles de millones? No era Judá, padre de los judíos, sino ¡Efraín y Manasés! ¿Por qué los dirigentes religiosos y estudiosos de la Biblia no han captado esta verdad expuesta tan claramente en las Sagradas Escrituras?

Israel no confirió esta bendición a uno solo sino a ambos: “Bendiga a estos jóvenes”. Parte de la bendición conjunta era: “Sea perpetuado en ellos mi nombre”. Su nombre era Israel. Por lo tanto, el nombre de Israel no ha pasado a los judíos, descendientes de Judá, sino a los descendientes de estos jóvenes. ¡Queda, pues, claro que el nombre Israel habría de estamparse indeleblemente en Efraín y Manasés!

Esta es una verdad pasmosa, ¡pero comprobada muy claramente ante sus ojos! ¡Y recordemos que estos pasajes no requieren “interpretación” ni esconden ningún “significado especial” o “simbolismo oculto” para que usted los pueda entender! Se trata de una afirmación clara y escueta: ¡que el nombre de Jacob, cambiado a Israel, sería posesión y propiedad de los pueblos de Efraín y Manasés!

Entonces, ¿quién es, según la Biblia, el Israel actual (hablando en el aspecto nacional y de linaje)?

¡Efraín y Manasés!

Efraín y Manasés recibieron conjuntamente el derecho al nombre de Israel. Éste habría de convertirse en el nombre nacional de sus descendientes. ¡Y sus descendientes nunca fueron los judíos! ¡Fije muy bien este dato en su mente!

Por lo tanto, muchas de las profecías acerca de “Israel” o “Jacob” no se están refiriendo a los judíos ni a las naciones formadas por los descendientes de otras tribus israelitas. ¡Fije eso también! Pocos en efecto, son los religiosos, teólogos o estudiosos de la Biblia que conocen esta verdad en la actualidad. ¡Muchos de ellos se rehúsan a reconocerla!

Los descendientes de estos dos jóvenes, Efraín y Manasés, habrían de convertirse en la gran multitud prometida: la nación y conjunto de naciones. Las bendiciones materiales son para ambos. ¡Estas son bendiciones colectivas que recibieron juntamente estos dos jóvenes pero no las otras tribus!

Jacob cruza las manos

En este momento José se dio cuenta que Jacob no tenía su mano derecha sobre la cabeza del primogénito, y trató de cambiarla:

“Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque éste es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza. Mas su padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él [Manasés] vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud [un conjunto] de naciones. Y los bendijo aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel, diciendo: Hágate Dios como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes de Manasés” (Génesis 48:18-20). En este punto las promesas dejan de ser colectivas; ya no se hacen conjuntamente a los dos jóvenes. Jacob ahora profetiza individualmente las bendiciones para cada uno.

Como hemos visto en el capítulo anterior, la descendencia (simiente) numerosa habría de formar “una nación y conjunto de naciones”. Ahora vemos que la “nación” que sería verdaderamente grande saldría de la simiente de Manasés, hijo de José. El “conjunto de naciones” saldría de Efraín. Note que, antes de dividir las promesas, esta bendición profética indica claramente que los descendientes de estos jóvenes permanecerían juntos, y que juntos crecerían hasta formar una gran multitud, para luego separarse: Manasés se convertiría en una gran nación y Efraín en un conjunto de naciones aún más grande.

Este es otro detalle de las futuras características de estos pueblos. No debemos esperar el cumplimiento de estas profecías en los hijos de Judá. Ni en los descendientes de ninguna otra de las doce tribus.

La promesa de una futura gran nación y, un conjunto de naciones, que en unión formarían una gran multitud ricas con gran prosperidad nacional y material y que poseerían las “puertas” de las otras naciones de la Tierra, se aplica únicamente a estos dos jóvenes y a las dos tribus de las que ellos salieron.

Debemos añadir aquí que las tribus de Efraín y Manasés nunca alcanzaron tal superioridad en tiempos de la historia bíblica. Algunos podrían suponer que la casa de Judá fue la nación, y las 10 tribus el conjunto de naciones. Pero ninguna de estas promesas fue para Judá. Ni fueron estas cumplidas en ninguna de las otras tribus; salvo la doble porción de José, ¡las dos tribus de Efraín y Manasés!

Fue Efraín quien vino a ser un conjunto o multitud de naciones, y Manasés vino a ser la gran nación. Y esas profecías nunca fueron cumplidas en ellos, en los tiempos de la historia Bíblica. Si estas promesas alguna vez han de ser cumplidas, ¡debemos buscar su cumplimiento entre el final de la historia bíblica y el tiempo presente!

Una profecía para hoy

Estando aún en el espíritu de profecía, Jacob reunió a sus 12 hijos para decirles cómo sería la descendencia de cada uno “en los últimos tiempos”.

Estas profecías deben ayudarnos a identificar las tribus de Israel hoy; ¡porque ciertamente estamos en los últimos tiempos! Por falta de espacio, hablaremos aquí solamente de Judá y José. Los descendientes de José estaban realmente divididos en dos tribus, Efraín y Manasés, y la Biblia suele llamarlos por estos dos nombres en vez de llamarlos “José”. El hecho de que a estas tribus aquí se les denomine “José” indica claramente que la profecía se aplica a ambos, Efraín y Manasés.

“Y llamó Jacob a sus hijos, y dijo: Juntaos, y os declararé lo que os ha de acontecer en los últimos días (…) Judá, te alabarán tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos; los hijos de tu padre se inclinarán a ti. Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, así como león viejo: ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador [nota al margen: bastón de mando] de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos” (Génesis 49:1, 8-10 vkj). La palabra hebrea Siloh se refiere al Mesías, el Príncipe de Paz, es decir: la singular “simiente” de Abraham. (Ver la Concordancia Analítica de Young, de la Santa Biblia).

La promesa para José

Respecto a José, las tribus conjuntas de Efraín y Manasés, Israel profetizó para nuestros tiempos: “Rama fructífera es José [esto refleja la promesa de las multitudes incluida en la primogenitura], rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos [nota al margen, hijas] se extienden sobre el muro” (Génesis 49:22).

En otras palabras, en los últimos tiempos, hemos de hallar a los hijos de José convertidos en un pueblo numeroso, una gran nación y un conjunto de naciones, cuyos vástagos o hijos “se extienden sobre el muro”, es decir, se extienden más allá de las fronteras nacionales. En otras palabras, ¡sería un pueblo colonizador! Luego, en la profecía para José en los “últimos días”, dijo: “… el Dios Omnipotente (…) te bendecirá con bendiciones de los cielos de arriba, con bendiciones del abismo que está abajo, con bendiciones de los pechos y del vientre. Las bendiciones de tu padre fueron mayores que las bendiciones de mis progenitores; hasta el término de los collados eternos serán sobre la cabeza de José, y sobre la frente del que [nota al margen: es príncipe] fue apartado de entre sus hermanos” (versículos 25-26).

Veremos que estos descendientes de José, poseedores de las promesas de la primogenitura, se convirtieron efectivamente en un pueblo numeroso y colonizador, se extendieron “al occidente, al oriente, al norte y al sur” hasta que cubrieron todo el globo, poseyeron las “puertas” de las naciones enemigas. Jamás regresaron a Jerusalén desde Asiria, donde fueron ellos llevados con las 10 tribus después del año 721 a.C, ¡y nunca más se mezclaron con los judíos desde ese tiempo! Aquí hay promesas y profecías que no se han cumplido nunca en los judíos, ni en la Iglesia, ni en los indios americanos, ni en ningún grupo fantasioso equivalente al moderno Israel. Pero que sí están cumplidas en nuestros días, ¡si es que la Palabra de Dios tiene validez!

Chapter 5: El Pacto Davídico

¡La casa de Israel no es judía! Sus miembros no son judíos, ¡y nunca lo fueron! Ahora demostraremos ese hecho de manera definitiva e irrefutable.

Muerto David, su hijo Salomón le sucedió en el trono sobre Israel. Salomón impuso tributos excesivos al pueblo y reinó con gran esplendor, probablemente jamás igualado antes ni desde entonces.

Tomó esposas gentiles de otras naciones, y por causa de ellas quemó incienso y ofreció sacrificios a Moloc y a otros ídolos. Como resultado de esto: “dijo [el Eterno] a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo. Sin embargo, no lo haré en tus días, por amor a David tu padre; lo romperé de la mano de tu hijo. Pero no romperé todo el reino, sino que daré una tribu a tu hijo, por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, la cual yo he elegido” (1 Reyes 11:11-13).

Israel es separado del trono de David

¡Note esto! Es el reino en sí, no parte de él, lo que habría de romperse o separarse. Y lo que habría de permanecer sería una parte: una tribu. Ahora note esto, aquí está el porqué de éste interrogante, aunque Salomón merecía que el reino le fuera quitado, Dios dejaría una tribu, no por indulgencia hacia Salomón, ¡sino “por amor a David”!

Dios ha hecho un pacto perpetuo e incondicional con David, y Él no puede quebrantarlo y no lo quebrantará. ¡La dinastía de David no puede ser quebrantada! Por esa razón la promesa del cetro sigue vigente y al gobernante se le permite gobernar, sin que falte un solo descendiente gobernando en cada generación, al menos sobre una parte de los hijos de Israel.

En 1 Reyes 11:26 usted lee de Jeroboam, hijo de Nabat, efrateo (de la tribu de Efraín), siervo de Salomón, quien se constituyó gobernante sobre la “casa de José”, es decir Efraín y Manasés.

Por medio del profeta Ahías, el Eterno dice a Jeroboam: “…He aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus (…) Pero no quitaré nada del reino de sus manos (…) por amor a David mi siervo, al cual yo elegí, y quien guardó mis mandamientos y mis estatutos. Pero quitaré el reino de la mano de su hijo, y lo daré a ti, las diez tribus. Y a su hijo daré una tribu, para que mi siervo David [recuerde cuál es la razón] tenga lámpara todos los días delante de mí en Jerusalén, ciudad que yo me elegí para poner en ella mi nombre. Yo, pues, te tomaré a ti, y tú reinarás en todas las cosas que desee tu alma, y serás rey sobre Israel” (1 Reyes 11:31-37).

Estas palabras dejan en claro dos hechos: La nación de Israel se le quitaría al hijo de Salomón y se entregaría a Jeroboam. No era sólo una tribu o unas pocas tribus, sino la nación llamada Israel, la cual pasaría a ser gobernada por Jeroboam, de la tribu de Efraín.

El título nacional de “Israel” se le dio al reino formado por las 10 tribus, ¡pues no olvidemos que el nombre “Israel” estaba sobre los hijos de José! (Génesis 48:16). Dondequiera que ellos estén, la Biblia los llama por el nombre de la nación Israel. Para el mundo de hoy, ellos han perdido su identidad; ¡pero en la profecía bíblica son ellos y no los judíos quienes son llamados Israel! Y ellos encabezaban la nación formada por las 10 tribus de Israel.

Por otra parte, Debido a Su promesa a David, Dios dejó una tribu: Judá, a los hijos de Salomón en Jerusalén para que un hijo de David permaneciera en el trono de David sobre hijos de Israel. Dios le había hecho una promesa incondicional a David de que jamás llegaría el día en que no tuviera un hijo o descendiente sentado en el trono gobernando sobre hijos de Israel.

Ahora, más adelante en la historia real, vemos que esa promesa se está cumpliendo, ¡este pacto es inquebrantable! Los hijos de Judá, aunque ellos no son todos los hijos de Israel ni llevan ese nombre nacional, son, sin embargo, hijos de Israel. Así Dios mantiene firme su promesa a David y mantiene las promesas del cetro dadas a Abraham, Isaac y Jacob. Al mismo tiempo, Dios castigó a Salomón quitándole la nación de Israel y dejándole un hijo de la promesa del cetro en el trono sobre una sola tribu. Tenga usted en claro un punto muy importante. Aunque fue menester un castigo, Dios no quebrantó ninguna de sus promesas.

La dinastía de David reina sobre Judá

Dios había prometido: “No será quitado el cetro de Judá” y Él no quebrantó esa promesa. Ahora note cuidadosamente que las 10 tribus separadas son mencionadas con el título “Israel” y que la única tribu que quedó bajo Roboam, hijo de Salomón, es llamada solamente “Judá” o la “casa de Judá”. Ellos llevan pues, el nombre de la tribu, mientras que el reino de las 10 tribus conserva el nombre nacional de “Israel”.

En realidad, Israel rechazó su rey y puso uno nuevo, Jeroboam, sobre el trono de Israel. La tribu de Judá se separó entonces de la nación de Israel para poder mantener así como su rey a Roboam. Entonces Roboam, nieto de David, se convirtió en rey de una nueva nación. Esa nueva nación no fue el reino de Israel. ¡Fue el reino de Judá! Veamos ahora cómo ocurrió esto.

Cuando Roboam, hijo de Salomón, sucedió a este en el trono, el pueblo le exigió inmediatamente que redujera los gravosos impuestos establecidos por Salomón. Ellos enviaron a su líder, Jeroboam, como vocero ante Roboam.

Jeroboam pidió clemencia: “Tu padre hizo pesado nuestro yugo, mas ahora disminuye tú algo de la dura servidumbre de tu padre, y del yugo pesado que puso sobre nosotros, y te serviremos” (1 Reyes 12:4).

La respuesta fue: “Mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré con escorpiones” (versículo 11).

Israel se rebeló. La orden dada al pueblo fue: “¡Israel, a tus tiendas!”; y el reto para la familia real fue: “¡Provee ahora en tu casa, David!” (1 Reyes 12:16).

“Así se apartó Israel de la casa de David hasta hoy [hasta el día en que esto fue escrito]. Y aconteció que oyendo todo Israel que Jeroboam había vuelto, enviaron a llamarle a la congregación, y le hicieron rey sobre todo Israel, sin quedar tribu alguna que siguiese la casa de David, sino sólo la tribu de Judá” (1 Reyes 12:19-20).

Entonces: “Roboam (…) reunió a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín” (versículo 21). Roboam comenzó a pelear para someter a la casa de Israel, pero Dios dijo: “No vayáis, ni peleéis contra vuestros hermanos los hijos de Israel (…) porque esto lo he hecho yo” (versículo 24).

Israel dividida en dos naciones

¿Notó usted que ahora el reino de las 10 tribus (encabezado por Efraín y Manasés, con un rey efraimita), el heredero de las promesas de la primogenitura, ahora se le llama la casa de Israel?

La tribu de Judá que le fue dejada a Roboam, junto con Benjamín, y más tarde la tribu sacerdotal de Leví, luego que Jeroboam los expulsara de su cargo en Israel, reciben en la Escritura no el nombre de Israel sino el nombre de casa de Judá. Estas tribus son, desde luego, hijos de Israel, pero ya no son llamados por aquel título nacional. Hago mucho énfasis en esto porque la creencia común es exactamente lo contrario.

El concepto general actualmente parece ser que la tribu de Judá se quedó con el título de “Israel”. La mayoría de la gente piensa acerca de las 10 tribus como si fueran meramente ciertas tribus que salieron de la nación de Israel.

Pero es Israel la que ahora establece su reino bajo el efraimita Jeroboam, en la tierra de Samaria, al norte de Jerusalén. No es Israel, sino Judá, meramente tres tribus apartadas de Israel, las que son dejadas en Jerusalén.

Las 10 tribus no fueron apartadas de Israel. Israel no permaneció en Jerusalén. En cambio, Judá fue apartado de Israel.

Israel en guerra con los judíos

¡Tenga esto muy en claro! La casa de Judá incluyendo ahora la tribu de Benjamín, bajo el rey Roboam de la dinastía de David, estaba a punto de pelear contra la nación de Israel; sus 10 tribus encabezadas por Efraín y Manasés.

Ahora tenemos una prueba bíblica de que el pueblo formado por las 10 tribus, y llamado Israel, a menudo proféticamente llamado “Efraín”, ¡no es, ni fue jamás judío! Recuerde que el término “judío” es simplemente un apodo para “Judá”. Por lo tanto, se aplica únicamente a la nación o casa de Judá y nunca a la casa de Israel.

En cualquier concordancia exhaustiva usted puede ver que la primera vez que aparece la palabra “judío” en toda la Biblia es en 2 Reyes 16: 6. El nombre “judío” no aparece en ninguna otra parte anterior a esta en toda la Biblia. ¡Note esto!

El rey Acaz empezó a reinar sobre Judá (2 Reyes 16:1), sentándose en el trono de David (versículo 2). Al mismo tiempo reinaba en Israel un individuo llamado Peka. El rey Peka de Israel formó una alianza con Rezín, rey de Siria, en contra de Judá, y los dos ejércitos aliados de Israel y Siria subieron contra Jerusalén. Ellos atacaron al rey Acaz de Judá, pero no pudieron vencerlo (versículo 5). “En aquel tiempo el rey de Edom [otro aliado de Israel contra Judá] recobró Elat para Edom, y echó de Elat a los judíos” (versículo 6 vkj). Aquí es donde por primera vez se usa la palabra “judío” en la Biblia, y, ¡encontramos a Israel en guerra contra los judíos!

¿Quién sacó a los judíos de Elat? ¡Un aliado del rey Peka de Israel! ¡El ejército que luchaba al lado de Israel contra Judá! ¡Y los hijos de Judá que habitaban en el poblado de Elat, son llamados judíos para distinguirlos de los de la casa de Israel, con quienes estos judíos estaban en guerra! ¡Observe con atención el significado de eso!

El primer texto en las Escrituras donde aparece el nombre judío, ¡es para señalar que los judíos estaban en guerra contra Israel! Ellos son por lo tanto, una nación diferente. Ellos individualmente son hijos de Israel. Pero no llevan el título nacional: casa de Israel.

Es un error llamar a los judíos de hoy “Israel”, pues ellos no son la nación de Israel. ¡Ellos son Judá! Y dondequiera que esté Israel hoy, ¡recuerde que Israel es un nombre nacional que no significa judío! Sean quienes fueren hoy las 10 tribus perdidas de Israel, ¡ellas no son los judíos! Cada vez que usted vea en la profecía el nombre “Israel”, “casa de Israel”, “Samaria” o “Efraín” recuerde: esto nunca se refiere a los judíos, sino a Israel, ¡que estaba en guerra contra los judíos!

Los judíos no son la casa de Israel

El término “Israel” en ningún lugar de la Biblia se refiere exclusivamente a los judíos. Cuando el sentido no es nacional sino individual, las palabras “Israel”, “hijos de Israel” o “varones israelitas” pueden referirse a los judíos, o incluirlos. Por ejemplo, la expresión “varones israelitas”, que frecuentemente figura en el Nuevo Testamento, se refiere a los israelitas como individuos en un sentido colectivo, mas no en un sentido nacional. Generalmente esto se refiere a los judíos como descendientes individuales del patriarca Israel (Jacob).

Moisés, escrituralmente, no puede llamarse judío. Él era un levita. Abraham no fue judío, ni tampoco lo fueron Isaac, Jacob, Adán ni Noé. Los descendientes del patriarca Judá son judíos por nacimiento, y también lo son en el sentido nacional todos los que se unieron a la tribu de Judá: las tribus de Benjamín y Leví.

Los judíos son israelitas tal como los californianos son estadounidenses. Pero la mayoría de los israelitas no son judíos, de la misma forma en que la mayoría de los estadounidenses no son californianos. Los judíos son la casa de Judá, apenas una parte de los israelitas. Pero, cuando la Biblia se refiere a los judíos como a naciones y no como a individuos, nunca usa el término “Israel”. La “casa de Israel” nunca significa “judíos”. Las tres tribus en Jerusalén bajo el rey descendiente de David son llamadas, simplemente, la casa de Judá.

Pero acerca de Efraín y Manasés, hijos de José, había dicho Israel, cerca del tiempo de su muerte: “Sea perpetuado en ellos mi nombre” (Génesis 48:16). Y verdaderamente, ellos llevan ahora el nombre de Israel.

De ahora en adelante, la tribu de Judá, junto con Benjamín y Leví, es llamada “Judá”, no Israel. Las 10 tribus encabezadas por Efraín y Manasés, de ahora en adelante son llamadas “Israel”; ¡no son judíos ni jamás fueron llamados judíos! ¡De ese momento en adelante, los hijos de Israel, 12 tribus en total, están divididos en dos naciones!

Ahora, por primera vez, la primogenitura está en una nación (Israel, encabezada por Efraín y Manasés) mientras que el cetro permanece en la otra nación (llamada la “casa de Judá”). ¡Las dos fases de las promesas a Abraham están ahora divididas entre dos naciones completamente distintas!

Durante muchas generaciones, Israel y Judá permanecieron como naciones separadas, en territorios contiguos y cada una con su propio rey. ¿Por qué tantos ministros y estudiosos profesos de la Biblia ignoran este hecho cuando hay cuatro libros de la Biblia (1 y 2 de Reyes, y 1 y 2 de Crónicas) que contienen la historia independiente de aquellos dos reinos rivales? Mire los mapas que se incluyen al final de su Biblia. Los territorios de una y otra nación aparecen claramente delineados.

Judá retuvo para sí la ciudad de Jerusalén, su capital, y el territorio llamado Judea, Israel ocupó el territorio al norte de Judea. La ciudad de Samaria se convirtió en su capital, y con frecuencia la casa de Israel es llamada “Samaria” en la profecía. Esta es otra “llave” vital que abre nuestra comprensión de la profecía: “Samaria” nunca se refiere a los judíos en la profecía sino siempre a las diez tribus, la casa de Israel.

Queremos dejar muy en claro que Israel y Judá no son dos nombres para designar a la misma nación. Ellas eran, y aún son y seguirán siendo, dos naciones independientes, hasta la segunda venida de Jesucristo. La “casa de Judá” siempre se refiere a los “judíos”. Esta distinción es de vital importancia si hemos de comprender la profecía. ¡Los llamados estudiosos de la Biblia, en su mayoría, no pueden entender las profecías correctamente porque ignoran esta distinción!

El siguiente lugar donde el término “judío” es mencionado en la Biblia, es cuando la casa de Israel había sido llevada al cautiverio, perdiéndose de vista, y el término [“judío”] se aplica sólo a los de la casa de Judá.

Israel rechaza el gobierno de Dios

Una vez convertido en rey de Israel, Jeroboam (de la tribu de Efraín) procedió a levantar dos becerros de oro, introduciendo así la idolatría en el reino (1 Reyes 12:28-33). Jeroboam lo hizo temiendo por su trono, pues creyó que sus súbditos, si subían una vez al año a Jerusalén para guardar la Fiesta de los Tabernáculos, podrían regresar a Roboam. La introducción de prácticas idólatras mantendría a todos en casa e impediría que eso sucediera.

Esa idolatría, junto con la violación del sábado (Ezequiel 20:10-24), fue el gran pecado nacional que le acarreó tan gran maldición a Israel. Generación tras generación, Dios le suplicó a la casa de Israel que se apartara de las tradiciones de sus padres y que regresara a la observancia de los mandamientos de Dios. Pero, durante nueve dinastías y bajo 19 reyes, Israel siguió cometiendo estos pecados nacionales, pecados tan grandes ante los ojos de Dios que finalmente Él determinó la conquista y el cautiverio de la nación.

Veamos ahora un pasaje que ha sido mal interpretado de manera consistente. En 1 Reyes 14:15-16 leemos: “El Eterno sacudirá a Israel [no a Judá] al modo que la caña se agita en las aguas; y él arrancará a Israel de esta buena tierra que había dado a sus padres, y los esparcirá más allá del Éufrates, por cuanto han hecho sus imágenes de Asera, enojando al Eterno. Y él entregará a Israel [no a Judá] por los pecados de Jeroboam, el cual pecó, y ha hecho pecar a Israel”.

Esto se refiere específicamente a la idolatría implantada por Jeroboam en la nación de Israel, las 10 tribus del norte que poseían las promesas de primogenitura. Eran éstas las personas que habían de ser desarraigadas y esparcidas más allá del río. No los judíos. Sin embargo, los estudiosos de la profecía citan este mismo pasaje convencidos de que se refiere a la situación actual de los judíos, que están esparcidos hoy en día; y ellos son justamente las personas a quienes esto no aplica. Éste es un ejemplo que demuestra que lo que cubrimos aquí es una clave verdadera para la comprensión de muchas profecías ocultas por largo tiempo. A menos que esto se tenga firmemente en mente, la profecía nunca podrá ser correctamente entendida.

El pueblo que según este pasaje bíblico sería desarraigado y esparcido más allá del río [Éufrates] no fue el pueblo judío, sino aquel otro pueblo encabezado por Efraín y Manasés, poseedor de la promesa incondicional de que sería una gran nación y un conjunto de naciones, con una población de centenares de millones, que poseería las puertas de sus enemigos, se convertiría en un pueblo colonizador y se extendería hasta tener colonias alrededor de todo el mundo.

Aun así muchos de quienes llegan a ver esta distinción entre Israel y Judá, entre los judíos y las otras tribus, después de haber visto esto como una nueva gran luz, por la fuerza de años de hábito, caen de regreso en la antigua rutina ¡y aplican a los judíos los textos que se refieren a Israel!

Los términos “casa de Israel” o “todo Israel”, cuando el significado es nacional, o los términos “Jacob”, “Raquel”, “Efraín”, “casa de José” o “Samaria”, a menudo citados en la profecía bíblica, se refieren a las diez tribus que heredaron la primogenitura, y no a los judíos. Esta es una llave, una llave maestra, ¡para entender la Biblia!

Israel desterrada y perdida

En los años 721-718 a.C, la casa de Israel fue conquistada y el pueblo desterrado, lanzado fuera de su propio territorio, de sus hogares y ciudades, ¡siendo llevado cautivo a Asiria sobre la costa sur del mar Caspio! Y después (…) ¡se perdió de vista!

“El Eterno, por tanto, se airó en gran manera contra Israel, y los quitó de delante de su rostro; y no quedó sino sólo la tribu de Judá” (2 Reyes 17:18).

¿A quiénes quitó Dios? ¡A Israel! Israel era el pueblo que fue quitado de delante del Eterno y que luego se perdió de vista.

¿Quién quedó? Sólo Judá, ¡sólo los judíos! ¡Israel ya estaba perdido! Ellos vinieron a ser conocidos como las 10 tribus perdidas, y así son designadas hasta hoy.

Gentiles reemplazan a la casa de Israel

Leamos ahora 2 Reyes 17:22-23: “Y los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados de Jeroboam que él hizo, sin apartarse de ellos, hasta que el Eterno quitó a Israel de delante de su rostro, como él lo había dicho por medio de todos los profetas sus siervos; e Israel [no Judá, no los judíos] fue llevado cautivo de su tierra a asiria, hasta hoy [escrito alrededor del año 620 a.C]”. Observe que aquel pueblo que tenía el título nacional de “Israel” y era poseedor de la primogenitura, que no era judío, fue llevado fuera de su tierra: Samaria, ¡a la cual nunca retornaron!

Lea ahora el siguiente versículo de este mismo pasaje: “Y trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cutá, de Avá, de Hamat y de Sefarváyim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades” (2 Reyes 17:24).

Estos eran los extranjeros que vivían en la tierra de Samaria en los tiempos de Jesucristo, y que se les llama “samaritanos” en los Evangelios. Es importante tener esto en mente, pues los samaritanos del Nuevo Testamento en ninguna manera se habían mezclado en un sentido racial con los israelitas. Sólo un individuo, un sacerdote, de entre los israelitas cautivos, regresó a Samaria para enseñarles a los gentiles advenedizos la religión corrupta de Israel (2 Reyes 17:27-28).

Pero ese pueblo que vino de Babilonia no obedecía a Dios, ni el camino de Dios, ni Su religión. Esto lo muestra el siguiente versículo: “Pero cada nación se hizo sus dioses…” (2 Reyes 17:29).

La religión estatal de los asirios y babilonios era la religión caldea de los misterios. Esta fue la religión de Simón el Mago (Hechos 8) quien creyó en los milagros de Felipe, se apropió para sí el nombre de “cristiano” y comenzó un nuevo y falso “cristianismo” después que el apóstol Pedro lo censuró como alguien encadenado a la iniquidad (desafuero). Ese Simón se tomó el nombre de Cristo, rechazó la ley de Dios, y le agregó una falsa “gracia” libertina a la religión de los misterios babilónicos, y a esto lo llamó “cristianismo”. ¡Este falso “cristianismo” ha engañado a millones de personas hasta la actual generación perversa!

En 2 Reyes 18:9-12, y 17:5-18 hay un recuento más detallado del cautiverio de Israel. La casa de Israel habitó entonces “muchos días (…) sin rey” (Oseas 3:4). Y debido a que ellos eran el pueblo que llevaba el nombre de “Israel”, ¡fueron ellos (y no Judá) quienes debieron quedar perdidos en su identidad!

Israel perdida, Judá no

Las Escrituras nos dicen claramente que Israel perdería su identidad, su lengua, su religión, su territorio y su nombre.

En Deuteronomio 32:26, Dios les había advertido por medio de Moisés, diciendo: “Yo había dicho que los esparciría lejos, que haría cesar de entre los hombres la memoria de ellos”. Esta advertencia no puede aplicarse a los judíos. La memoria de los judíos no ha dejado de existir; la memoria de ellos no podría cesar a menos que se perdiera su identidad y su nombre. Esto solo se aplica a las tribus perdidas, no a los judíos.

Ahora note en Isaías 8:17: “Esperaré, pues, a [el Eterno], el cual escondió su rostro de la casa de Jacob”. El nombre de Jacob fue cambiado a Israel; en otras palabras, esto se aplica a la casa de Israel, al reino de las 10 tribus que fue separado de la presencia de Dios. Por lo tanto ellos perdieron el conocimiento del verdadero Dios y de la verdadera religión.

El Eterno dejaría de hablarles en su lengua hebrea; más bien “…en extraña lengua hablará [Dios] a este pueblo” (Isaías 28:11). Esto no puede aplicarse a los judíos, quienes todavía leen sus Biblias en la lengua hebrea.

Isaías 62:2: “Entonces verán las gentes tu justicia, y todos los reyes tu gloria [después del retorno de Jesucristo]; y te será puesto un nombre nuevo, que la boca de [el Eterno] nombrará”. Aunque esta profecía se refiere directamente al futuro, después de la segunda venida de Jesucristo, también ha sido cumplida típicamente, como una visión anticipada de ese tiempo, por el hecho de que ahora Israel tiene un nombre diferente. Esto no se puede aplicar a los judíos que tanto en aquel tiempo como ahora, son conocidos como judíos.

Israel jamás regresó

La casa de Israel no regresó a Palestina con los judíos en los días de Esdras y Nehemías, como erróneamente lo creen algunos. Quienes regresaron para reconstruir el templo y restaurar el culto en Jerusalén en aquel entonces, 70 años después del cautiverio de Judá, fueron únicamente los miembros de la casa de Judá, los que habían sido llevados a Babilonia por el rey Nabucodonosor.

Note bien estos datos:

1) En los años 721-718 a.C, “Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria” (2 Reyes 17:23); ellos fueron removidos completamente; “y no quedó sino sólo la tribu de Judá” (2 Reyes 17:18). Sólo quedó Judá.

2) Más de 130 años después, Nabucodonosor, rey de Babilonia, se llevó a los judíos (a Judá) de Palestina a Babilonia. De modo que ninguno de la casa de Israel vivía en Palestina cuando Judá fue tomada cautiva.

3) Quienes regresaron a Palestina para reconstruir el templo y restaurar el culto después de 70 años de cautiverio eran todos de la casa de Judá, todos judíos. Todos aquellos que Nabucodonosor había sacado. Ellos regresaron de nuevo “a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad” (Esdras 2:1).

Únicamente los miembros de la tribu de Judá, juntamente con el remanente de Benjamín y Leví que constituían la casa de Judá, regresaron en esa ocasión: “Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y levitas” (Esdras 1:5).

Claro que hay quienes rechazan esta verdad que Dios ha tenido a bien revelar en nuestros tiempos, y afirman falsamente que todos los israelitas, incluyendo la casa de Israel (las 10 tribus), regresaron a Jerusalén en tiempos de Esdras y Nehemías.

Para sostener ese argumento, citan algunos casos en que la palabra “Israel” se utiliza en conexión con individuos o personas de la casa de Judá, afirmando que se refiere a la casa de Israel. Para dar aun mayor énfasis, lo repetimos: los judíos son israelitas; pero sólo una parte de los israelitas, son judíos. El término “judío” es el gentilicio de la nación de Judá. Los judíos son ciertamente del pueblo de Israel, pero no son la nación llamada casa de Israel o Reino de Israel.

Quienes niegan esta verdad se basan en pasajes como el siguiente: “Y el resto [remanente] de Israel, de los sacerdotes y de los levitas, en todas las ciudades de Judá, cada uno en su heredad” (Nehemías 11:20). Sostienen que la palabra “Israel” se refiere a las 12 tribus. Pero aquí se habla específicamente de los sacerdotes y levitas, quienes pertenecen a la casa de Judá, no a las 10 tribus de Israel. Ciertamente eran “el resto de Israel”: “resto” (el residuo) de las 12 tribus. Eran israelitas pero no pertenecían a la nación llamada la casa de Israel. Estos fueron los que regresaron a su heredad en la tierra de Judá.

Nehemías dice claramente: “Estos son los hijos de la provincia que subieron del cautiverio [el cautiverio en Babilonia; cautiverio de Judá, no de la casa de Israel], de los que llevó cautivos Nabucodonosor…” (Nehemías 7:6). Y ninguna de las diez tribus había sido dejada en Palestina después del cautiverio asirio más de 100 años antes (2 Reyes 17:18).

Esdras dice: “Entonces los hijos de Israel, los sacerdotes, los levitas y los demás que habían venido de la cautividad, hicieron la dedicación…” (Esdras 6:16). Estas eran personas del reino de Judá, no del reino de Israel, pero sí eran “hijos de Israel”.

En Esdras y Nehemías se dan los nombres y las genealogías de los que regresaron de Babilonia a Palestina, ¡y ninguno pertenecía a ninguna de las 10 tribus! Por tanto, quienes habitaban Jerusalén en tiempos de Jesucristo pertenecían a estas tres tribus y no a la casa de Israel. Y la mayoría de los que se convirtieron al cristianismo, si no todos, pertenecían a la tribu de Benjamín, como el mismo Pablo dijo que él era.

¡La casa de Israel vino a ser conocida como las 10 tribus perdidas! Pero ahora, ¡se conoce por otro nombre y hablan otro idioma!

¿Cuál es ese nombre por el cual se les conoce ahora? Quienesquiera que sean y donde quiera que estén, los dueños de la primogenitura son ellos y no los judíos. Son ellos, no los judíos, quienes después de cumplir su castigo, en los años 1800-1803 d.C, habrían de heredar las promesas inquebrantables hechas a Abraham, promesas de grandeza nacional, recursos naturales, riquezas y poder. ¡Manasés habría de convertirse en la nación singular más poderosa del mundo, y Efraín en una gran mancomunidad de naciones! ¿Quiénes serán ellos hoy día?

Chapter 6: Los hijos de Israel llegan a ser dos naciones

Después de la muerte de Jacob y de sus doce hijos en Egipto, sus descendientes aumentaron en dos siglos y cuarto aproximadamente hasta contar probablemente una población entre dos y tres millones en esa tierra.

Pero los hijos de Israel fueron esclavizados: “Y murió José, y todos sus hermanos, y toda aquella generación. Y los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra. Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José (…) Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre…” (Éxodo 1:6-14).

Entonces Dios levantó a Moisés y lo preparó de una manera especial para guiar a los hijos de Israel fuera de la servidumbre que habían encontrado en Egipto.

Cuando llegaron al monte Sinaí en el desierto peninsular. Dios hizo un pacto con ellos y los estableció como una nación (Su nación) entre todos los reinos del mundo. Su gobierno era teocrático, con leyes civiles así como espirituales y religiosas dadas directamente por Dios. Él mismo era su Rey y los gobernaba por medio de jueces.

Dios fue el primer Rey de Israel

¡Dios era el único rey de Israel! El reino de Israel era iglesia y estado a la vez. Hechos 7:38 nos dice que los israelitas eran la iglesia en el desierto. (La palabra “congregación” de Israel usada en el Antiguo Testamento tiene exactamente el mismo significado de la palabra “iglesia” usada en el Nuevo Testamento). Por lo tanto, Israel tenía más de un conjunto de leyes. Dios le dio un doble gobierno: a la congregación (iglesia) le dio las leyes rituales, como sacrificios de animales, ofrendas de carnes y bebidas, u ordenanzas carnales.

Pero Israel también tuvo un gobierno civil, a través del cual Dios estableció funcionarios y leyes civiles, estatutos y juicios. El gran código central de la ley, la base tanto del gobierno civil como del eclesiástico, fue el código espiritual: los Diez Mandamientos, dados directamente por Dios a toda la congregación y escritos por la propia mano de Dios en tablas de piedra.

¡Dios fue su rey durante varias generaciones después que ellos salieron de Egipto! (Esta historia se encuentra en los libros de Moisés, Josué y Jueces). Cada tribu vivía separadamente, pero en conjunto formaban una sola nación, de la misma manera en que Estados Unidos es una nación compuesta de estados individuales.

Cada tribu ocupaba su propio territorio, o distrito. Los levitas vinieron a ser una tribu sacerdotal mezclándose entre las demás tribus, no teniendo parte en la herencia de la tierra ni territorio propio (con excepción de algunas ciudades). Para compensar esto, los hijos de José fueron divididos en dos tribus: Efraín y Manasés, dejando así 12 tribus distintas, cada una ocupando su propio territorio o provincia, además de los levitas que estaban esparcidos entre todas las demás tribus.

Durante todos estos años, la primogenitura y el cetro permanecieron dentro de esta nación. La primogenitura por supuesto estuvo en sucesión en las tribus de Efraín y Manasés, y el cetro en Judá.

Descontentos con Dios

Los hijos de Israel eran humanos, tanto como usted o yo. Ellos murmuraban y se quejaban continuamente. Sus mentes carnales eran hostiles contra Dios y sus leyes, del mismo modo como lo son hoy las mentes humanas (Romanos 8:7). Pronto, se cansaron de tener a Dios como rey y exigieron el nombramiento de un hombre como rey de ellos, a semejanza de las naciones gentiles a su alrededor. Así también hoy nosotros queremos ser como los no cristianos que nos rodean, en vez de conformarnos estrictamente a los caminos de Dios, ¡como Su Palabra nos instruye! La naturaleza humana siempre ha sido así.

Cuando los ancianos de Israel vinieron a Samuel exigiendo el nombramiento de un hombre como rey, esto naturalmente disgustó a Samuel, su profeta. Pero el Eterno le dijo: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos (…) Ahora, pues, oye su voz; más protesta solemnemente contra ellos, y muéstrales cómo les tratará el rey que reinará sobre ellos” (1 Samuel 8: 7-9).

Saúl fue su primer rey humano. Él desobedeció a Dios, y finalmente fue rechazado; posteriormente fue muerto en batalla. Su único hijo sobreviviente, Isboset, fue asesinado después de haber reinado sólo dos años (2 Samuel 2:10). Sin embargo, Is-boset nunca reinó sobre Judá; la dinastía de Saúl terminó después de un breve reinado sobre parte de Israel. Así fue como Dios lo rechazó. ¡Su dinastía fue cortada!

La dinastía de David permanecería para siempre

David sucedió a Saúl, sentándose sobre el trono del Eterno. Salomón, hijo de David, quien lo sucedió, también se sentó sobre el trono del Eterno. “Y se sentó Salomón por rey en el trono del Eterno en lugar de David su padre” (1 Crónicas 29:23; ver también 2 Crónicas 9:8).

Deseo subrayar aquí un hecho muy importante. Antes de Saúl, el Eterno había sido rey sobre Israel; y los reyes humanos se sentaron sobre el trono de Él. El Eterno (o “Jehová”) es Jesucristo, quien estaba con el Padre desde antes que el mundo fuera (Juan 17:5 y 1:1-2, 14). Jesús es al mismo tiempo “raíz” y “linaje” de David (Apocalipsis 22:16). Puesto que Él era la “raíz”, el trono le pertenecía antes que David naciera; y por consiguiente, David se sentó sobre el trono de El Eterno. En segundo lugar, dado que Jesucristo era el hijo legítimo y carnal de David, por herencia se hizo nuevamente acreedor a aquel trono, continuando así la dinastía de David. Por eso, cuando Jesucristo regrese a la Tierra, ¡Él tendrá doble derecho al trono de David!

Llegamos ahora a un hecho increíble, fantástico, casi imposible de creer, ¡pero cierto! Mientras David fue rey, Dios hizo con él un pacto perpetuo e incondicional que Dios no puede, ¡ni quebrantará jamás! Este pacto es aún más asombroso y menos entendido ¡que el pacto incondicional realizado con Abraham!

Yo quisiera colocar de manera firme en su mente, la naturaleza y carácter específicos del pacto que el Todopoderoso hizo con David. Por cuanto éste pacto es un enlace vital en el propósito y la misión de Cristo, ¡y es una clave importante para comprender la Biblia!

En 2 Samuel 23:1, 5, leemos lo siguiente: “Estas son las palabras postreras de David (…) Dios (…) ha hecho conmigo pacto perpetuo, ordenado en todas las cosas, y será guardado”. ¡En otras palabras, un pacto que ha de perdurar para siempre y que no puede fallar!

Vaya al capítulo 7 de 2 de Samuel para ver detalles más específicos. Dios le hizo a David esta promesa del pacto en un tiempo cuando David estaba muy preocupado porque el arca del pacto permanecía en un tabernáculo; David quería construir un gran templo en Jerusalén.

“Aconteció aquella noche, que vino palabra de [el Eterno] a Natán, diciendo: Ve y di a mi siervo David: Así ha dicho [el Eterno]: ¿Tú me has de edificar casa en que yo more? (…) Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje [a Salomón], el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él por padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (2 Samuel 7:4-5, 12-16).

Detalles para tener en cuenta

Tomemos nota cuidadosa de los siguientes puntos:

1) El trono de David fue instalado y establecido con Salomón, hijo de David.

2) El trono, el trono de David (versículo 16) fue establecido para siempre a partir de Salomón (versículo 13). Observe que no dice en ninguna parte que cuando Cristo viniera Dios establecería el trono en Él, para siempre. Aquí dice que éste fue establecido para siempre en Salomón.

3) ¿Y si Salomón o los hijos de Israel desobedecieran? ¿Haría eso cesar el pacto? Los versículos 14-15 dicen claramente que si ellos cometieran iniquidad, Dios los castigaría con vara de hombres, pero no anularía este pacto. ¡El trono permanecería para siempre de todas maneras!

4) Nótese especialmente que en caso de desobedecer, Dios no quitaría el trono como lo hizo con Saúl. ¿Cómo se lo quitó a Saúl? ¡Terminando su dinastía! Ningún hijo de Saúl se sentó jamás sobre su trono. En cambio, la dinastía de Salomón no tendría fin; el castigo de la desobediencia llegaría por mano de los hombres.

5) Puesto que Dios estableció éste trono firmemente con David y con Salomón, si el trono de David dejara de existir, incluso durante una generación, ¿podríamos afirmar que había sido establecido para siempre como Dios aquí lo prometió?

¡He aquí un hecho muy poco comprendido en la Biblia! Dios Todopoderoso hizo un pacto con David absolutamente obligatorio ¡y veremos exactamente cuán obligatorio es!, garantizando incondicionalmente que a partir de aquel momento, ¡jamás habría una generación sin un descendiente de David sentado sobre ese trono en una dinastía inquebrantable, gobernando a los hijos de Israel! Esta fue la promesa de una dinastía continua e inquebrantable, por todas las generaciones, para siempre.

¡Es difícil de creer! Sin embargo, Dios así lo prometió y lo garantizó inalterablemente. No habría condiciones. Nada que ocurriera podría evitarlo; los pecados del pueblo no cambiarían esto, ¡la promesa permanecería inmutable!

El fin de la historia

¿Pero, dónde se encuentra aquel trono hoy día?

La historia bíblica registra una serie de reyes, todos descendientes de David, en una dinastía continua hasta el rey Sedequías. Pero en el año 585 a.C, este último rey que se sentó sobre aquel trono, ¡fue capturado por los ejércitos del rey Nabucodonosor de Babilonia y después de sacarle los ojos, lo llevaron a Babilonia donde murió en un calabozo!

Además, todos sus hijos fueron asesinados. Todos los nobles de Judá que no estaban ya presos o esclavizados en Babilonia en aquel entonces fueron asesinados, ¡de modo que ninguno sobrevivió para ocupar el trono de David! Los caldeos destruyeron a Jerusalén, quemaron el templo y las casas reales, llevándose cautivos y esclavos a los judíos a Babilonia. Ciertamente no hay constancia de ningún rey de la línea de David que haya gobernado sobre Judá desde aquel día hasta hoy. Sin embargo, la progenie de Joaquín hasta Jesús sobrevivió en el cautiverio babilónico; por lo tanto, Jesús fue un descendiente de David.

Algunos dirán que el trono se establece hoy en Cristo, ¡pero Él aún no ha tomado posesión del trono! Jesús se muestra a sí mismo, como el noble (Lucas 19:12) que se va a un país lejano (el cielo) para recibir el derecho a un Reino; y después de recibir el derecho al Reino regresaría. ¡Jesucristo no se sentará sobre el trono de David hasta que venga a la Tierra por segunda vez en un futuro próximo!

¿Pero, qué hubo de los casi 600 años entre el rey Sedequías y el nacimiento de Jesucristo? ¿Quién reinó sobre los israelitas ocupando el trono de David durante todas esas generaciones? ¡Si nadie reinó debemos concluir que Dios quebrantó Su Palabra, o que la Escritura ha sido invalidada!

¡La respuesta a esto es un misterio más increíble que cualquier cuento de ficción! La Biblia lo revela paso por paso.

Pero, una vez más, algunos, refiriéndose a la expresión “yo afirmaré” (2 Samuel 7:13), concluirán que quizá Dios establecerá aquel trono para siempre a la segunda venida de Cristo. Esto tampoco puede ser porque si el trono de David ha dejado de existir todos estos siglos, ¿de manos de quién lo recibirá Cristo? Dios Prometió claramente que establecería el trono en Salomón: “Yo afirmaré [“estableceré”, dice la vkj] para siempre el trono de su [de Salomón] reino”. Dios no está hablando de establecerlo en Cristo a su segunda venida, después de muchos siglos. Estaba hablando de Salomón, no de Cristo, pues dijo: “Y si él hiciere mal, yo le castigaré” (2 Samuel 7:14).

Pero existe otra escritura que pone fin a toda especulación acerca de cuándo fue establecido este trono: “…Oídme, Jeroboam y todo Israel. ¿No sabéis vosotros que [el Eterno] Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, bajo pacto de sal?” (2 Crónicas 13:4-5). Una nota al margen señala “pacto perpetuo”. ¡Aquí se demuestra que el trono fue establecido en el pasado! Dios le dio este reino a David y a sus hijos, no a su Hijo, Cristo, sino a sus hijos, en plural, sin interrupción y para siempre.

Establecido por todas las generaciones

“Hice pacto con mi escogido; juré a David mi siervo, diciendo: Para siempre confirmaré tu descendencia [dinastía, dice la Moffatt], y edificaré tu trono por todas las generaciones” (Salmos 89:3-4). ¡Note eso! Este trono, establecido para siempre, habría de afirmarse por todas las generaciones, Dios estableció ese trono comenzando con David y Salomón. Tenemos registro histórico de esto por varias generaciones, aún hasta el rey Sedequías, en el 585 a.C.

Esto fue establecido para todas las generaciones, de manera continua y perpetuamente, ¡para siempre! Ese término “todas las generaciones” ciertamente debe incluir las generaciones desde Sedequías hasta el nacimiento de Cristo. ¿Quién ocupó el trono durante esas generaciones?

Cristo no está sentado ahora en ese trono, sino en el trono de Dios Todopoderoso en el cielo (Apocalipsis 3:21).

Entonces, ¿qué sucede con nuestra generación actual? ¿Dónde hay un descendiente de David actualmente en línea de sucesión ininterrumpida sobre el trono de David y reinando sobre los hijos de Israel?

¿Es de extrañarse que algunas personas tales como Thomas Paine y Robert Ingersoll hayan perdido su fe en la Biblia? Ellos vieron estas promesas incondicionales, pero no pudieron ver cómo se habían cumplido. Sin embargo, si tenemos paciencia, ¡nosotros lo veremos!

El Salmo 89, versículo 28 y 29, continúa: “Para siempre le conservaré mi misericordia, y mi pacto será firme con él. Pondré su descendencia [dinastía en la versión Moffatt] para siempre, y su trono como los días de los cielos”.

Consideremos por un momento el significado de la palabra “descendencia” [“simiente”, en la versión kj] en este sentido. La versión Moffatt traducida al inglés moderno arroja esta palabra como “dinastía”. La versión Revisada Estándar (rsv) traduce esto como “line” [línea o linaje de David], es decir, una línea continua o sucesión de hijos, generación tras generación. Esta “descendencia” no es toda la población de los hijos de Israel. Esto está hablando de los descendientes o hijos de David, los cuales habrían de ser reyes. David pertenecía a la tribu de Judá, que poseía la promesa del cetro, no la de la primogenitura. Por lo tanto, su “descendencia” sería la línea real, de ese modo literalmente eso significa, su dinastía, su línea o descendencia sucesiva de hijos.

Ahora pues, mientras su trono permanece por todas las generaciones como los días del cielo, consideremos el siguiente versículo: “Si dejaren sus hijos mi ley, y no anduvieren en mis juicios, si profanaren mis estatutos, y no guardaren mis mandamientos, entonces castigaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades. Mas no quitaré de él mi misericordia, ni falsearé mi verdad. No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado por mi santidad, y no mentiré a David. Su descendencia [dinastía] será para siempre, y su trono como el sol delante de mí. Como la luna será firme para siempre, y como un testigo fiel en el cielo” (Salmos 89:30-37).

Aquí está hablando de aquellas generaciones cuando sus hijos podrían desobedecer y apartarse de la ley de Dios. Hoy algunos excusan su inhabilidad para localizar este trono, diciendo que el pacto era condicional, que fue quebrantado por la desobediencia de los hijos de Israel. Pero, ¿qué dice el Todopoderoso? Que si los hijos desobedecen y transgreden el pacto, serían castigados por su trasgresión, pero ¡no sería quebrantado el pacto incondicional de Dios con David!

Hay quienes afirman que Cristo se posesionó del trono. Pero no fue así, pues Él fue crucificado, resucitó y ascendió al cielo. Él Vendrá, y ya muy pronto, para sentarse en el trono como Rey de reyes y Señor de señores. Pero ¿cómo podría Jesucristo a Su retorno a la Tierra sentarse sobre un trono que hace mucho tiempo dejó de existir?

¿Vendrá Jesucristo a un trono inexistente?

Si el trono de David dejó de existir con Sedequías, significa que ya no existe hoy. Y si no existe, ¿cómo se sentará Jesucristo sobre un trono inexistente? (ver Lucas 1:31-32). Y como debía existir por todas las generaciones, ¿qué pasó con las muchas generaciones entre Sedequías y el nacimiento de Jesús?

El muy importante dato de que el glorificado Rey de reyes viene a sentarse en un trono existente, es reafirmado más ampliamente por el profeta Jeremías. ¡En el capítulo 33 hay una profecía de eventos por ocurrir en el tiempo de la venida de Cristo en supremo poder y gloria! En el tiempo que esta profecía fue escrita, el profeta estaba prisionero en Jerusalén. Los ejércitos de Babilonia tomaron cautivos a los judíos. Dios dijo a Jeremías: “yo te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces (…) acerca de las casas de esta ciudad, y de las casas de los reyes de Judá, derribadas…” (versículos 3-4).

Jeremías sabía que las casas de los reyes en Jerusalén estaban siendo destruidas, y que el trono de David estaba siendo removido de Jerusalén. Él sería, como se mostrará más adelante, un agente de Dios para arrancar ese trono de Jerusalén. Dios le estaba revelando ahora algo tranquilizador. El trono de David sería, en este tiempo del fin, plantado de nuevo en Jerusalén. Dios ahora asegura al profeta que el trono estaría ininterrumpidamente sobre los israelitas hasta ese tiempo. Sería la misma e ininterrumpida dinastía. ¡El Mesías se sentará sobre un trono existente!

Esta es la profecía de lo que ha de suceder a la venida gloriosa de Cristo a gobernar: “He aquí que vienen días, dice [el Eterno], en que yo confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá” (Jeremías 33:14). ¡Note cuidadosamente! Esta promesa de la dinastía continua de David es una promesa no sólo a la casa de Judá sino también a la casa de Israel. Desde que se dividieron las dos naciones, el trono no había sido conectado con Israel, tan solo con Judá; pero, ¡la promesa que va a ser cumplida cuando Cristo regrese conecta esto con Israel al mismo tiempo que con Judá!

Continúe: “En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia [el Mesías], y hará juicio y justicia en la tierra” (versículo 15). Aquí habla del reinado de Cristo como Rey de reyes. Jesús, descendiente de David por su nacimiento humano (Romanos 1:3), era el Renuevo de justicia o rama de David.

Continúe: “En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, (…) Porque así ha dicho [el Eterno]: No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel” (versículos 16-17). ¡Note esto! Aquí no dice que a David, finalmente, no le faltaría quien se sentara sobre el trono después de 2.500 años sin tener un hombre sobre el trono. Dice que jamás, en ningún momento, a lo largo de todas las generaciones, ¡le faltaría a David un descendiente que permaneciera sentado sobre su trono!

¿Y sobre quiénes reinaría?

El trono no estaría sobre los judíos

¡No estaría sobre Judá! ¡Léalo en su propia a Biblia! Durante estos más de 2.500 años no le faltaría a David quien se sentara sobre el trono de la casa de Israel, ¡no de Judá!

Dios le reveló esta profecía a Jeremías en el momento en que el trono estaba siendo desarraigado de Judá. Durante estos 2.500 años entre ese entonces y la venida de Jesucristo, ¡éste habría de ser el trono de la casa de Israel!

Está claro que después del retorno de Jesucristo, Israel ofrecerá nuevamente sacrificios y ofrendas encendidas. En la profecía de Ezequiel, desde el capítulo 40 hasta el final del libro, cubriendo este período después de la venida de Cristo se menciona tales sacrificios. Pero, después que Cristo retorne cuando ellos estén nuevamente para ofrendar, la tribu de Leví no habrá sido destruida, pues vivirán aún los descendientes de aquella tribu sacerdotal. Note el versículo 18 de Jeremías 33: “Ni a los sacerdotes y levitas faltará varón que delante de mí ofrezca holocausto y encienda ofrenda, y que haga sacrificio todos los días”.

Esto no quiere decir que durante todos estos años anteriores a la venida de Jesucristo, ellos hayan ofrecido sacrificios continuamente. Otras escrituras demuestran claramente que los cristianos no deben ofrecer sacrificios una vez cumplido el propio sacrificio de Cristo, y que tampoco fueron ofrecidos por los judíos después de la destrucción del templo en el año 70 d.C. Pero otras profecías citadas anteriormente demuestran igualmente que los descendientes de David reinarían en el trono de David durante todas las generaciones, comenzando con Salomón.

Debido a que muchos de los levitas indudablemente permanecieron entre las 10 tribus, aunque nosotros sabemos que muchos continuaron entre los judíos, y debido a que quienes permanecieron entre las 10 tribus perdieron su identidad junto con las 10 tribus, es enteramente posible que muchos si no la mayoría de los llamados al verdadero ministerio de Jesucristo, a través de los siglos hayan sido de la tribu de Leví.

Note ahora la obligatoriedad del pacto de Dios con David: “Así ha dicho [el Eterno]: Si pudiereis invalidar mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no haya día ni noche a su tiempo, podrá también invalidarse mi pacto con mi siervo David, para que deje de tener hijo que reine sobre su trono…” (Jeremías 33:20-21).

Lo que dice la gente

Continúe: “¿No has echado de ver lo que habla este pueblo, diciendo: Dos familias que [el Eterno] escogiera ha desechado? Y han tenido en poco a mi pueblo, hasta no tenerlo más por nación” (versículo 24).

Esto es lo que la gente ha estado diciendo, ¡tal como fue profetizado! Dicen que los judíos fueron esparcidos entre muchas, si no entre todas las naciones, que son individuos dispersos, ¡pero ya no forman una nación con gobierno propio! Y las Diez Tribus se han “perdido”, o han dejado de existir, ¡o sólo son parte de los judíos esparcidos! ¡Así lo han sostenido los mismos judíos y así ha dicho todo el mundo! Pero, ¿qué dice Dios?

Continúe en el siguiente versículo: “Así ha dicho [el Eterno]: Si no permanece mi pacto con el día y la noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, también desecharé la descendencia de Jacob, y de David mi siervo, para no tomar de su descendencia [dinastía] quien sea señor sobre la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque haré volver sus cautivos, y tendré de ellos misericordia” (Jeremías 33:25-26).

Una prueba de la veracidad bíblica

¡Palabras fuertes aquellas! El Todopoderoso dice que si usted puede lograr que esta vieja Tierra deje de girar sobre su eje, y que pueda quitar el sol, la luna y las estrellas del cielo, entonces usted podría impedir que Él cumpla Su pacto de mantener continuamente por todas las generaciones, para siempre, desde los días de David y Salomón, ¡a un descendiente de David en una dinastía continua sobre ese trono!

El descendiente no tiene que gobernar necesariamente sobre toda la casa de Israel, o los judíos; pero sí sobre algunos de ellos, suficientes como para formar una nación.

Esto no se puede aplicar para decir que no habría un trono continuo, ni aplicarse sólo a la “simiente”, Cristo, finalmente viniendo a gobernar. Note que dice específicamente: “…para no tomar de su descendencia quien sea señor [más de uno. En inglés dice “gobernantes”] sobre…” los Israelitas. Habla de gobernantes continuos, múltiples, ¡no un Gobernante viniendo a sentarse en un trono que 2.500 años antes había dejado de existir!

La promesa del pacto hecha a David es clara y definitiva. O su dinastía ha continuado y existe hoy, reinando sobre la casa de Israel (no los judíos), ¡o la Palabra de Dios falla!

Recuerde otra vez la promesa del cetro que incluye este linaje de reyes que culminará con Cristo a Su segunda venida. “No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh [Cristo]; y a él se congregarán los pueblos” (Génesis 49:10).

¿Se ha quitado el cetro de Judá? ¿Ha dejado de existir aquel trono? ¿O existe hoy, tal como Dios lo prometió tan evidentemente, un trono real y vigente del cual Jesucristo podrá tomar posesión cuando regrese a la Tierra?

¡La infalibilidad de la Biblia, la Palabra de Dios, está en juego!

Chapter 7: La misteriosa comisión de Jeremías

Llegamos ahora a una de las partes más fascinantes e interesantes de esta extraña historia de Israel; de hecho, es el vínculo mismo entre la profecía y su cumplimiento en el presente. No obstante, es algo totalmente no reconocido por los teólogos.

Después que la casa de Israel, o sea el reino del norte cuya capital era Samaria, fuera llevada al cautiverio asirio entre los años 721 al 718 a.C, el Reino de Judá permaneció en la parte sur de Palestina conocida como Judea. En ese tiempo Judá, como nación, aún no había rechazado la religión de Dios ni Su gobierno. Él aún mantenía Su pacto con David, de modo que la dinastía de David permanecía en el trono sobre parte de los israelitas; sobre la casa de Judá, o sea, los judíos.

Pero al perderse de vista Israel, Judá también abandonó los caminos y el gobierno de Dios, yendo tras los caminos de las naciones gentiles, cometiendo pecados incluso peores que los de Israel, hasta que finalmente el Eterno también castigó a Judá con el cautiverio nacional y la esclavitud.

Antes de la apostasía de Judá, Dios había dicho por medio del profeta Oseas: “Si fornicas tú, Israel, a lo menos no peque Judá…” (Oseas 4:15). Pero más tarde el Eterno dijo a Jeremías: “¿Has visto lo que ha hecho la apóstata Israel? Ella (…) ha fornicado (…) y lo vio su hermana la rebelde Judá. Ella vio que por haber fornicado la rebelde Israel, yo la había despedido y dado carta de repudio; pero no tuvo temor la rebelde Judá su hermana, sino que también fue ella, y fornicó (…) Ha resultado justa la rebelde Israel en comparación con la desleal Judá” (Jeremías 3:6-11).

Aquí una vez más queda muy claro que las 12 tribus de Israel se habían dividido en dos naciones separadas. Sin embargo quienes se oponen a la verdad revelada en este libro quieren negar estas claras escrituras y tratan de desacreditar a los que revelan la verdad.

Ahora vemos cómo Judá (los judíos) también fue sacado de su tierra más de 130 años después del cautiverio de Israel. Ellos fueron llevados como esclavos a Babilonia, no a Asiria, donde había sido llevada Israel.

“Y dijo [el Eterno]: También quitaré de mi presencia a Judá, como quité a Israel, y desecharé a esta ciudad que había escogido, a Jerusalén, y a la casa de la cual había yo dicho: Mi nombre estará allí” (2 Reyes 23:27).

Y así, más de 130 años después del cautiverio de Israel llegó el momento en que Dios también hizo sacar a los judíos de su tierra como cautivos y esclavos.

La extraña comisión de Jeremías

Para este propósito, Dios levantó a un profeta muy especial, cuyo llamamiento y comisión pocos han entendido. Este profeta era Jeremías, quien desempeñó un extraño y poco comprendido papel en este cautiverio.

El siguiente hecho arroja algo de luz sobre la importancia de su misión: La Biblia menciona sólo a tres hombres que fueron santificados para sus respectivas tareas desde antes de nacer, y de éstos tres el primero fue Jeremías. ¡Los otros dos fueron Juan el Bautista y Jesucristo!

El Eterno habló por primera vez a Jeremías cuando éste, según los indicios, era un joven de unos 17 años. Para el tiempo cuando completó su misión, él ya era un anciano patriarca canoso.

Este vital pero poco conocido llamamiento y comisión se describen en los primeros versículos del primer capítulo del libro de Jeremías. “Antes que te formase en el vientre te conocí”, le dijo el Eterno, “y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:5).

¡Pero Jeremías tuvo miedo! “¡Ah! ¡ah, Señor [Eterno]! He aquí, no sé hablar, porque soy niño” (v. 6).

Pero el Eterno respondió: “No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice [el Eterno]” (versículos 6-8).

Entonces el Eterno extendió su mano y tocó la boca de Jeremías. “He aquí”, dijo Dios, “he puesto mis palabras en tu boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar” (versículos 9-10). La versión autorizada inglesa de kj arroja así el versículo 10: “… para extirpar y para tumbar, para destruir y derribar [totalmente], para construir y plantar”.

Note que Jeremías fue puesto sobre naciones (más de un reino). Él era un joven judío que vivía en Judá, pero fue establecido como profeta no solamente sobre Judá, ¡sino sobre naciones y reinos! Él fue establecido sobre estos reinos para hacer dos cosas: primero, para “arrancar” o “destruir”, para “arruinar” o “derribar”; y segundo, para “edificar y para plantar”.

Una verdad actualmente desconocida

¡Léalo en su propia Biblia! Dios comisionó a Jeremías como profeta para advertir a la nación de Judá de sus transgresiones en contra del gobierno y los caminos de Dios. Fue enviado para advertir a esta rebelde nación del inminente castigo: la invasión y el cautiverio a manos del ejército caldeo, a menos que reconociera su culpa y cambiara su proceder. Jeremías sirvió como un intermediario entre los reyes de Judá, y Babilonia.

Es bien sabido que Jeremías fue utilizado para advertir a Judá del cautiverio inminente, y de la “destrucción” o “derrocamiento” del trono de David en el Reino de Judá.

Muchos entienden que la casa de Judá fue invadida por los ejércitos del rey Nabucodonosor; que los judíos fueron llevados cautivos a Babilonia; que dejaron de ser un reino; y que ya no existía un gobernante de la dinastía de David sobre el trono del Reino de Judá.

Ahora bien, ¿cuál es el significado de todo esto? ¿Acaso olvidó Dios Su promesa a David, de que su dinastía nunca terminaría, y que el trono de David fue establecido en Salomón, y que continuaría por todas las generaciones para siempre? ¿Acaso el Dios Todopoderoso había olvidado Su juramento de que no alteraría esta promesa aunque los reyes y el pueblo se rebelaran y pecaran? La fidelidad de Dios está en riesgo. ¡La inspiración de la Santa Biblia como Su Palabra revelada está en juego!

¡Pero note esto! ¡Véalo en su propia Biblia! La comisión divina dada a Jeremías era arrancar y derribar el propio trono de David en Judá, pero fíjese en la segunda parte de esa comisión. ¡Edificar y plantar! ¿Edificar y plantar qué?

Lógicamente, lo mismo que se le fue comisionado a arrancar de Judá: ¡el trono de David que Dios juró preservar para siempre! Jeremías fue puesto no sólo sobre una nación (Judá), sino sobre naciones. Sobre los reinos, ¡tanto el Reino de Israel como el de Judá!

Jeremías fue utilizado para “arrancar” ese trono de Judá. Entonces, ¿qué le fue comisionado hacer a Jeremías en Israel? Note la segunda parte de esta comisión extraña y poco entendida: ¡Edificar y plantar!

Hasta donde el mundo conoce, el último rey que ocupó el trono de David fue Sedequías de Judá. Él fue derrocado y el trono fue desarraigado de Judá en el año 585 a.C, ¡casi 600 años antes de Cristo!

¿Qué le ocurrió a ese trono? ¿Dónde estuvo ese trono entre el 585 a.C y los días de Cristo, 600 años más tarde? Sabemos que Jeremías no lo plantó ni lo reedificó en Babilonia. Dios había prometido que el trono de David estaría sobre los israelitas por todas las generaciones, no sobre los gentiles. Tenemos la historia de la continuidad del trono gentil en Babilonia.

¡El trono de David nunca más se volvió a plantar o edificar entre los judíos! En los tiempos de Cristo ya no estaba sobre los judíos, puesto que éstos estaban bajo el gobierno romano. Jesús no tomó posesión de dicho trono. El trono no estaba funcionando en Judá, ni existía en ese lugar o sobre ese pueblo; no estaba ahí para que Jesús se sentara en él. ¡Además Jesús mismo dijo que Su Reino no era de esta presente era! ¡No obstante, Él nació para sentarse en ese mismo trono de David Su padre (Lucas 1:32)!

Pero la comisión divina del profeta Jeremías era plantar y reedificar ese trono, ¡durante su vida! Jeremías había sido puesto sobre ambas naciones, Judá e Israel, para derribar el trono de David en Judá. ¡Pero hay más aun! Para plantar y reedificar luego, necesariamente entre los de la casa de Israel, la cual, para ese tiempo, había estado muchos días sin rey, ¡perdida de vista y que ahora creía ser una nación gentil! Por lo tanto, la identidad y ubicación de este trono trasplantado debió permanecer oculta del mundo hasta este tiempo del fin en el cual vivimos.

Derribando el trono

La vida y obra de Jeremías constituye una historia fascinante. Los primeros capítulos del libro de Jeremías están dedicados a su ministerio, acerca de cómo advirtió a los judíos de la inminente cautividad. Él amonestó a reyes, sacerdotes, profetas y al pueblo de Judá, entregando el mensaje de Dios. Pero en respuesta, lo encarcelaron y rehusaron escuchar y obedecer a Dios. Entonces Dios los hizo llevar al cautiverio.

Es generalmente conocido que Babilonia conquistó a Judá en tres etapas diferentes. El primer sitio tuvo lugar en el año 604 a.C, una fecha cerca de dos años más tarde de lo que ha sido reconocido comúnmente, pero una fecha que ahora ha quedado firmemente establecida. Sin embargo, el territorio no pasó completamente a manos de estos babilonios gentiles sino hasta haberse cumplido un ciclo completo de 19 años más, es decir hasta el año 585 a.C. El libro de Jeremías nos describe el papel cumplido por Jeremías en este cautiverio.

Pero ahora note un dato interesante. El último rey en ocupar el trono de David que registra tanto en la Biblia como en la historia secular, fue el rey Sedequías de Judá. Recuerde ese nombre. Ahora leamos 2 Reyes 24:18: “De veintiún años era Sedequías cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén once años. El nombre de su madre fue Hamutal hija de Jeremías, de Libna”.

Ahora sigue una breve descripción de cómo fue derribado y arrancado el trono de David: “En el noveno año de Sedequías, rey de Judá, en el mes décimo, vino Nabucodonosor rey de Babilonia con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitiaron. Y en el undécimo año de Sedequías, en el mes cuarto, a los nueve días del mes se abrió brecha en el muro de la ciudad (…) Y viéndolos Sedequías rey de Judá y todos los hombres de guerra, huyeron (…) Pero el ejército de los caldeos los siguió, y alcanzaron a Sedequías en los llanos de Jericó; y le tomaron, y le hicieron subir a Ribla en tierra de Hamat, donde estaba Nabucodonosor rey de Babilonia, y le sentenció. Y degolló el rey de Babilonia a los hijos de Sedequías en presencia de éste en Ribla, haciendo asimismo degollar el rey de Babilonia a todos los nobles de Judá. Y sacó los ojos del rey Sedequías, y le aprisionó con grillos para llevarle a Babilonia” (Jeremías 39:1-7).

En los primeros 11 versículos del capítulo 52 encontramos una descripción casi idéntica de los mismos acontecimientos, pero allí se añade la frase: “Y lo puso en la cárcel [a Sedequías] hasta el día en que murió”.

De estos pasajes se desprenden los siguientes puntos:

1) El rey de Babilonia mató a todos los hijos de Sedequías que eran herederos al trono de David.

2) También mató a todos los nobles de Judá, eliminando así a todos los posibles herederos al trono.

3) Finalmente, luego de sacarle los ojos a Sedequías, este rey que había ocupado el trono de David fue llevado a Babilonia donde murió encarcelado.

4) Así pues, al parecer (y todo el mundo así lo ha creído), el trono de David cesó, sin posibles herederos, o hijos, que mantuvieran viva la dinastía. Ciertamente desde ese día hasta hoy, ¡el trono nunca más volvió a existir en Judá, en Jerusalén, o entre los judíos!

¿Qué ocurrió con Joaquín?

Cierto es que en esa época había un antiguo rey de Judá preso en los calabozos de Babilonia, y que tenía hijos que podrían haber continuado la línea de David. El ex rey Joaquín (llamado también Jeconías) que había sido trasladado a Babilonia en cadenas, recuperó su posición honrosa 37 años después del cautiverio (vea 2 Reyes 25:27-30). Incluso le fue dado el título de “rey” junto con otros numerosos “reyes” vasallos cautivos.

Uno de los hijos de Joaquín era Salatiel, padre de Zorobabel, ¡descendiente de linaje real por quien Jesucristo mismo trazó Su pasado real remontándose hasta David! (Mateo 1:12). Y Zorobabel, fue el hombre que Dios usó para que Ciro, rey de Persia, hiciera un decreto dándole la gobernación, no la corona de un rey, para retornar a Jerusalén y reconstruir la Casa de Dios, el Templo, setenta años después del cautiverio.

Pero ni Joaquín, ni sus hijos, ni sus nietos reinaron como rey en Judá. ¿Por qué?

Dado que hubo un descendiente del linaje de David que sobrevivió al cautiverio, ¿por qué no fue restaurado al trono una vez de regreso en Jerusalén? ¿Por qué? ¡Sencillamente porque Dios no quiso permitirlo!

Es Dios quien hace los reyes, ¡y quien los deshace también! Dios estaba determinado a quitarle la corona al linaje reinante de Fares y colocarla en la cabeza de un descendiente de Zara. Sin embargo, tenía que permanecer en el área una línea real de la estirpe de David, para que cientos de años más tarde Cristo pudiera nacer como descendiente de David. ¡Y Dios también tenía que cumplir Su promesa a David de que nunca le faltaría a éste un descendiente sobre el trono! Eran muchas las profecías complejas y fascinantes que debían cumplirse, algunas de ellas aparentemente contradictorias. Una tarea difícil de lograr; ¡una asombrosa comisión de Dios para Jeremías!

¡”Vivo yo, dice el Eterno, que si Conías [Jeconías] hijo de Joacim rey de Judá fuera anillo en mi mano derecha, aun de allí te arrancaría”! (Jeremías 22:24). Dios había determinado el fin de esta línea de reyes. ¡Les estaba quitando la corona y no permitió que los hijos de Jeconías reinaran en el trono de Judá! Dios estaba trasplantando el trono a otra rama de la familia de Judá.

Dios le dijo a Jeremías enérgicamente: ¡”Escribid lo que sucederá a este hombre privado de descendencia, hombre a quien nada próspero sucederá en todos los días de su vida; porque ninguno de su descendencia logrará sentarse sobre el trono de David, ni reinar sobre Judá”! (Jeremías 22:30).

Dios habló, ¡y Jeremías escribió! La historia se diseñó y se desenvolvió ¡tal como Dios dijo! Jeconías tuvo hijos, Dios mismo hizo que este hecho quedara registrado (ver 1 Crónicas 3:17; Mateo 1:12), pero en lo que concierne al trono de David, él fue privado de descendencia; ¡ninguno de sus hijos logró ocupar ese trono!

La corona había sido removida ahora de la línea de Fares, removida del territorio de Judá, los herederos inmediatos del trono habían muerto y Jeconías estaba encarcelado en Babilonia, sin hijos que pudieran ocupar el trono, ¡según lo había dispuesto el Dios Todopoderoso!

Jeremías había cumplido ahora la primera parte de su gran comisión. El trono había sido arrancado, el reino se hallaba completamente destruido y Judá comenzaba ahora a sufrir su castigo nacional.

¿A dónde fue Jeremías?

¿Pero qué hay con respecto a la segunda parte de la importante comisión de Jeremías?

Jeremías se hallaba entre estos judíos cautivos. Él tenía que estar libre para poder cumplir la segunda parte de su comisión.

“Y Nabucodonosor había ordenado a Nabuzaradán capitán de la guardia acerca de Jeremías, diciendo: Tómale y vela por él, y no le hagas mal alguno, sino que harás con él como él te dijere” (Jeremías 39:11-12). “Tomó, pues, el capitán de la guardia a Jeremías y le dijo (…) Y ahora yo te he soltado hoy de las cadenas que tenías en tus manos. Si te parece bien venir conmigo a Babilonia, ven, y yo velaré por ti; pero si no te parece bien venir conmigo a Babilonia, déjalo. Mira, toda la tierra está delante de ti; ve a donde mejor y más cómodo te parezca ir (…) Y le dio el capitán de la guardia provisiones y un presente [dinero], y le despidió” (Jeremías. 40:2-5).

De esta manera Jeremías quedó absolutamente libre para hacer lo que deseara; incluso se le dio dinero y completa libertad, así él podría llevar a cabo la segunda mitad de su misión. ¿Pero a dónde fue?

Llegamos ahora a una parte asombrosa, fascinante, emocionante del libro de Jeremías, pasada casi completamente por alto por la mayoría de las personas: “Se fue entonces Jeremías a Gedalías hijo de Ahicam, a Mizpa, y habitó con él en medio del pueblo que había quedado en la tierra” (versículo 6).

Gedalías ahora había sido nombrado gobernador por el rey de Babilonia sobre un remanente de judíos, y debido a que Jerusalén había sido destruida, fijó su sede en Mizpa. Pero el rey Amón, junto con un judío llamado Ismael, tramó el asesinato de Gedalías. El plan se llevó a cabo; el gobernador y una parte de los judíos fueron asesinados. Jeremías estaba entre los sobrevivientes.

“Después llevó Ismael cautivo a todo el resto del pueblo que estaba en Mizpa, a las hijas del rey y a todo el pueblo que en Mizpa había quedado, el cual había encargado Nabuzaradán capitán de la guardia [de Babilonia] a Gedalías (…) Los llevó, pues, cautivos, Ismael (…) y se fue para pasarse a los hijos de Amón” (Jeremías 41:10).

¡Ah! ¿Lo captó usted? Lea nuevamente este pasaje. ¡Entre estos judíos se encontraban las hijas del rey! ¡Hijas de Sedequías, rey de Judá, y de la dinastía de David!

El rey Sedequías había muerto encarcelado en Babilonia (Jeremías 52:11). Todos sus hijos habían sido asesinados, lo mismo que todos los nobles de Judá. Todos los posibles herederos de Sedequías al trono de David también estaban muertos; ¡excepto las hijas del rey! ¡Ahora vemos porqué Jeremías fue a Mizpa!

Jeremías se escapa

Poco después un individuo llamado Johanán remplazó a Ismael como líder. Y temiendo las represalias de Nabucodonosor y el ejército caldeo, Johanán y los capitanes recurrieron al profeta, “y dijeron al profeta Jeremías: Acepta ahora nuestro ruego delante de ti, y ruega por nosotros a [el Eterno] tu Dios (…) para que [el Eterno] tu Dios nos enseñe el camino por donde vayamos, y lo que hemos de hacer” (Jeremías 42:2-3). Ellos eran como muchos cristianos profesos de hoy, que acuden al ministro de Dios asegurando solemnemente que quieren saber la voluntad divina, que prometen al igual que éstos obedecer “la voz de [el Eterno] nuestro Dios” (versículo 6).

Pero, ¿lo decían sinceramente? Las personas así, rara vez son sinceras. La naturaleza humana quiere ser buena, o pensar que es buena, pero no quiere hacer el bien.

La palabra de Dios vino a Jeremías, y Él les dijo que no temieran, ya que los protegería y libraría. Pero el pueblo quería huir a Egipto, y el Eterno les advirtió que no lo hicieran, pues la espada de Nabucodonosor que tanto temían los alcanzaría allí y ellos morirían: “…Si vosotros volviereis vuestros rostros para entrar en Egipto, y entrareis para morar allá, sucederá que la espada que teméis, os alcanzará allí (…) y allí moriréis” (Jeremías 42:15-16).

Mas el pueblo, como de costumbre, rechazó la advertencia de Dios. Johanán respondió así a Jeremías: “Mentira dices; no te ha enviado [el Eterno] nuestro Dios para decir: No vayas a Egipto para morar allí” (Jeremías 43:2-3). “No obedeció, pues, Johanán (…) ni nadie del pueblo, a la voz del Eterno” (versículo 4). Los que profesan a voz en cuello querer hacer la voluntad de Dios, por lo general no aceptan la Palabra de Dios como Su voluntad, ¡a menos que coincida con la suya propia!

Así que Johanán “tomó (…) a todo el remanente de Judá (…) a hombres y mujeres y niños, y a las hijas del rey (…) y al profeta Jeremías y a Baruc hijo de Nerías [el escriba o secretario de Jeremías]. Y entraron en tierra de Egipto” (Jeremías 43:5-7).

Al llegar a Egipto, Dios advirtió nuevamente a estos judíos, por boca de Jeremías, que ellos morirían allí por la espada y el hambre, y añadió: ¡”Porque no volverán sino algunos fugitivos”! (Jeremías 44:12-14). Sí, unos pocos de este grupo se encontraban bajo la protección divina. Había una misión divina que debía llevarse a cabo. ¡Ellos tenían que escapar! Y el Eterno continúa: “Y los que escapen de la espada volverán de la tierra de Egipto a la tierra de Judá…” (Jeremías 44:28).

Bajo la protección divina

Baruc fue compañero constante de Jeremías a la vez que secretario, y es importante notar aquí la promesa de Dios de protegerlo: “Así ha dicho [el Eterno] Dios de Israel a ti, oh Baruc (…) He aquí que yo destruyo a los que edifiqué, y arranco a los que planté, y a toda esta tierra (…) pero a ti te daré tu vida por botín en todos los lugares a donde fueres” (Jeremías 45:2-5). ¡La vida de Baruc, como la de Jeremías, estaba bajo protección divina!

Antes de esto, el Eterno le había dicho a Jeremías: “Ciertamente te irá bien con tu remanente” [versión kj]. El único “remanente” que quedaba para la misión de Jeremías de trasplantar el trono eran las hijas del rey. “Ciertamente”, continuó el Eterno en el mismo versículo, “Voy a hacer que el enemigo te trate bien en el tiempo del mal y en el tiempo de la aflicción” (Jeremías 15:11, versión inglesa). Dios efectivamente lo hizo, como se narra en el capítulo 39:11-12, y el 40:2-6, que ya hemos visto antes.

Note que todo estaría bien con el material de realeza que le fue dado a Jeremías para edificar y plantar, y Jeremías sería protegido ¡e iría a una tierra que no conocía! ¿A quiénes más les tocaba ir a una tierra que no conocían? A las diez tribus del reino de la primogenitura; a ¡Israel!

Así que Jeremías y su pequeño remanente de la realeza escaparían de Egipto, volverían a Judá, y luego… ¿a dónde? ¡Al mismo lugar donde las “diez tribus perdidas” habían ido, como veremos más adelante!

Ahora permitamos que Isaías complete esta profecía: “Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte de Sion los que se salven. El celo de [el Eterno] de los ejércitos hará esto. Y lo que hubiere quedado de la casa de Judá y lo que hubiere escapado, volverá a echar raíz abajo, y dará fruto arriba” (Isaías 37:32, 31).

Esta misma profecía también aparece en 2 Reyes 19:30-31. Es una profecía dada por Isaías en el año 14 del reinado del rey Ezequías de Judá, cuando el rey Senaquerib de Asiria amenazaba con invadir a Judá. La profecía no habría de cumplirse durante el reinado de Ezequías, sino más tarde. Algunos críticos, en su intento por destruir esta verdad básica e importante, sostienen que el remanente en cuestión es el mismo de 2 Crónicas 30:6. Pero ese evento no es una profecía, sino el recuento histórico de algo que ocurrió durante el primer año del reinado de Ezequías, y ese remanente no escapó de Jerusalén, sino que eran judíos que huyeron de las fuerzas de Senaquerib cuando éstas amenazaban con la invasión de Judá, y no escaparon de Judá sino que huyeron a ella. Además aquí no se dice nada de “echar raíz abajo, y dar fruto arriba”, como sí se dice en Isaías 37, y en 2 Reyes 19.

¡Esta profecía es tan importante que está registrada dos veces en la Biblia! Se refiere al remanente que habría de escapar con Jeremías más tarde. Este remanente que escapó con él, que incluyó al menos una de las hijas del rey, ¡echaría raíz abajo, es decir, se plantaría de nuevo!

Luego habría de dar fruto arriba, ¡sería edificada! ¿Ha incumplido Dios Su pacto solemne de mantener vivo el trono de David? ¿Dónde se plantó y se edificó ese trono? ¿Lo podemos encontrar en la Palabra de Dios? Sí, ¡sí podemos! El lugar y el pueblo entre quienes el trono fue establecido ¡están claramente identificados!

Chapter 8: La brecha misteriosa

¿A dónde fue Jeremías con su secretario Baruc y una o más de las hijas del rey? La historia se detiene abruptamente en este punto. Los estudiosos de la historia bíblica saben desde hace mucho tiempo que las Diez Tribus, llamadas “casa de Israel”, han perdido su identidad y conocimiento histórico, y que existen hoy sin ser reconocidas entre las naciones gentiles. Dios ha ocultado del mundo su identidad y ubicación.

Pero en este tiempo del fin, cuando el conocimiento habría de aumentar y los “entendidos” comprenderían (Daniel 12:4, 10), el secreto nos será revelado por medio de profecías que no podían entenderse hasta ahora. Pero primero debemos considerar una misteriosa “brecha” (o “rotura”) que ocurrió en tiempos de Judá, hijo de Jacob.

Judá fue padre de hijos gemelos. El primogénito era el descendiente real, por medio de quien habría de transmitirse la promesa del cetro. Aparentemente la partera sabía que nacerían gemelos. Está registrado que justo antes del nacimiento, uno de los gemelos “sacó la mano, y la partera tomó y ató a su mano un hilo rojo, diciendo: este salió primero”. Pero el niño volvió a meter la mano y el otro nació primero.

La partera exclamó: “¿Qué brecha te has abierto? esta brecha sea sobre ti [en el margen dice: ¿por qué has hecho esta brecha contra ti?]: y llamó su nombre Fares”, que significa “brecha”. El otro gemelo se llamó Zara (Génesis 38:27-30).

¿Por qué narraría la historia Bíblica este extraño incidente, si no fuera porque la brecha abierta entre los niños o sus descendientes sería sanada en algún momento en el futuro? Pero esto, no ocurrió nunca en la vida de ellos.

Zara, el del hilo color grana, tuvo cinco hijos (1 Crónicas 2:6). ¿Hubo algún descendiente suyo que llegara a ocupar el trono, sanando así la brecha? David, Sedequías y Cristo fueron todos del linaje de Fares, ninguno de Zara.

Consideremos lo siguiente: 1) El hecho de la rotura significa la transferencia del cetro del linaje de Fares al de Zara. 2) Este traspaso no ocurrió antes del tiempo del rey Sedequías de Judá, quien era descendiente de Fares. 3) Por lo tanto, tenía que ocurrir después que Sedequías fuera destronado. 4) Como el linaje de David (Fares) tenía que permanecer en el trono por todas las generaciones para siempre, el trono sólo podía pasar a Zara mediante un matrimonio entre un heredero al trono de este linaje con uno del linaje de Fares, sanando así la rotura.

Las tres transferencias

La historia nos muestra que los descendientes de Zara se convirtieron en nómadas, viajando al norte dentro de los confines de las naciones escitas, y más tarde sus descendientes emigraron a Irlanda en tiempos del rey David.

Mientras tanto, el linaje de Fares-David-Sedequías, poseedor del cetro, se hallaba en lo alto, exaltado. El linaje de Zara, sintiéndose con derecho de poseer el cetro y con la esperanza de que algún día fuera así, se encontraba “abajo”, “disminuido” en lo que respecta al poder de la realeza.

Ahora veamos un pasaje malinterpretado de la profecía. En el capítulo 21 de Ezequiel, comenzando en el versículo 18, usted verá claramente que el Eterno aquí está hablando del cautiverio de Judá a manos del rey de Babilonia. Y a partir del versículo 25 dice [versión kj inglesa]: “Y tú, profano e impío príncipe de Israel [Sedequías], cuyo día ha llegado ya, cuando la iniquidad tendrá su final, así ha dicho [el Eterno] Dios; depón la tiara, y quita la corona [como efectivamente ocurrió en la primera mitad de la comisión de Jeremías]; esto [la corona] no será lo mismo: sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto. Yo la voy a traspasar [en inglés, “overturn” (turn-over = transferir, traspasar, trasladar)], traspasar, traspasar, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré”.

Entendamos esto claramente: “Depón la tiara, quita la corona”. El rey Sedequías, de la dinastía de David, llevaba la corona. Aquí dice que se le quitaría, y así fue. El rey murió en Babilonia y tanto sus hijos como todos los nobles de Judá fueron asesinados.

“Esto [la corona] no será lo mismo” (no será más así). La tiara o diadema no habría de cesar, pero habría un cambio; el trono sería transferido y otro llevaría su corona. ¡La promesa de Dios a David no iba a fallar!

“Será exaltado lo bajo, y humillado lo alto”. ¿Quién es “lo alto”? El rey Sedequías de Judá. Pero él iba a ser humillado, iba a perder su corona. Hasta ese momento, Judá había sido “lo alto”, mientras que Israel había sido “lo bajo”, pues Israel había estado muchos días sin rey (Oseas 3:4). El linaje de Fares había sido “lo alto”, y el de Zara “lo bajo”.

“Yo lo voy a traspasar, traspasar, traspasar, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho”. ¿Qué iba a ser traspasado? La diadema, y el trono. No sólo una vez; sino que sería traspasado tres veces. El primer traspaso o transferencia ocurrió arruinando a Sedequías (la casa de Judá y el linaje de Fares), ¡y exaltando ahora a la casa de Israel, y el linaje de Zara! El primero de los tres traspasos fue llevado a cabo en la primera mitad de la comisión de Jeremías.

“Y esto no será más”. ¿Significa esto que el trono, la corona, dejaría de existir? ¡De ninguna manera! Si dejara de existir, ¿cómo podría “arruinarse” o ser traspasado otras dos veces más? ¿Es decir transferido del uno al otro? Y después de estos tres traspasos de la corona, ¿cómo podría entregarse a Cristo este trono, de quien es el derecho, a Su segunda venida, si hubiera dejado de existir? ¿Cómo podría ser exaltado por la corona quien era lo “bajo”, si esa corona no iba a existir más? ¡No, el significado de esta frase es “que el trono no sería transpuesto de nuevo sino hasta la segunda venida de Cristo”! Y entonces, ¡le será entregado a Él!

¡Dios no quebrantaría la promesa inalterable que le hizo a David, de que él tendría por todas las generaciones un descendiente que llevaría puesta esa corona! Ahora debía cumplirse la segunda mitad de la comisión de Jeremías. Ese trono debía ser trasplantado, y luego reconstruido. ¡Era necesario que la corona fuera transferida a otro! ¿Pero a dónde? ¿A quién se le daría?

Nos lo dice ¡un “enigma y una parábola”!

La extraña verdad de cómo se trasplantó y reedificó el trono de David está revelada en “un enigma y una parábola” cuyo lenguaje simbólico ha sido incomprendido hasta estos postreros días. Sin embargo, su actual claridad es tal ¡que hasta un niño pequeño puede comprenderla!

Éste llena la profecía del capítulo 17 de Ezequiel. Es necesario leer el capítulo entero, cuidadosamente. Nótese primero, que este mensaje profético no estaba dirigido a Judá (a los judíos), sino a la casa de Israel. Era un mensaje para llevarles luz a las diez tribus perdidas de la casa de Israel ¡en estos postreros días!

Primero, Dios le dijo a Ezequiel que dijera un enigma, y luego una parábola. El enigma se describe en los versículos 3 al 10. Luego, a partir del versículo 11, el Eterno explica su significado. “Di ahora a la casa rebelde”. Dios dice “la casa rebelde”, que era Israel formada por diez tribus (ver Ezequiel 12:9) para quien Ezequiel había sido instituido como profeta (Ezequiel 2:3; 3:1, etc.). “¿No habéis entendido qué significan estas cosas? Diles: … ” Y en seguida se explica el enigma claramente.

Una gran águila vino al Líbano y tomó el cogollo o rama más alta del cedro. Esto se explica para representar al rey Nabucodonosor de Babilonia, quien vino a Jerusalén y tomó cautivo al rey de Judá. Luego arrancó al principal de sus renuevos y lo llevó a tierra de mercaderes. La explicación muestra que se trataba de los hijos del rey, cautivos también. La expresión “tomó también de la simiente de la tierra” significa que Nabucodonosor tomó parte del pueblo y de los poderosos de Judá. Él “plantó esta simiente como un sauce. Y brotó, y se hizo una vid de mucho ramaje, de poca altura”, lo cual significa que los judíos recibieron un pacto mediante el cual, aunque estaban bajo el gobierno de los caldeos, ellos podían vivir en paz y crecer. La otra “gran águila” representaba al faraón de Egipto.

Por lo tanto, el enigma representa la primera mitad de la comisión de Jeremías. Ahora veamos la revelación acerca de la segunda parte, ¡de plantar el trono de David!, lo cual aparece en la parábola, en los versículos 22 al 24: “Así ha dicho [el Eterno] el Señor: Tomaré yo del cogollo de aquel alto cedro”. De la propia explicación de Dios sabemos que el cedro representa a la nación de Judá y su rama más alta o cogollo es su rey. El enigma nos dice que Nabucodonosor tomó el cogollo, es decir al rey. Ahora la parábola nos dice que Dios (no Nabucodonosor sino Dios), tomaría del cogollo. No el cogollo mismo, sino que tomó de él; de los hijos de Sedequías. Pero Nabucodonosor había tomado y asesinado a todos sus hijos varones.

Pero Dios, por medio de su profeta Jeremías, iba a tomar de esta rama más alta y lo iba a “plantar” (versículo 22). “Del principal de sus renuevos [jóvenes, cortaré un tallo tierno (vkj)], y lo plantaré sobre el monte alto y sublime”, ¡continúa el Altísimo! ¡Ah! ¡”Un tallo tierno”! ¡Los tallos de la rama más alta representan a los hijos del rey Sedequías! Entonces, indudablemente un tallo joven y tierno, ¡representaba a una hija! “… y lo plantaré”. ¿Puede ser más claro el lenguaje simbólico al explicar que esta joven princesa judía habría de ser la descendiente real por medio de quien el trono de David se plantaría nuevamente? ¿En dónde se iba a plantar? ¡”Sobre un monte alto y sublime [eminente, dice la vkj]”, dijo el Eterno! Un “monte” en lenguaje simbólico siempre representa a una nación.

Pero ¿cuál nación?

“En el monte alto de Israel lo plantaré”, ¡responde el Eterno! El trono de David se iba a plantar ahora en Israel, ¡después de ser arrancado de Judá! ¿Podría ser más claro? “…y alzará ramas [sigue hablando del tallo tierno: la hija del rey], y dará fruto, y se hará magnífico cedro”.

¿Se acabó con Sedequías el trono de David de Judá? ¿Olvidó Dios Su pacto? ¡No! Compare este pasaje con Isaías 37:31-32: “Y lo que hubiere quedado de la casa de Judá y lo que hubiere escapado, volverá a echar raíz abajo [será plantado], y dará fruto arriba”. El trono fue plantado en Israel, ¡mismo que fue removido de Judá! Después que esta princesa hebrea es “plantada” en el trono, ahora en Israel (cual ya estaba perdida de vista), este mismo trono habría de dar fruto. ¡Ella se casaría, tendría hijos y éstos continuarían la dinastía de David!

“… y habitarán debajo de él todas las aves de toda especie; a la sombra de sus ramas habitarán” (Ezequiel 17:23). La Israel “perdida”, teniendo ahora el trono se convertiría en una nación autogobernada, la que con el tiempo se extendería por el globo y crecería en dominio y poderío. ¡Heredaría las promesas incondicionales de la primogenitura, de acuerdo al pacto de Dios con Abraham!

“Y sabrán todos los árboles del campo…” (versículo 24). Un “árbol” en este enigma y parábola representa a una nación. En otras palabras: y sabrán todas las naciones de la Tierra “que yo [el Eterno] abatí el árbol sublime”. Judá, el árbol sublime, que retuvo el trono 130 años después del cautiverio de Israel, quedaba ahora rebajado a la estatura de la esclavitud. “… levanté el árbol bajo”. Durante 130 años Israel había sido un “árbol bajo”. Pero ahora Israel sería exaltado, y se convertiría nuevamente en una nación próspera con un rey davídico. “…hice secar el árbol verde [Judá], e hice reverdecer el árbol seco [Israel]”.

Compare ese lenguaje con Ezequiel 21:26: “Depón la tiara [diadema], quita la corona (…) sea exaltado lo bajo y humillado lo alto…” etc. Esto está hablando de la transferencia del trono de Judá a Israel.

Israel ya tenía cuatro siglos de independencia en lo que hoy es Irlanda, de modo que Israel en Irlanda ya tenía un linaje real al cual se le injertó la hija de Sedequías. Los israelitas irlandeses eran una colonia antigua que no había ido al cautiverio en Asiria.

Israel, encabezada por las tribus de Efraín y Manasés, poseedoras de la primogenitura, habría de crecer y con el tiempo prosperar. “Yo el Eterno lo he dicho, y lo haré” (Ezequiel 17:24).

Efectivamente, esa primogenitura está en Israel. Éste, aunque perdido, aunque creyéndose una nación gentil, es aquel mismo pueblo que habría de convertirse en una gran multitud, en una nación grande y conjunto de naciones, que poseería las puertas de sus enemigos, convirtiéndose en un pueblo colonizador extendiéndose por el mundo, y recibiendo la bendición de grandes recursos y riquezas nacionales. Y cuando fuera una nación grande y poderosa, recuerde, ¡el trono de David se hallaría trasplantado en ella!

Ahora bien, ¿a dónde se dirigió Jeremías, acompañado de la descendencia real, para encontrar la casa perdida de Israel? ¿Dónde están hoy? ¿Cómo se sanó la “rotura” o “brecha”, y cómo llegó al trono un hijo de Zara? ¿Podemos saberlo?

¡Desde luego que sí! ¡El lugar exacto es revelado en la profecía bíblica! ¡Podemos seguir el rastro de Jeremías junto con la historia actual!

Chapter 9: La nueva tierra de Israel

Estamos listos ahora para encontrar el lugar preciso adonde se fueron las tribus perdidas de Israel. Sabemos que existen hoy como una nación y un conjunto de naciones, que son poderosas y que se creen naciones gentiles. Cuando las encontremos, ¡encontraremos el trono de David!

Muchos pasajes de la profecía hablan de estos pueblos en los postreros días. Son profecías que no podían entenderse sino hasta este “tiempo del fin”, ¡profecías cuyo mensaje habría de ser llevado a esos pueblos por las personas a quienes Dios les revelara esto!

Primero, fijemos claramente los siguientes datos:

El profeta Amós escribió en tiempos del decimotercer rey, de un total de 19 que hubo en la casa de Israel (Amos 1:1): “He aquí los ojos de [el Eterno] el Señor están sobre el reino pecador [la casa de Israel, pues la casa de Judá aún no había pecado], y yo lo asolaré de la faz de la tierra [destruiría el reino o gobierno, pero no al pueblo];… Porque he aquí, yo mandaré y haré que la casa de Israel sea zarandeada entre todas las naciones, como se zarandea el grano en una criba, y [sin embargo, dice la vkj] no cae [ni] un granito en la tierra” (Amós 9:8-9).

Esta profecía se aplica generalmente a la dispersión de los judíos. Pero esto no tiene nada que ver con los judíos, o casa de Judá, sino que se refiere a las 10 tribus de la casa de Israel, las que fueron llevadas cautivas a Asiria y de allí emigraron dispersándose entre otras naciones, antes que los judíos fueran llevados a Babilonia. Esta profecía dice que Israel (no Judá) habría de ser zarandeada entre las naciones, y perder su identidad. Sin embargo, Dios los ha protegido y guardado: “sin embargo, no cae ni un granito en la tierra”.

Un nuevo hogar

Fue en estos tiempos cuando los hijos de la casa de Israel habrían de estar “muchos días sin rey” (Oseas 3:4). Es muy claro que este pueblo se dispersó entre las naciones, como lo indican muchos pasajes del Nuevo Testamento. Aunque muchos israelitas seguían dispersos entre varias naciones en el primer siglo d.C, una parte de ellos ya se había establecido en un lugar definitivo de su propiedad, en los tiempos de Jeremías (140 años después de su cautiverio original).

Los israelitas que poseían la primogenitura finalmente habrían de llegar a una nueva tierra propia. En 2 Samuel 7:10 y en 1 Crónicas 17:9 el Eterno les dijo: “Además, yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré [Jeremías tuvo la comisión de plantar el trono entre ellos], para que habite en su lugar y nunca más sea removido”. Leyendo el contexto de este pasaje, vemos que no se refiere a Palestina sino a una tierra distinta donde habrían de reunirse estos israelitas dispersos después que los sacaran de Palestina, su tierra prometida, mientras esa tierra permanecía en manos de los gentiles.

¡Note esto cuidadosamente! Las tribus de Israel saldrían de Palestina, se dispersarían entre las naciones, pasarían mucho tiempo sin rey y perderían su identidad, pero luego serían “plantados” en una tierra extraña y lejana que les pertenecería. Note además que una vez establecidos en esta nueva Tierra, ¡no se moverían más de allí! Eso, por supuesto, durante este mundo presente.

Otras profecías indican que dichos pueblos habrían de ser colonizadores y se extenderían por el mundo, pero es claro que tal dispersión sería a partir de ese lugar señalado, que debería permanecer como su “hogar”, la sede del gobierno para el trono de David.

¡Esto es muy importante! Una vez que llegaran a éste “su lugar”, y el trono de David fuera plantado allí, ellos ya no serían removidos. Por lo tanto, ¡este pueblo se encuentra hoy en el mismo lugar donde Jeremías plantó el trono de David hace más de 2.500 años!

Por consiguiente, las profecías acerca de estos días, las que señalan dónde estará ese pueblo poco antes de la segunda venida de Cristo, nos señalarán también el sitio exacto donde Jeremías lo plantó. La casa de Israel regresará a Palestina al retorno de Cristo; entonces sí volverá a establecerse en Samaria, su país original. ¡Las profecías que nos dicen desde dónde emigrarán, en ese tiempo futuro, revelarán la ubicación de las diez tribus “perdidas” de Israel! Las dos siguientes “transferencias” del trono, también deben ser localizadas en esta misma ubicación general.

Israel perdida es localizada

Sin más suspenso, veamos en dónde coloca la profecía a estos poseedores de la primogenitura, que ahora poseen el trono de David, habiendo recibido las más ricas bendiciones nacionales de la Tierra. Recordemos que ellos son distinguidos de Judá (los judíos) por varios nombres: “Efraín”. “José”, “Jacob”, “Raquel” (madre de José), “Samaria” (su antiguo hogar) e “Israel”.

Según Oseas 12:1: “Efraín… sigue al solano”. El solano es el viento del oriente, o sea que sopla hacia el occidente. Por lo tanto, Efraín debió dirigirse al occidente desde Asiria. Cuando el Eterno juró a David que perpetuaría su trono, dijo: “Asimismo pondré su mano [cetro] sobre el mar…” (Salmos 89:25). El trono, pues, habría de “fijarse”, plantarse, “en el mar”.

Por medio de Jeremías, el Eterno dijo: “Ha resultado justa la rebelde Israel en comparación con la desleal Judá. Ve y clama estas palabras hacia el norte, y di: Vuélvete, oh rebelde Israel, dice [el Eterno]” (Jeremías 3:11-12). Aquí se distingue claramente Israel de Judá. Israel, desde luego, estaba al norte de Judá mientras se hallaba en Palestina. Pero cuando Jeremías escribió estas palabras, hacía más de 130 años que Israel había salido de Palestina y había emigrado, junto con los asirios, en dirección norte (y occidente) de la localización original de Asiria.

Y en estos últimos días han de ir mensajeros “hacia el norte” (de Jerusalén) para encontrar a Israel perdida y proclamarle esta advertencia. La ubicación, pues, se halla hacia el norte, también hacia el occidente, y en el mar.

En el versículo 18 del mismo capítulo dice: “En aquellos tiempos andará la casa de Judá con la casa de Israel [la nota al margen indica: a la casa de Israel] y vendrán juntamente de la tierra del norte a la tierra que hice heredar a vuestros padres” (vkj). En el éxodo futuro, cuando venga Cristo, ¡ellos regresarán a Palestina provenientes del norte!

Después de exclamar: “¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín?”, el Eterno dice a través de Oseas: “…los hijos vendrán temblando desde el occidente” (Oseas 11:8, 10).

Y de nuevo: “He aquí que yo lo hago volver de la tierra del norte, y los reuniré de los fines de la tierra” (Jeremías 31:8). Esta profecía es para “los últimos días” (Jeremías 30:24 y 31:1) y está dirigida a “Israel” (versículos 2, 4, 9), a “Efraín” (versículos 6, 9) y a “Samaria” (versículo 5). Esto nos da otra pista: “Las costas de la tierra” (versículo 8) [la palabra traducida como “fines” aparece como “costas” en otras versiones] nos indica que son naciones que dominan el mar y que se han extendido ampliamente mediante la colonización.

Refiriéndose a la casa de Israel y no a Judá (Isaías 49:3,6), Dios dice: “He aquí éstos vendrán de lejos; y he aquí éstos del norte y del occidente, y éstos de la tierra de Sinim” (Isaías 49:12). En el idioma hebreo, en que originalmente se escribieron estos pasajes, no existe la palabra “noroccidente” sino que se dice “del norte y del occidente”, ¡expresión que significa exactamente lo mismo! La Vulgata se refiere a la palabra “Sinim” como “Australi” o “Australia”. Así pues tenemos, la ubicación: al noroccidente de Jerusalén e incluso extendiéndose alrededor del mundo.

Por tanto, Israel actual, Israel de los días cuando Jeremías “plantara” el trono de David, ¡está localizado específicamente al noroccidente de Jerusalén y en el mar! ¡Vamos a localizar esta tierra más específicamente!

El mismo capítulo 49 de Isaías comienza así [versión KJ en inglés]: “Oídme, islas”, y se está refiriendo precisamente a Israel, llamándolo “islas” en el primer versículo y “oh Israel”, en el versículo tres. La palabra “islas” o “isleta” a veces se traduce como “costas”.

El capítulo 31 de Jeremías, sitúa a Israel en la “tierra del norte”, diciendo: “…soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito. Oíd la palabra de [el Eterno], oh naciones [Efraín y Manasés], y hacedlo saber en las islas que están lejos” (Jeremías 31:9-10 versión KJ).

Y también dice: “Escuchadme, islas… tú Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí” (Isaías 41:1, 8 vkj).

Según Jeremías 31:10, el mensaje ha de ser declarado “en las islas que están lejos” (vkj), y debe ser declarado a “la cabeza de naciones”. Hoy, como en tiempos de Jeremías, la casa de Israel se encuentra en unas islas en el mar, siendo el principal país al noroccidente de Jerusalén. Es un pueblo que habita en las costas, y que por lo tanto domina el mar. ¡Difícilmente podríamos errar al identificarlo ahora!

Tome un mapa de Europa y trácese una línea en dirección noroccidente desde Jerusalén, atravesando el continente europeo hasta llegar al mar, ¡y luego a las islas que hay en ese mar! ¡La línea así trazada lo lleva directamente a las islas británicas!

En este libro sólo hay espacio para unas pocas de las muchas pruebas que demuestran que nuestros pueblos blancos de habla inglesa actuales (Gran Bretaña y Estados Unidos) son de hecho las tribus de Efraín y Manasés, poseedoras de la primogenitura, y pertenecientes a la casa “perdida” de Israel.

Los nombres hebreos de Gran Bretaña

Un dato muy interesante es el significado hebreo del gentilicio de Gran Bretaña. La casa de Israel es el pueblo del pacto. La palabra “pacto” en hebreo se escribe beriyth o berith. Después de la muerte de Gedeón, Israel se fue detrás del dios pagano Baal. En Jueces 8:33 y 9:4, la palabra “pacto” se emplea como nombre propio unido al nombre “Baal”. En la versión autorizada del texto en inglés [y otros] este nombre no está traducido, y se escribe “Baal-berit” que significa “ídolo del pacto”.

La palabra hebrea para “hombre” es iysh o ish. En inglés, la terminación “ish” significa “de” o “perteneciente a” (una nación o persona específica). En el idioma hebreo original, las vocales no se escribían; así, omitiendo la vocal “e” de berith pero dejando la “i” en su forma inglesa para conservar el sonido de “y”, tenemos la forma anglicana de la palabra hebrea que significa pacto: brith.

Los hebreos no pronunciaban la “h”. Aún hoy, muchos judíos escriben el nombre Sem como Shem pero lo pronuncian “Sem”. Igualmente, la palabra hebrea para “pacto”, en su forma inglesa, se pronunciaría “brit” en su forma inglesa.

Y la palabra para indicar “hombre del pacto” o “pueblo del pacto” sería simplemente “brit-ish”, [que en inglés es precisamente el gentilicio: británico]. ¿Será tan sólo coincidencia que el verdadero pueblo del pacto hoy tenga el gentilicio “british” (británico), y que viva en las “British Isles” (islas británicas)?

La casa de Israel habría de perder no sólo su identidad sino también su nombre. Llevaría un nuevo nombre, pues ya no se conocería por el nombre de Israel, tal como lo dijo Dios claramente en Isaías 62:2, refiriéndose a estos últimos días y al milenio.

Dios le había dicho a Abraham: “En Isaac te será llamada descendencia”, y este nombre se repite en Romanos 9:7 y Hebreos 11:18. En Amós 7:16, a los israelitas se les llama “casa de Isaac”. Como descendientes de Isaac, son hijos de Isaac [en inglés, Isaac’sons]. Quitando la “I” de Isaac (puesto que en hebreo no se usan las vocales), ¡queda el nombre moderno de Saac’s sons o en escritura más breve, “Saxons” (sajones)!

El Dr. W. Holt Yates dice: “La palabra “Saxons” se deriva de la expresión ‘sons of Isaac’ (hijos de Isaac) cuando ésta pierde el prefijo ‘I’”.

Muchos confunden a los anglosajones con los antiguos sajones o germanos que aún viven en Alemania. Los sajones alemanes derivan su nombre de una palabra de la Antigua Alta Germania, Sahs, que significa “espada” o “cuchillo”. Esos alemanes de la espada eran un pueblo totalmente distinto a los anglosajones que inmigraron a la Gran Bretaña.

Dan, rastro de serpiente

Como la intención del Eterno era que Israel “perdido” fuese hallado e identificado en los últimos días, nosotros debiéramos esperar que dicho pueblo dejara algunas señales o algún rastro en su trayectoria desde Asiria, la tierra de su cautiverio original.

Hablando a Efraín (versículo 20), el Eterno dice en Jeremías 31:21: “Establécete señales, ponte majanos altos, nota atentamente la calzada; vuélvete por el camino por donde te fuiste…”. En las Sagradas Escrituras encontramos esas “señales” que dejaron a lo largo del camino que ellos atravesaron.

En Génesis 49:17, Jacob predijo lo que sería de cada una de las tribus. Respecto a Dan dice: “Será Dan serpiente junto al camino”. Otra traducción del texto hebreo dice: “Dan será rastro de serpiente”. Es significativo el hecho de que esta tribu, una de las Diez Tribus, le daba el nombre de Dan, su padre, a cada uno de los lugares por donde pasaba.

La tribu de Dan ocupó inicialmente una faja de la costa mediterránea al occidente de Jerusalén. En Josué 19:47 leemos: “Y les faltó territorio a los hijos de Dan; y subieron los hijos de Dan y combatieron a Lesem, y tomándola (…) llamaron a Lesem, Dan, del nombre de Dan su padre”.

En Jueces 18:11-12 se narra que la familia de Dan tomó a Quiryat-jearim y “llamaron a aquel lugar el campamento de Dan, hasta hoy”. Poco después, el mismo grupo de 600 hombres armados de la familia de Dan llegó a Lais, la cual capturaron, y “llamaron el nombre de aquella ciudad Dan, conforme al nombre de Dan su padre” (versículo 29). Note pues, cómo esta tribu dejó su “rastro de serpiente” por el camino, cómo dejó señales que nos permiten seguirles la pista hasta hoy.

Recuérdese que las vocales hebreas no se escribían sino que debían suplirse al hablar. Así, el equivalente de Dan en otro idioma podría escribirse simplemente “Dn” y se podría pronunciar “Dan”, “Den”, “Din”, “Don” o “Dun” sin dejar de ser el mismo nombre original hebreo.

La tribu de Dan ocupó dos distritos o provincias diferentes en la Tierra Santa, antes del cautiverio de Asiria. Una colonia habitó la costa de Palestina; eran marineros en su mayoría y la Biblia nos dice que Dan se estuvo junto a las naves (Jueces 5:17).

Cuando Asiria capturó a Israel, estos danitas abordaron sus naves y viajaron rumbo al occidente por el Mediterráneo y al norte hasta Irlanda. Poco antes de morir, Moisés había profetizado acerca de esta tribu: “Dan es cachorro de león que salta desde Basán” (Deuteronomio 33:22). A lo largo de las costas del Mediterráneo, esta tribu dejó su rastro en los nombres “Den”, “Don” y “Din”.

La historia y los anales de Irlanda nos dicen que los nuevos colonizadores de ese país en ese mismo momento histórico eran los “Tuatha de Danaan”, lo cual traducido es “tribu de Dan”. A veces el nombre aparece simplemente como “Tuatha De”, que quiere decir “pueblo de Dios”. Y en Irlanda encontramos muchas señales de esta índole: Dans-Laugh, Dan-Sower, Dun-dalk, Dun-drum, Bahía Don-egal, Ciudad Don-egal, Dun-gloe, Din-gle, Dunsmor (que significa “más Danes”). Además, el nombre Dunn en idioma irlandés significa lo mismo que Dan en hebreo: juez.

La colonia norteña de Dan fue trasladada a Asiria en el cautiverio, y de allí viajaron por tierra con el resto de las Diez Tribus.

Terminado el cautiverio en Asiria, habitaron durante algún tiempo la tierra inmediatamente al occidente del mar Negro, donde encontramos los ríos Dnieper, Dniester y Don.

Luego, la geografía antigua y más reciente nos da las siguientes señales: Dan-au, el Dan-inn, el Dan-aster, el Dan-dari, el Dan-ez, el Don, el Dan y el U-don; el Eri-don y los Daneses. Dinamarca significa “la marca de Dan”.

Cuando llegaron a las islas Británicas, dejaron los nombres de Dun-dee y Dun-raven; en Escocia los nombres “Dan”, “Don” y “Dun” son tan comunes como en Irlanda. Así, ¡el “rastro de serpiente” dejado por Dan nos lleva directamente a las islas Británicas!

Los antiguos anales de Irlanda

Ahora averigüemos brevemente lo que cuentan los antiguos anales, las leyendas y la historia de Irlanda, pues ello nos dará el escenario dónde Jeremías “plantó” y la ubicación actual de Israel “perdida”.

La verdadera historia antigua de Irlanda es muy extensa, aunque salpicada de leyenda. Sin embargo, teniendo presentes los acontecimientos históricos y las profecías de la Biblia, es fácil distinguir entre la historia y la leyenda. Descartando las leyendas obvias, sacamos lo siguiente de varias historias de Irlanda: Mucho antes del año 700 a.C, una colonia fuerte llamada “Tuatha de Danann” (tribu de Dan) llegó a Irlanda en embarcaciones, echó a las otras tribus del lugar y se estableció allí. Más tarde, en los días de David, llegó de Oriente Cercano una colonia del linaje de Zara.

Luego, en el año 569 a.C (fecha en que Jeremías trasplantó el trono), llegó a Irlanda un anciano patriarca de cabellos blancos, llamado a veces un “santo”. Con él vino una princesa hija de un rey oriental, y un compañero de nombre “Simón Brach” (la ortografía de este nombre varía en los distintos textos históricos: Breck, Berech, Brach o Berach). La princesa tenía nombre hebreo, Tefi, que era un apodo, pues su nombre completo era Tea-Tefi.

En la literatura moderna de quienes reconocen la identidad nacional de Israel, esta Tea-Tefi, hija de Sedequías, se ha confundido con una Tea anterior, hija de Ith, quien vivió en tiempos de David.

Entre el grupo real se contaba el hijo del rey de Irlanda, quien había estado en Jerusalén durante el sitio. Había conocido allí a Tea-Tefi y se casó con ella poco después del año 585, cuando cayó la ciudad. Su joven hijo de aproximadamente 12 años de edad, los acompañó a Irlanda. Además de la familia real, Jeremías llevaba consigo algunas cosas notables, entre ellas un arpa, un arca y una piedra maravillosa llamada “lia-fail” o “piedra del destino”. Una interesante coincidencia (¿coincidencia?) con respecto a este nombre es que, aunque el hebreo se escribe de derecha a izquierda y el español y el inglés se escriben de izquierda a derecha, lia-fail se pronuncia igual cuando es escrito en cualquiera de las dos formas.

Otra extraña coincidencia (¿es esto coincidencia?) es que muchos reyes en la historia de Irlanda, Escocia e Inglaterra han sido coronados sentados sobre esta misma piedra; entre ellos la reina actual. La piedra yace hoy en la abadía de Westminster en Londres, y el trono de la coronación está construido alrededor y sobre ella. Al lado hay un letrero que dice: “La piedra del pilar de Jacob” (Génesis 28:18).

El esposo real de la princesa hebrea Tea recibió el título de Herremón cuando ascendió al trono de su padre. Muchos han confundido este Herremón con otro muy anterior, que vivió en tiempos de David y se casó con Tea, la hija de su tío Ith. El hijo del segundo rey Herremón y de la princesa hebrea continuó en el trono de Irlanda y esta misma dinastía permaneció sin interrupción a través de todos los reyes de Irlanda; luego fue derrocado y trasplantado de nuevo a Escocia; y derrocado nuevamente, pasando luego a Londres, Inglaterra. Allí, esa misma dinastía sigue reinando, con la reina Isabel II a la cabeza.

¡Otro dato interesante es que las coronas que usaron los reyes del linaje de Herremón y otros soberanos de la antigua Irlanda tenían 12 puntas!

La Reina Isabel en el trono de David

Uniendo la historia bíblica y la profecía con la historia de Irlanda, ¿puede alguien negar que esta princesa hebrea era la hija del rey Sedequías de Judá y, como tal, heredera del trono de David? ¿Puede negarse que el viejo patriarca fuera Jeremías y su compañero era el escriba de Jeremías, o su secretario, Baruc? ¿Qué el rey Herremón era descendiente de Zara y que contrajo matrimonio con una hija de Fares, sanando así la antigua “brecha”?, ¿Qué una vez derrocado o desarraigado el trono de David por primera vez por Jeremías, fue plantado de nuevo en Irlanda, luego desarraigado por segunda vez y plantado en Escocia, y desarraigado por tercera vez y plantado finalmente en Londres? Cuando Cristo retorne a la Tierra para ocupar ese trono, no

recibirá un trono inexistente sino uno de verdad (Lucas 1:32).

La Mancomunidad Británica es la única multitud unida de naciones que ha existido en toda la historia del mundo. ¿Podría suceder que el pueblo inglés cumpla tan perfectamente todas las especificaciones del pueblo de la primogenitura, sin serlo?

Los Estados Unidos de Norteamérica crecieron rápidamente en recursos nacionales y riqueza después de 1800, pero alcanzó dominio mundial entre las naciones mucho después que la Mancomunidad Británica de Naciones. Estados Unidos se convirtió en una potencia mundial al final de la Primera Guerra Mundial.

Estados Unidos es Manasés

Las bendiciones proféticas pronunciadas por Jacob cuando estaba muriendo, indican que Efraín y Manasés heredarían en gran medida la primogenitura conjuntamente, y que permanecerían unidos largo tiempo, para luego separarse.

En Génesis 48, Jacob transmitió la primogenitura conjuntamente a los dos hijos de José, mencionando a ambos. Luego, finalmente, habló de cada uno por separado: Manasés habría de convertirse en una gran nación y Efraín en un conjunto o multitud de naciones.

En su profecía para estos últimos tiempos, Jacob dijo: “Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro” (Génesis 49:22). En otras palabras, José (Efraín y Manasés juntos) habría de ser un pueblo colonizador en estos últimos tiempos, extendiéndose alrededor del mundo desde las islas británicas.

Efraín y Manasés crecieron juntos hasta formar una multitud, y luego se separaron según la bendición profética de Jacob en Génesis 48. Nuestro pueblo [Estados Unidos] ha cumplido esta profecía.

¿Pero cómo podemos [EE UU] ser Manasés si gran parte de nuestros habitantes vinieron de muchos países además de Inglaterra? La respuesta es que, una gran parte de la tribu de Manasés permaneció con Efraín hasta la separación de la Nueva Inglaterra. Pero nuestros padres fundadores, habrían de ser zarandeados como se zarandea el grano en una criba, sin que cayera ni un granito en tierra (sin perder ni uno, Amós 9:9). Efectivamente, nuestro pueblo [EE UU] se filtró por entre muchas naciones; Efraín y gran parte de Manasés inmigraron juntos a Inglaterra, pero otros muchos descendientes de Manasés que se filtraron por otras naciones, no se separaron hasta que inmigraron a Estados Unidos después que las colonias de Nueva Inglaterra se habían convertido en nación independiente. Esto no quiere decir que todos los extranjeros que han inmigrado a Estados Unidos sean de la tribu de Manasés, pero muchos, sin duda, lo son. Por otra parte, Israel también absorbía a los gentiles que llegaban a ser Israelitas estableciéndose en su tierra y se casaban con gente de su pueblo.

Por tanto, hemos llegado a ser conocidos [el pueblo estadounidense] como el “crisol” del mundo. Pero este hecho no contradice nuestro ancestro Manasés, más bien lo confirma. Las pruebas son muchas de que Estados Unidos es de Manasés, quien había de separarse de Efraín y convertirse en la nación más grande y rica en la historia del mundo. Ningún otro país ha cumplido esa profecía. Manasés fue en realidad la tribu número trece. Las tribus originales fueron 12, entre ellas José, pero cuando José se dividió en dos y Manasés se convirtió en nación independiente, vino a ser la tribu número trece.

¿Será simple coincidencia el hecho de que ese país comenzó con trece colonias?

Ahora bien, ¿qué se puede decir respecto a las demás tribus llamadas las “diez tribus perdidas”? Aunque la primogenitura fue de José, y sus bendiciones cayeron sobre la Mancomunidad Británica y Estados Unidos de Norteamérica, también las ocho tribus restantes eran parte del pueblo escogido de Dios. Ellas también han sido bendecidas con una buena medida de prosperidad material, pero no el predominio de la primogenitura.

Por falta de espacio, no podemos entrar en una descripción detallada de la identidad de todas estas otras tribus en el siglo XX. Basta decir aquí que hay bastante evidencia de que esas otras ocho tribus formaron naciones en Europa noroccidental: Holanda, Bélgica, Dinamarca, el norte de Francia, Luxemburgo, Suiza, Suecia y Noruega. El pueblo de Islandia también es de origen vikingo. Las actuales fronteras políticas de Europa no muestran necesariamente las divisiones entre los descendientes de estas tribus originales de Israel.

Chapter 10: ¡Los derechos de primogenitura se retienen 2.520 años!

El cumplimiento más asombroso de la profecía bíblica en tiempos modernos fue el repentino florecer de las dos potencias mundiales más grandes: una, la mancomunidad de naciones que formó el imperio mundial más grande de todos los tiempos; la otra, la nación más rica y poderosa del mundo hoy. Estos pueblos que heredaron la primogenitura, ¡llegaron con rapidez increíble a poseer más de dos terceras partes (casi tres cuartos) de la riqueza cultivada y los recursos de todo el globo! Este auge sensacional, partiendo de unos comienzos muy modestos y en un tiempo muy corto, es una prueba incontrovertible de la inspiración divina. Nunca en la historia ocurrió otra cosa semejante.

Ahora bien, ¿por qué los herederos de la primogenitura llegaron a recibir esta riqueza nacional sin precedentes y este poderío solamente después del año 1800? ¿Por qué no lo recibieron las tribus de Efraín y Manasés hace miles de años, en días de Moisés o Josué, David o Elías?

Una “nación” y un “conjunto de naciones”

Recordemos que la promesa de la primogenitura fue dada a las dos tribus de Efraín y Manasés, no a las demás tribus ni a sus descendientes. Estas dos tribus de la primogenitura formaban parte del reino norteño de Israel.

Note de nuevo la promesa original: “Una nación y conjunto de naciones procederán de ti” (Génesis 35:11).

Poco antes de morir, Jacob (Israel) transfirió la promesa de la primogenitura a Efraín y Manasés, hijos de José, diciendo: “… sea perpetuado en ellos mi nombre” (Génesis 48:16). Por lo tanto, los descendientes de Efraín (el pueblo británico) y Manasés (el pueblo estadounidense) son a quienes se refiere la profecía bajo los nombres de Jacob o Israel, no a los judíos. Luego Jacob añadió: “y multiplíquense en gran manera”.

Luego hablando solamente de Manasés y sus descendientes, Jacob profetizó: “También él vendrá a ser un pueblo [nación], y será también engrandecido; pero su hermano menor [Efraín] será más grande que él, y su descendencia [la de Efraín] formará multitud [conjunto o mancomunidad] de naciones” (Génesis 48:19).

En el año 1800 el Reino Unido y los Estados Unidos eran países pequeños e insignificantes entre las naciones de la Tierra. El Reino Unido estaba formado solamente por las islas británicas, una parte muy pequeña de la India y de Canadá y unas pocas islas pequeñas. Estados Unidos estaba conformado solamente por 13 colonias y tres estados añadidos. Ninguno de esos países poseía gran riqueza ni poderío.

Pero comenzando en el 1800 estas dos naciones empezaron a surgir y a crecer hasta llegar a convertirse en naciones inmensamente ricas y poderosas, como ningún otro pueblo lo había sido antes. Pronto el imperio británico se extendió alrededor del mundo, hasta el punto que el sol nunca se ponía sobre sus territorios. Canadá, Australia, Suráfrica se convirtieron en dominios, como naciones libres, autogobernadas e independientes de Inglaterra. Constituían un conjunto o mancomunidad de naciones unidas, no por un gobierno legal, ¡sino únicamente por el trono de David!

¿Pero por qué esa grandiosa primogenitura, ofrecida incondicionalmente a Abraham y prometida de nuevo a Isaac y Jacob, nunca se otorgó en milenios, hasta después del año 1800? ¡La respuesta es emocionante y asombrosa!

Para entender este auge milagroso al dominio mundial, es necesario examinar el capítulo central de las profecías del Antiguo Testamento: el capítulo 26 de Levítico.

Una profecía para nuestros días

Esta extraordinaria profecía fue más que una advertencia al pueblo de Israel en tiempos de Moisés. Es una profecía que se refiere también a nuestro tiempo. Pocos se dan cuenta que las profecías del Antiguo Testamento se refieren principalmente a este siglo XX, y no, como en muchos casos, a los tiempos del Antiguo Testamento.

La mayoría de los ministros y líderes religiosos de hoy se formaron en seminarios teológicos de sus respectivas religiones. Sus libros de enseñanza fueron primordialmente libros sectarios, no la Biblia. Muchos de ellos dicen: “Nosotros somos una iglesia del Nuevo Testamento”, suponiendo que las profecías del Antiguo Testamento pertenecen sólo a aquellos tiempos y carecen de significado para nosotros hoy. ¡Eso es un error y un engaño! Muchas de las profecías del Antiguo Testamento nunca fueron escritas para los israelitas de aquellos tiempos ni siquiera fueron leídas por ellos. La Iglesia de Dios del Nuevo Testamento, está edificada en realidad sobre el fundamento de los profetas del Antiguo Testamento así como de los apóstoles (Efesios 2:20).

Daniel escribió después que Israel y Judá habían sido sacados de Palestina como esclavos. Él no tenía forma de comunicar sus profecías a sus compatriotas, y además de eso, el significado estaba cerrado y sellado hasta nuestros tiempos, hoy (Daniel 12:8-9).

Ezequiel fue un profeta, pero no para los judíos de la casa de Judá, aun cuando él estaba entre los judíos cautivos. Su profecía debía ser entregada a la casa de Israel, la cual había sido sacada 130 años antes, y perdida de vista para el tiempo de Ezequiel. Dicha profecía debía dirigirse a la casa de Israel hoy, en este siglo XX, ¡llegando a ella por medio de los ministros de Dios que ahora sí conocen su identidad!

Esta profecía de Levítico 26, aunque fue escrita por Moisés antes que los israelitas entraran a la tierra prometida, tiene un cumplimiento dual. Fue una advertencia para aquellos que vivieron en tiempos de Moisés, pero su cumplimiento final, como veremos, se ha efectuado y sigue efectuándose en nuestros días. Y, por medio de este cumplimiento dual, típico de muchas profecías, ¡es también una advertencia a los pueblos norteamericano y británico acerca de los eventos inminentes! Levítico 26 es la profecía básica del Antiguo Testamento; ¡contiene un mensaje tremendo, vital y viviente, y una advertencia para nuestros pueblos hoy!

La profecía fundamental

En esta profecía central, Dios reafirmó la promesa de la primogenitura para aquellos que vivieron durante los días de Moisés, ¡pero con ciertas condiciones! Las tribus de la primogenitura de Efraín y Manasés estaban entonces con las otras tribus, como una nación. La obediencia a las leyes de Dios habría traído enormes bendiciones y riqueza nacionales de la primogenitura no sólo a Efraín y Manasés, sino que automáticamente, a toda la nación de la cual formaban parte.

Note cuidadosamente que aquí se mencionan con énfasis dos de los Diez Mandamientos. Estos eran los principales mandamientos de prueba: prueba de obediencia y prueba de fe y lealtad a Dios, quien dijo: “No haréis para vosotros ídolos, ni escultura (…) para inclinaros a ella, porque yo soy [el Eterno] vuestro Dios. Guardad mis días de reposo…” (Levítico 26:1-2).

Nótese que había una condición, un gran “si”, ¡una condición para recibir efectivamente esta estupenda promesa de primogenitura en su tiempo! Dios dijo: “Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, [entonces] yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos…” (versículos 3-4). Toda la riqueza viene de la tierra, y ellos tendrían cosechas abundantes, una tras otra todo el año. Versículo 6: “Y yo daré paz en la tierra (…) y no habrá quien os espante (…) y la espada [de guerra] no pasará por vuestro país”. ¡Qué grandiosas bendiciones! ¿Qué nación hay que disfrute de continua paz, sin temor a una invasión?

En este mundo, por supuesto, toda nación tiene enemigos. ¿Qué ocurriría entonces si naciones enemigas atacaran? Versículos 7-8: “Y perseguiréis a vuestros enemigos, y caerán a espada delante de vosotros. Cinco de vosotros perseguirán a ciento, y ciento de vosotros perseguirán a diez mil…”.

Como muchas naciones en este mundo siempre han sido agresoras, Israel estaría sujeto a ataques. Pero una nación que tuviera la superioridad militar necesaria para derrotar a sus agresores se convertiría en la nación predominante y más poderosa del mundo, especialmente si tuviera además grandes recursos y las riquezas de la Tierra. Versículo 9: “Porque yo me volveré a vosotros, y os haré crecer, y os multiplicaré, y afirmaré mi pacto con vosotros”.

El gran “si” condicional

Pero ahora viene la alternativa, si sucede que las condiciones no se cumplen: “… si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mandamientos (…) yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura [fiebre], que consuman los ojos y atormenten el alma [VRS: pérdida de los ojos y causa que la vida languidezca]; y sembraréis en vano vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán, pondré mi rostro contra vosotros y seréis heridos delante de vuestros enemigos; y los que os aborrecen se enseñorearán de vosotros…” (versículos 14-17). Serían invadidos y conquistados, esclavizados nuevamente como lo fueron en Egipto antes que Dios los liberara.

¿Qué ocurrió, en efecto?

Estos israelitas se quejaron, murmuraron, se lamentaron y dudaron de Dios casi desde la misma noche que salieron de Egipto. Al llegar al Mar Rojo, Dios los libró milagrosamente del ejército egipcio que los perseguía. Los alimentó con maná y codornices del cielo. Hizo manar agua potable de una gran roca. Pero ellos seguían quejándose y mantenían su actitud rebelde.

Los hijos de Israel, bajo Moisés, llegaron al desierto al pie del monte Sinaí. Allí, Dios llamó a Moisés a la montaña y le habló. Le ofreció a Israel la oportunidad de convertirse en Su nación, bajo Su gobierno, y si obedecían y permanecían leales a éste, recibirían la fabulosa primogenitura de dominio mundial.

El Eterno dijo: “Ahora, pues, Si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra” (Éxodo 19:5). Note que Dios no los obligó a convertirse en Su nación, una nación “especial”, diferente de los reinos gentiles apóstatas. ¡La decisión fue de ellos!

El comienzo de una nación

Moisés regresó al campamento y expuso el acuerdo (el pacto) propuesto por Dios ante la vasta congregación de quizás dos o tres millones de personas.

“Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que [el Eterno] ha dicho, haremos” (versículo 8).

El pueblo debía prepararse durante dos días para un acontecimiento sobrecogedor. Ellos iban a escuchar la voz misma de Dios desde la montaña. Al tercer día, entre un despliegue sobrenatural, fantástico y formidable de truenos, relámpagos y nubes espesas que se revolvían sobre la cumbre, la tremenda voz de Dios, extremadamente fuerte, retumbó pronunciando la ley básica de Su gobierno, la gran ley espiritual que define, en principio, el camino de vida de Dios, el camino para evitar los males que aquejan al mundo; el camino que produce paz, felicidad y prosperidad.

La inmensa asamblea escuchó la voz del Eterno Dios, ¡entregándoles los Diez Mandamientos! La gente estaba atemorizada, ¡ellos temblaban! Fue una experiencia única que jamás había sucedido antes ¡ni se ha repetido desde entonces!

Luego, por medio de Moisés, Dios esbozó en mayor detalle Su propuesta para establecerlos como Su nación. Nuevamente, el pueblo respondió con voz unánime: “Haremos todas las palabras que [el Eterno] ha dicho” (Éxodo 24:3). Moisés escribió todos los términos de este pacto o acuerdo en virtud del cual aquellos ex esclavos se convirtieron en la nación de Dios. El pacto también era un contrato de matrimonio, con el Eterno como esposo, uniéndose a la esposa (Israel) que se comprometía a obedecerle.

Moisés leyó los términos y condiciones, el “libro del pacto”, delante de todo el pueblo, y éste nuevamente expresó la decisión unánime de su parte: “Haremos todas las cosas que [el Eterno] ha dicho y obedeceremos” (Éxodo 24:7).

El antiguo pacto fue un matrimonio

El pacto acordado entre Dios y este pueblo, llamado “el antiguo pacto”, fue ratificado y puesto en vigencia con sangre (Éxodo 24:5-8).

El mediador del “antiguo pacto” fue Moisés. Él desposó a un pueblo mortal y humano con el Eterno. Ellos vinieron a ser Su nación. Prometieron obediencia como ciudadanos leales. Este “antiguo pacto” estaba basado en la promesa de primogenitura que Dios le había hecho a Abraham. Pero los seres humanos, llenos de vanidad, envidia, codicia y concupiscencia propio de la naturaleza humana, rara vez permanecen fieles. Por eso el Cristo viviente vendrá pronto para ser el mediador de un nuevo pacto basado en mejores promesas (Hebreos 8:6-10 y 9:15). Pero el nuevo pacto no se hará con seres humanos mortales que no cumplan sus promesas. Dios ha estado preparando, y sigue preparando, a un pueblo que se convertirá en inmortal, y estos seres inmortales se desposarán con Cristo. Él murió, resucitó y envió el Espíritu Santo de Dios para “santificar y purificar” a esta “esposa” del Nuevo Testamento (Efesios 5:26-27).

El nuevo pacto se hará con un pueblo que ya habrá sido puesto a prueba a lo largo de una vida cristiana de obediencia, fe, crecimiento en carácter espiritual y conocimiento y superación; un pueblo que para entonces habrá sido hecho inmortal, santo y perfecto.

El nuevo pacto tiene por base la promesa del cetro hecha a Abraham, y se realizará por medio del venidero Rey de reyes, Jesucristo, de la propia dinastía de David.

Los israelitas se vuelven idólatras

Veamos cuál fue el comportamiento de estos israelitas mortales.

Después que el acuerdo entre Dios e Israel había sido ratificado, Él llamó a Moisés a la montaña, donde permaneció cuarenta días recibiendo instrucciones detalladas para la congregación (iglesia) y para la nación, pues para los israelitas iglesia y estado estaban unidos.

Transcurridos varios días de la ausencia de Moisés, el pueblo dijo a Aarón: “Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido”. De manera que tomaron sus zarcillos y alhajas de oro y Aarón los tomó para hacer con ellos un becerro de oro, el cual fue su ídolo (Éxodo 32:1-4).

Moisés bajó del monte trayendo consigo las dos tablas de piedra sobre las cuales el Eterno había grabado los Diez Mandamientos con Su propio dedo. Al ver el ídolo de oro y al pueblo que lo adoraba regocijándose y bailando, perdió la serenidad y con ira lanzó las tablas de piedra y las rompió.

Por supuesto, al igual que algunas entidades religiosas muy grandes en la actualidad que afirman ser cristianos, ellos dijeron que este becerro representaba a Dios, y que era una imagen de lo que ellos creían era la apariencia de Dios.

Después de hacer este becerro de oro fundido, Aarón proclamó fiesta “para el Eterno” (Éxodo 32:5), durante la cual adoraron al ídolo. Vaya a una iglesia anglicana o católica romana hoy y pregúntele al sacerdote o persona a cargo si las imágenes de “Cristo” y de “María” son ídolos, pregúnteles si adoran o no a ídolos. Ellos se indignarán y le dirán: “¡No! Nosotros no adoramos ídolos. No adoramos imágenes. No afirmamos que las imágenes sean realmente Cristo o María, ¡sólo que ellas representan para nosotros cuál es el aspecto de Cristo o María!”

Bien, ¡esta es precisamente la manera como siempre todos los paganos han adorado a sus ídolos! Pero Dios se encendió en ira por esta práctica (Éxodo 32:7-10). ¡Dios no aceptará tal culto! Vea además Deuteronomio 12:30-31.

Retenida 40 años

El segundo año después de haber salido de Egipto, Dios había movido a los israelitas a un nuevo campamento en el desierto de Parán (Números 10:11-12). Allí Dios le dijo a Moisés que enviara 12 hombres, un dirigente de cada tribu, para hacer un reconocimiento de la tierra prometida y regresara con un informe sobre el terreno y sus habitantes (Números 13:1-2).

El reconocimiento duró 40 días, y a su regreso todos los hombres menos dos (Josué y Caleb) dieron un informe tergiversado y negativo de lo que habían visto. Cuando Josué y Caleb dijeron la verdad, el pueblo quiso apedrearlos. Los israelitas acogieron el informe negativo, se quejaron contra Dios, dudaron, se rebelaron y desobedecieron.

¿Alguna vez se ha preguntado el lector por qué estos Israelitas estuvieron 40 años en el desierto árido, estéril y desolado antes de llegar a la tierra prometida? No fue porque se necesitaran 40 años para llegar hasta allí. Los hombres enviados la recorrieron de un extremo a otro y regresaron en un total de 40 días. Pero el pueblo rezongó, dudó de Dios, desobedeció y se negó a seguir adelante y poseer la tierra. En lugar de decidirse a marchar adelante y tomar posesión de este gran premio que Dios quería darles, ellos lo despreciaron, carecieron de fe y rehusaron entrar.

Esta tierra prometida es un tipo del glorioso reino de Dios que el Salvador Jesucristo nos ofrece. Pero nosotros, los descendientes de aquellos israelitas, también lo despreciamos prefiriendo la “esclavitud” del pecado; fallamos al no ejercitar la fe para seguir adelante y poseer el reino de Dios. Nosotros también nos rebelamos, dudamos y desobedecemos. Y quienes desprecian así el reino glorioso, no entrarán en él ni gozarán de la vida eterna llena de felicidad y realizaciones.

A ese pueblo rebelde Dios dijo: “En este desierto caerán vuestros cuerpos (…) Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra (…) exceptuando a Caleb (…) y a Josué (…) Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis” (Números 14:29-31).

Luego añadió: “Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto” (versículo 33).

Ahora vemos el “principio según el cual un día representa un año”: “Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y reconoceréis mi castigo” (versículo 34). El castigo consistió en retener durante estos 40 años la bendición prometida.

De nuevo la idolatría

Esa generación de israelitas no pudo entrar en la tierra prometida. Ellos pasaron 40 años en el desierto. Fueron sus hijos quienes entraron en la Tierra Santa bajo el liderazgo de Josué.

Y luego, ¿qué ocurrió?

Ellos estuvieron tan ocupados en ocupar su tierra prometida, echando muchos pequeños reinos que estaban allí, que durante la vida de Josué (y un poco más) sirvieron a Dios y prosperaron. Iban en buen camino para heredar las bendiciones de la primogenitura en sus días.

Pero después de la muerte de Josué “y toda aquella generación también (…) se levantó después de ellos otra generación que no conocía a [el Eterno], ni la obra que él había hecho por Israel. Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de [el Eterno], y sirvieron a los baales. Dejaron a [el Eterno] el Dios de sus padres (…) Y se encendió contra Israel el furor de [el Eterno], el cual los entregó en manos de robadores, que los despojaron, y los vendió en mano de sus enemigos de alrededor; y no pudieron ya hacer frente a sus enemigos. Por dondequiera que salían, la mano de [el Eterno] estaba contra ellos para mal, como [el Eterno] había dicho y como [el Eterno] se lo había jurado; y tuvieron gran aflicción” (Jueces 2:10-15).

Así pues, exactamente como había advertido Dios en los versículos 14-17 de Levítico 26, Él les trajo terror y sembraron su semilla en vano porque sus enemigos la comieron. ¡Dios sí puso Su rostro contra ellos!

¡La Palabra de Dios es fiel! ¡Qué lástima que ni los individuos ni las naciones estén dispuestos a creerlo!

Pero ese no fue el final: Dios es misericordioso y perdonador, y les dio una oportunidad tras otra. La historia continúa en el libro de los Jueces: “Y [el Eterno] levantó jueces que los librasen de mano de los que les despojaban; pero tampoco oyeron a sus jueces, sino que fueron tras dioses ajenos, a los cuales adoraron; se apartaron pronto del camino… (Jueces 2:16-17).

Esto ocurrió repetidas veces. Cada vez que ellos se veían sometidos bajo el yugo de otra nación, como vasallos; clamaban a Dios para que los librara. Pero cada vez que Dios mandaba un juez y les liberaba, el pueblo se apartaba de Dios nuevamente. Tan pronto como las cosas empezaban a marchar bien, el pueblo volvía nuevamente a la idolatría.

¿Eran ellos tan distintos de nosotros? La mayoría de nosotros sólo buscamos a Dios cuando estamos en apuros, ¡cuando nuestros intereses egoístas nos hacen sentir la necesidad de Él!

Hasta ese momento el pueblo había murmurado, le había faltado fe, había contrariado a Dios, pero seguía reconociéndolo como su único gobernante. Ellos pudieran no haber confiado u obedecido a Él y a Su gobierno, pero tampoco reconocían a ningún otro gobernante.

Ellos rechazan a Dios como Rey

Pero en tiempos de Samuel el pueblo rechazó a Dios incluso como su Rey nacional, como su Gobernante civil. Ellos exigieron un rey humano, como todos los incrédulos pueblos gentiles (1 Samuel 8:1-7). Esto ocurrió probablemente hacia fines del año 1112 a.C.

Rechazar a Dios como Gobernante fue el pecado más grande. Hasta entonces ellos le habían reconocido y no habían tenido ningún otro Rey. Esto parece haber sido el comienzo de los años de máximo pecado, lo que acarreó el castigo de Dios.

Sin embargo, bajo el “antiguo pacto” del Monte Sinaí, siguieron siendo la nación de Dios. Él continuaba tratando con ellos y no se “divorció” de Israel hasta 721-718 a.C, como veremos luego.

Ellos sufrieron bajo Saúl. Comenzaron a prosperar bajo el rey David, y en la época de Salomón alcanzaron un alto nivel de prosperidad. Pero aún no habían llegado a la posición de dominio mundial que se les había prometido según la primogenitura. Y la prosperidad de Salomón lo llevó a él a la idolatría. Una vez más la nación volvió a violar la condición necesaria para recibir la promesa de la primogenitura.

Cuando Roboam, hijo de Salomón, se convirtió en rey, amenazó con imponer tributos aún más fuertes sobre el pueblo. Entonces la nación rechazó a Roboam y estableció como rey a Jeroboam, de la tribu de Efraín.

Una nación dividida

¡Esto causó división! Judá se separó del resto de la nación con el fin de retener la dinastía davídica, y junto con Benjamín y la mayor parte de Leví, formaron una nueva nación, ¡llamada el reino de Judá! Ya nunca más tendría el nombre nacional de “Israel”. El pueblo de este recién formado reino de Judá, llegó a conocerse como el pueblo judío. La gente del reino de Israel, que ocupaba la parte norte de Palestina, al norte de Jerusalén, nunca llevó el nombre de “judíos”.

Ahora la promesa de la primogenitura y la del cetro estaban divididas en dos naciones. Recordemos que Efraín y Manasés compartían la primogenitura, y si la hubiesen heredado en esa época, las otras diez tribus de la nación de Israel habrían participado automáticamente de esas bendiciones, ¡puesto que pertenecían a la misma nación!

Pero bajo Jeroboam la nación de Israel, compuesta ahora por diez tribus, violó completamente las leyes de Dios, particularmente los dos mandamientos de prueba. Uno de los primeros actos de Jeroboam fue establecer ídolos, y cambió las fiestas de otoño de Dios pasándolas del séptimo al octavo mes. También hay amplia evidencia de que cambió el Sábado de Dios del séptimo día al “octavo” (primer día de la semana), como veremos más adelante.

Aun después de todo esto, Dios le dio a la nación muchas oportunidades para calificar para las formidables bendiciones de la primogenitura. Durante el reinado de 19 reyes en siete dinastías diferentes, Dios les suplicó por medio de Sus profetas. Pero esta nación rebelde no mostró ningún deseo de volverse a los caminos de Dios y, a pesar de ser castigados repetidas veces, rehusaron aprender la lección que la experiencia debería haberles enseñado.

Los siete tiempos proféticos

Ahora continuemos en Levítico 26: “Y si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados” (versículo 18).

¡Es muy importante entender esto!

La expresión “siete veces” está traducida al español de una palabra hebrea que tiene dos significados. La palabra hebrea original que escribió Moisés es shibah, y se define como “siete tiempos” o “siete veces”. “Siete tiempos” implica duración o continuación del castigo. Pero la palabra también tiene el significado de “siete veces”, o siete veces mayor en la intensidad del castigo, es decir un castigo siete veces más intenso. En este sentido, el significado equivaldría al de Daniel 3:19, donde el rey Nabucodonosor ordenó furioso que el horno al cual habrían de ser lanzados los tres amigos de Daniel se hiciera siete veces más caliente.

Ahora debemos entender lo que significa “siete veces” o siete “tiempos” proféticos. Esta es, en efecto, una profecía, y en la profecía un “tiempo” es un año profético de 360 días. Respecto al castigo de Israel, cada día representaba un año cumplido.

El “principio de un día por un año” se explica en otros dos pasajes que tratan de la duración del castigo de Israel. Uno lo hemos visto ya. Dios castigó a la generación de israelitas que salió de Egipto con Moisés reteniendo durante cuarenta años la entrada a la tierra prometida. Esa tierra prometida era una parte inicial de la primogenitura. Dios los castigó siguiendo el principio de un año por cada día, un castigo que duró cuarenta años por los 40 días de trasgresión.

El “día por año” de Ezequiel

Con el fin de grabar en la mente de Ezequiel cuál era la gravedad de los años de rebelión de Israel contra el gobierno de Dios y contra las leyes divinas, las cuales causarían grandes bendiciones, Dios impuso este mismo principio en él, pero a la inversa.

Los pecados de la casa de Israel permanecieron 390 años desde que ellos rechazaron a Dios como Rey. Naturalmente Dios no podía esperar que este profeta llevara un año de castigo por cada día de pecado de Israel, pues tendría que haber vivido unas 2.000 vidas. Así que Dios invirtió la aplicación del principio y le ordenó a Ezequiel que portara los pecados de Israel un día por cada año de pecado. ¡Pero seguía siendo el mismo principio de “día por año”!

Ezequiel debía acostarse sobre el lado izquierdo, representando un sitio imaginario contra Jerusalén, el cual estaba simbolizado en una plancha de hierro. “Y tú te acostarás sobre tu lado izquierdo, y pondrás sobre él la maldad de la casa de Israel. El número de los días que duermas sobre él, llevarás sobre ti la maldad de ellos. Yo te he dado los años de su maldad por el número de los días, trescientos noventa días; y así llevarás tú la maldad de la casa de Israel. Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado” (Ezequiel 4:4-6). Esto se menciona más extensamente en el versículo 9.

Pero como se explicó anteriormente, cuando este principio de “un día por año” se aplicó además a la duración del castigo al pueblo, éste hubo de llevar el castigo un año por día. Además en este caso, el castigo fue el número de años que se postergó la entrega de la promesa.

Cuando llegamos a la expresión “…Yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados” en Levítico 26, vemos claramente, tanto por la escritura de la frase como por el cumplimiento real, que ello se refiere a una duración de siete “tiempos”, o años proféticos. Y este principio de “un año por día” nos da siete años de 360 días, para dar un total de 2.520 días. Y cuando cada día corresponde a un año de castigo (y en este caso, como en Números 14:34, el castigo es la postergación de una bendición prometida), entonces el castigo viene a ser que Dios retiene las bendiciones prometidas durante un lapso de 2.520 años. ¡Y eso fue exactamente lo que ocurrió!

¿Qué es un “tiempo”?

Ahora bien, ¿notó usted que dije que un “tiempo” profético es un año de 360 días? ¿Por qué no un año de 365 ¼ días? ¿Por qué no un año solar?

En los antiguos tiempos bíblicos, el año estaba formado por 12 meses de 30 días. Antes que Dios le diera a Su pueblo el calendario sagrado, en la época de Moisés, se usaba el mes de 30 días.

Leamos Génesis 7:11: “El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas”. Pasemos ahora al versículo 24: “Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta días”.

Luego, Génesis 8:3-4: “Y las aguas decrecían gradualmente de sobre la tierra; y se retiraron las aguas al cabo de ciento cincuenta días. Y reposó el arca en el mes séptimo, a los diecisiete días del mes, sobre los montes de Ararat”.

Así que fíjese en esto: el diluvio comenzó el día 17 del segundo mes. Transcurridos 150 días, el arca quedó en el Monte Ararat, el día 17 del séptimo mes, o sea después de cinco meses completos. Cinco meses de 30 días dan exactamente 150 días. ¡Por lo tanto, los meses en aquella época eran de 30 días!

El mismo cómputo aparece claramente en los libro de Daniel y Apocalipsis. En Apocalipsis 12:6, refiriéndose a una profecía que efectivamente se cumplió durante 1.260 años solares, la Biblia habla de “mil doscientos sesenta días”. Así que aquí también un día en la profecía equivalió a un año de cumplimiento. En Apocalipsis 13:5 (que se refiere a un acontecimiento distinto pero de la misma duración), este mismo lapso de 1.260 días, cumplido en 1.260 años solares, se escribe como “cuarenta y dos meses”. Ahora bien, 42 meses según el calendario civil que usamos hoy no equivaldría a 1.260, sino a 1.276 días, y con un año bisiesto, 1.277. Si el medio año extra fuera la última mitad del año, el total sería de 1.280 ó 1.281 días. Sin embargo, los 42 meses de Apocalipsis 13:5 equivalen al mismo lapso de 1.260 días, según Apocalipsis 12:6. Por lo tanto, los 42 meses eran meses de 30 días.

En Apocalipsis 12:14, se habla del mismo periodo empleando un lenguaje diferente: “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo”. El “tiempo” es un año profético; los “tiempos” son otros dos años proféticos, y la expresión completa es tres y medio “tiempos” proféticos, lo cual son 1.260 días literales, o lo que equivale también a tres años y medio contando meses de 30 días. Siete de estos “tiempos” serían entonces, 2.520 días, y si aplicamos el principio de un día por año, ¡serían 2.520 años!

Si leemos Daniel 12:7, encontraremos la misma expresión de “un tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo”.

Hemos explicado y aclarado este concepto en detalle porque es fundamental para varias profecías cruciales.

Resumiendo: un “tiempo” profético entonces es un año de 360 días, o simplemente 360 días. Al combinar Levítico 26:18 con Ezequiel 4:4-6, Números 14:34 y Apocalipsis 13:5 y 12:6, vemos claramente que durante aquel castigo a Israel cada día de un “tiempo” profético equivalió a un año de cumplimiento. Respecto a Levítico 26:18 y Apocalipsis 12: 6 y 13:5, este significado se demuestra y comprueba por el hecho de que la profecía se cumplió precisamente en el tiempo indicado.

La primogenitura retenida 2.520 años

Volvamos a la profecía fundamental de Levítico 26.

Estos israelitas no habían escuchado a Dios; no merecían recibir la fabulosa y abrumadora bendición nacional de la primogenitura. Habían quebrantado, en particular, los dos mandamientos de prueba que aparecen en los versículos 1 y 2 de este capítulo. Dios los había castigado tal como lo predijo, según está descrito en los versículos 14-17.

Ahora Dios dijo, como citamos arriba: “Y si aun con estas cosas no me oyereis” (con todo lo que Él los había castigado, como se describe en los versículos 14-17) “yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados”.

Por la manera como está escrita esta advertencia, comparada con la forma como está escrito donde se menciona nuevamente las “siete veces”, y porque la primogenitura en efecto, se retuvo, precisamente 2.520 años, queda claro que las “siete veces” del versículo 18 se refieren a siete años de 360 días; cada día equivale a un año de cumplimiento, ¡el total sería de 2.520 años! Por otra parte, la aplicación misma del “principio del día por año” implica también la multiplicación de la intensidad en el castigo.

El pueblo había pecado los 390 años que dice la profecía de Ezequiel (Ezequiel 4:4-5). Incluso desde el momento en que rechazaron a Dios como Rey nacional, ¡Él les permitió quedarse en la tierra prometida 390 años más! Durante todos estos años, Él les envió profetas para que les advirtieran y suplicaran. Si se hubieran arrepentido y regresado a Dios y a Sus caminos, habrían recibido las bendiciones nacionales más grandes de toda la historia. ¡Pero no quisieron, sino que optaron por acrecentar sus pecados!

Así que finalmente Dios les quitó completamente (durante 2.520 años) esta oportunidad de cosechar gran prosperidad material y poder.

Israel se pierde

Finalmente, ¡Dios los echó de la tierra prometida!

Todos estos 390 años de pecado nacional (Ezequiel 4:5), de rechazarlo a Él y Sus caminos, Dios continuó tratando con ellos. Se mantuvo en contacto con ellos. Les envió Sus profetas. En cualquier momento durante estos años de rebelión, ellos pudieron haberse arrepentido, vuelto a Dios, y recibido esta enorme condición nacional.

Pero al final, ¡Dios los sacó de Su tierra! Él “los quitó de delante de su rostro” (2 Reyes 17:18).

El versículo 23 lo repite. “… [El Eterno] quitó a Israel de delante de su rostro, como él lo había dicho por medio de todos sus siervos los profetas; e Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria, hasta hoy”.

Desde ese momento, Dios dejó de enviarles profetas. No les dio más oportunidad de recibir la más grande bendición nacional de toda la historia, ¡hasta el final de los 2.520 años! Escondió Su rostro de ellos, por así decirlo. Los quitó de Su vista; dejó de suplicarles. ¡Ellos no se habían mostrado aptos ni merecían recibir Su bendición! ¡Fueron dejados en esclavitud para que se valieran por sí mismos!

Israel había rechazado incluso la señal que le identificaba como el pueblo de Dios. ¡Ahora habían perdido hasta su identidad! Ya no eran conocidos por el mundo como el pueblo de Dios, y ni siquiera se llamaban a sí mismos pueblo de Dios.

¡Israel se perdió! Estas fueron las “diez tribus perdidas”. Perdido su nombre, perdida su identidad, ¡y perdidos espiritualmente! Habían perdido su fabulosa primogenitura por un lapso de muchas generaciones. Con el paso del tiempo, ya en una segunda o tercera generación, ¡habían perdido incluso su lengua hebrea! ¡Se consideraban gentiles! Y ¡el mundo también supuso que eran gentiles!

¿Fueron los apóstoles a Gran Bretaña?

Generaciones más tarde, Jesús de Nazaret, sabiendo bien a dónde habían emigrado, envió a Sus doce apóstoles originales para hacer llegar a ellos Su precioso evangelio del Reino de Dios, ¡el gobierno de Dios! El apóstol Pablo fue enviado a los gentiles.

¿Se ha preguntado usted por qué, después del capítulo 15 de Hechos, no leemos nada más acerca de los 12 apóstoles? ¡Porque todos se habían ido a las tribus “perdidas” de Israel! Excepto por un viaje que hizo Pedro a Babilonia.

Respecto a los apóstoles originales, la Biblia dice: “A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 10:5-6). ¡Sí, a las diez tribus perdidas!

¡Pero Jesús nunca rogó, urgió, ni le pidió a nadie que se “salvara”! ¡Ni tampoco lo hicieron Sus apóstoles! Este es un método moderno de los protestantes. Los apóstoles simplemente proclamaron la verdad y dejaron en manos de cada oyente la decisión de tomar acción sobre ello.

¡Sí, las islas británicas oyeron el evangelio de Cristo! Pero prefirieron acoger la idolatría de los druidas, el culto pagano y la religión romana de los misterios babilónicos, disfrazada de “cristianismo”. Y como si fuera poco, dieron origen a la religión diabólica del evolucionismo.

¡Por fin la primogenitura!

¡Pero transcurrido ese lapso de 2.520 años, Dios fue fiel a Su promesa incondicional hecha a Abraham! No lo hizo por la bondad, superioridad ni merecimientos de los pueblos británico o norteamericano, sino porque es fiel a Su promesa. Así, a partir del año 1800, ¡esas dos naciones poseedoras de la primogenitura surgieron de repente como las potencias mundiales más grandes de la historia!

Esta riqueza y poderío nacional no vinieron a causa de que nuestros pueblos en alguna manera finalmente hayan calificado para recibirlas. ¡Nunca fue así! Pero considere lo siguiente:

El hecho mismo de que se haya retenido la primogenitura durante un periodo determinado, implica que al cabo de los 2.520 años Dios conferiría la bendición. Y recuerde que Él había prometido esto incondicionalmente a los descendientes de Abraham debido a la lealtad y obediencia de ese patriarca (Génesis 26:5). Dios se comprometió a otorgar esta estupenda bendición nacional independientemente de la justicia o maldad de los descendientes. Pero Dios no se había comprometido a otorgarla en una generación determinada.

Por esta razón, Dios podía ofrecer condicionalmente estas bendiciones a Israel del Antiguo Testamento antes y después de los tiempos de Moisés. ¡Esas generaciones la habrían recibido si hubieran cumplido las condiciones! Al negar la primogenitura a esas generaciones en particular y retenerla 2.520 largos años, Dios no estaba quebrantando Su promesa incondicional a Abraham.

Pero el mismo hecho de retenerla por un plazo definido de 2.520 años implica dar esa bendición nacional al momento de expirar ese periodo definido, no importando que el pueblo califique o la merezca. Esto debía ser así debido a la fidelidad de Dios a Su promesa incondicional hecha a Abraham.

Así pues, a partir de los años 1800-1803 (después de transcurridos los 2.520 años), Dios hizo llegar a manos de las naciones de la primogenitura, repentinamente y solo a ellas, una riqueza nacional, una grandeza y un poderío ¡que jamás había visto nación o imperio alguno! ¡Los descendientes de sólo una tribu original, la de José (los británicos y los estadounidenses) recibieron en conjunto más de las dos terceras partes, casi las tres cuartas partes, de la riqueza y los recursos cultivados de todo el mundo!

¡Esto suena increíble! Todas las demás naciones juntas poseían apenas poco más de la cuarta parte de la riqueza mundial, y entre ellas se contaban los descendientes de las otras tribus israelitas. Además incluye naciones como Alemania, Italia, Rusia y China, todas las otras naciones de toda la Tierra.

El acontecimiento más asombroso de toda la historia es este surgir repentino de dos naciones que, desde la oscuridad pasaron a poseer riqueza fabulosa y un poderío económico como nunca antes había poseído pueblo alguno. Bretaña pasó a ser la Gran Bretaña, una mancomunidad gigantesca y estupendamente rica de naciones; y Estados Unidos se convirtió en la nación más grandiosa de la historia.

Pero más asombrosos aún son los hechos increíbles de la actualidad que explican cómo y por qué estamos [esas dos naciones] ¡perdiendo las bendiciones más rápidamente de lo que llegaron!

¿Por qué? ¡Ahora explicaremos los hechos increíbles, las razones y también lo que depara el futuro!

Chapter 11: Por qué Israel perdió la identidad

¡El misterio se ha revelado! No sólo sabemos lo que les ocurrió a las “diez tribus perdidas”, ¡sino que también sabemos por qué perdieron completamente su identidad!

La parte principal de los israelitas, o sea, el reino del norte que llevó el nombre de “Reino de Israel”, se convirtió en una nación perdida en toda la historia.

Según los registros históricos, tal parece que se la hubiese tragado la tierra.

La historia los registra hasta su cautiverio en manos de Asiria entre los años 721 y, 718 a.C. Ellos fueron removidos de sus ciudades, pueblos y granjas en la parte norte de Palestina, y fueron llevados en esclavitud a Asiria, en la costa sur del mar Caspio. Pero en los años 604-585 a.C, cuando el reino sureño de Judá fue llevado cautivo por Nabucodonosor, de Babilonia, los asirios habían emigrado al noroeste, ¡llevando consigo a las 10 tribus de Israel!

Totalmente perdidas

¡Totalmente habían desaparecido! ¡Se habían perdido de vista! Hasta dónde se desplazaron en sentido noroeste, o dónde se asentaron finalmente, constituye una página en blanco de la historia.

¿Cuál es la explicación que dan los historiadores y teólogos?

No sabiendo la respuesta correcta, ellos explican esto de manera errónea. Ellos suponen de manera errada que todos los israelitas eran judíos y, que los 13 millones de judíos que existen hoy en el mundo constituyen la totalidad de los israelitas que han quedado hasta este tiempo. Algunos teólogos sostienen falsamente que todas las 10 tribus llevadas cautivas a Asiria en el 721 – 718 a.C, regresaron a Jerusalén con los judíos para reconstruir el templo 70 años después del cautiverio de Judá, 604-585 a.C. Pero este es un error craso. Sólo una parte de Judá regresó. Y esa parte que regresó estaba compuesta por miembros de las tribus de Judá, Benjamín y Leví. Puede comprobar esas genealogías en los libros de Esdras y Nehemías.

¡Se asume que los judíos constituyen Israel, la totalidad de Israel, porque ellos nunca perdieron su identidad! ¡Hay una razón por la cual los judíos conservaron su identidad mientras que la casa de Israel la perdió!

Dios les había dado un pacto eterno muy especial, que contenía una señal de identidad.

El especial pacto de identidad

Generalmente no es sabido o reconocido que en el monte Sinaí el Eterno hizo un pacto separado, especial y eterno con Su pueblo, el cual incluía una señal de identidad.

En esta coyuntura, debe señalarse que el pueblo de Israel era el único pueblo sobre la Tierra con el que Dios entonces trataba personalmente como Su pueblo.

Recuerde que Adán y Eva habían rechazado el simbólico árbol que representaba el Espíritu Santo de Dios, así como la relación Padre-hijo con Él. Sus descendientes, cortados de Dios, se alejaron tanto del camino de Dios que para el tiempo de Noé, el mundo estaba lleno de corrupción y violencia.

Transcurridas apenas dos generaciones desde el diluvio, el mundo entero se hallaba siguiendo las apostasías de Nimrod (Génesis 10:8-12; 11:1-9), cuya esposa-madre fundó la religión pagana que se apoderó del mundo y ha engañado a la humanidad hasta hoy. Dicho sistema religioso apóstata, iniciado por Semíramis, se extendió a todas las naciones. Pervirtiendo la verdad, se transformó en diferentes variaciones y apareció con distintos nombres en los diversos países. ¡Pero este era el mismo sistema básico de apostasía que cortó al mundo de la presencia de Dios! Y éste engaña al mundo entero en la actualidad, bajo distintas formas y llevando el nombre de diversas religiones.

Dios había escogido a estos hijos de Israel por la obediencia de Abraham, Isaac y Jacob. Mientras aquellos estaban bajo la servidumbre y esclavitud, Dios los llamó para que fueran Su pueblo, a quienes les revelaría Su verdad: Su religión verdadera, el camino de vida y el destino propuesto para la humanidad.

La verdad y el camino de Dios, revelados a estos israelitas, ¡son simplemente la verdad de Dios y Su camino para todos los pueblos de todas las épocas! Si Israel hubiese seguido el camino de Dios, habría cumplido su misión de ser un ejemplo viviente para todas las naciones.

Jesús no vino a borrar la verdad de Dios ni a deshacer su camino de vida ni a traer una nueva religión, sino a revelar verdades adicionales acerca del venidero Reino de Dios, y de cómo nosotros podremos nacer en él.

La verdadera nación de Israel del Antiguo Testamento recibió ciertos ritos y sacrificios que servían meramente para recordarle el pecado, solo como un sustituto temporal de Cristo, hasta que Él viniera (Hebreos 10:1-4; 9:10). Una vez que vino la realidad, el sustituto se acabó. ¡Pero la verdad y el camino de Dios permanecen eternamente! por lo tanto, Dios le reveló a Israel lo que es Su camino para todos los pueblos de todos los tiempos, ¡incluso para hoy!

Así pues, aquel pacto especial de identificación que fue instituido perpetuamente se aplica hoy a todos los cristianos, ¡a todos los que están reconciliados con Dios y forman parte de Su pueblo!

Este pacto eterno especial aparece en Éxodo 31:12-17. Y se refiere a uno de los dos mandamientos de prueba, y como vimos en el capítulo anterior Israel fue esclavizada y perdió su primogenitura precisamente por haberlo violado.

La señal de identificación

“Habló además [el Eterno] a Moisés, diciendo: Tu hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis sábados” (Éxodo 31:12-13 vkj).

Nótese cuál es el “día del Señor”. El Eterno llama a los sábados: “mis sábados”. Los sábados le pertenecen a Él, no son de Israel ni son nuestros días, sino de Dios. No son los “sábados de los judíos” ni los “sábados de los gentiles”. El sábado es un espacio de tiempo, y cuando quiera que ese tiempo llega, no es nuestro sino de Dios.

Esto se aplica a nosotros hoy lo mismo que a ellos entonces. Si lo tomamos para nosotros y para nuestros propios fines, sean trabajo, placer, o cualquier otra cosa, ¡estamos robándole ese tiempo a Dios!

¡Vea esto de nuevo!: “Vosotros guardaréis mis sábados”. En Éxodo 20:8, Dios ordenó que santificáramos el sábado. Dios lo hizo santo y nos manda que lo guardemos santo, que no profanemos lo que es santo para Él.

Ahora estudie este pacto especial un poco más allá: “…porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy [el Eterno] que os santifico” (Éxodo. 31:13). ¡Qué tremendo significado está condensado en esa porción de esta frase! ¡No obstante, la mayoría de personas que lo leyeron en el pasado, fallaron en captar la verdad vital que este contiene!

¡Note! He aquí el propósito del sábado: “…porque es señal…”. ¿Qué es una señal?

Cuando usted camina por una calle principal en la zona de negocios de alguna ciudad, ve por todas partes las señales identificando almacenes, oficinas, fábricas. Si usted quiere saber lo que es una señal, sólo busque una palabra en las Páginas Amarillas (el listado clasificado de los negocios de su directorio telefónico). Usted encontrara nombres tales como “Martínez - Letreros Publicitarios de Neón”, o “Carteleras Comerciales Sánchez y Hermanos”. Si usted llama a alguno de ellos por el teléfono y pregunta: “¿Qué es lo que hace o vende su empresa?” le dirán que hacen señales para empresas, instituciones, o individuos profesionales para colgar en su negocio. La señal identifica aquel establecimiento, institución u oficina que hay dentro.

Una identificación

Una señal es una insignia, símbolo, o ficha de identidad. Usted ve la señal: “Mueblería de Luis Bravo”. La señal identifica al dueño, y dice qué tipo de negocio posee. El diccionario de Webster define una señal así: “Un aviso publicitario desplegado en un edificio, oficina, etc. para anunciar el negocio que se lleva a cabo allí, o el nombre de la persona o empresa que lo conduce. Algo indicando la existencia de una cosa; una ficha o símbolo”. Y, por supuesto, la palabra tiene también sus significados especiales, técnicos en matemáticas, medicina y astronomía.

La palabra que Moisés escribió en hebreo, y que es traducida como “señal” es ‘oth, la cual se define como “señal, bandera, faro, monumento, evidencia, etc. (marca, milagro, signo, símbolo)”. Una bandera identifica a una nación. Un faro es una señal para anunciar la existencia de algo, por lo cual está advirtiendo. Un símbolo es una señal visible; algo que sirve como una señal de identificación para hacer conocer algo, como por ejemplo una bandera blanca es un símbolo de rendición.

Dios ordenó a Su pueblo que guardara Su sábado como una señal. Es una señal entre el pueblo de Dios, y Dios. El mandamiento dice que, “es señal entre mí y vosotros”. Este es una señal o símbolo de identidad. Este advierte, anuncia o proclama un cierto conocimiento que identifica. ¿Pero qué conocimiento? Dios responde: “Para que sepáis que yo soy el Eterno que os santifico”.

¿Quién es Dios?

¡Leamos esas palabras cuidadosamente! ¡Esta es la señal que identifica para ellos quién es su Dios! ¡Es la señal mediante la cual sabemos que Él es Dios! ¡Esta señal identifica a Dios!

Pero, ¿acaso no sabe todo el mundo quién es Dios? ¡De ninguna manera! El mundo entero está engañado, así lo afirma su Biblia.

Este mundo tiene un dios, un falso dios: ¡Satanás el diablo! Él se hace pasar por un “ángel de luz” (2 Corintios 11:14). El diablo tiene sus organismos religiosos, sus iglesias. Y no todos son budistas, sintoístas, taoístas, confucionistas. Muchos se han apropiado el nombre de “cristianos”, pero sus ministros, según lo declara la Biblia, son ministros de Satanás: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfracen como ministros de justicia” (2 Corintios 11:14-15).

Pero estos ministros ¿acaso se atreven a llamarse ministros de Cristo? Lea el versículo 13 de este mismo capítulo: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo”. Sí, Satanás es el gran falsificador que se hace pasar por Dios. La Biblia lo llama el dios de este mundo (2 Corintios 4:4). Satanás hace pasar a sus ministros por ministros de Cristo, ¡los cuales acusan a los verdaderos ministros de Cristo de ser “falsos apóstoles” para desviar las sospechas de ellos mismos!

La “cristiandad” de este mundo, ¿acaso conoce realmente al verdadero Dios? Ellos creen que sí, y un mundo presa del engaño puede creer muy sinceramente este gran error. El dios de una persona es aquella persona o cosa a la que sirve y obedece. Pero el Dios verdadero es el único a quien deberíamos obedecer.

¡A este mundo no se le enseña a obedecer a Dios! Su falso “cristianismo” enseña que la ley de Dios “ha sido abrogada”. Este fraude en realidad pone a la conciencia humana, estimulada por las falsas enseñanzas de Satanás, ¡en lugar de la ley de Dios! Ese falso “cristianismo” no enseña (como Cristo sí lo hizo) que debemos vivir por cada palabra de Dios, es decir, ¡toda la BIBLIA! Obedece a Satanás, ¡puesto que peca!; por lo tanto, ¡Satanás es el dios de este mundo!

El propósito del Sábado

Dios dio Su sábado al hombre para que la humanidad mantuviera el conocimiento verdadero y el culto auténtico al Dios verdadero. Ahora bien, ¿cómo es que el sábado identifica a Dios? ¿Cómo distinguir entre el Dios verdadero y el falso? ¿El domingo no hace lo mismo? ¡De ninguna manera!

Vea el versículo 17 que habla sobre este pacto especial del sábado: “Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó” (Éxodo 31:17).

El día en que Dios reposó de Su obra creadora fue el séptimo día de esa semana de la creación; no fue el domingo, el cual es el primer día de la semana. El séptimo día es el único día de la semana que señala hacia la creación.

¿Cómo identifica eso quién es Dios?

Si usted cree que otra persona o cosa es Dios, le probaré que mi Dios es el verdadero Dios porque cualquier otra cosa que usted pudiera pensar que es Dios, fue hecha o creada por el Dios verdadero. El que creó e hizo todo lo demás, es superior a todo lo que Él hizo, superior a cualquier otra cosa que pudiera llamarse dios.

La creación es la prueba de la existencia de Dios. ¡El acto mismo de creación identifica a Dios!

Dios tomó lo más perdurable e imperecedero que el hombre conoce, un espacio de tiempo cíclico, el único día que conmemora el acto de la creación. Él tomó el único día que hace recordar constantemente cada séptimo día de la semana, el hecho de que Dios descansó de crear en el séptimo día de la semana de la creación. Lo cual, señala la existencia del Dios Todopoderoso, del Dios Gobernador, ¡del Creador!

Y Dios apartó este día en particular como Su día. Dios hizo ese día peculiar sagrado y santo para Él y lo designó como el mismísimo día en que Él ordena a Su pueblo reunirse en adoración. Es el día en que al hombre se le ordena reposar, descansar de sus propias labores y placeres físicos, ¡y renovarse reuniéndose con otros adoradores obedientes en compañerismo espiritual!

Ningún otro día es un memorial y recordatorio de la creación. Ciertamente, Satanás ha engañado a un mundo iluso para que suponga que la resurrección de Cristo ocurrió un domingo al amanecer, el lapso que desde siempre ha sido el tiempo para la adoración pagana del sol. ¡Pero esa suposición no es cierta! (Solicite nuestro folleto gratuito acerca de la resurrección (La resurrección no ocurrió un domingo). ¡Usted quedará asombrado! También solicite nuestro folleto acerca de la Pascua Florida (La Pura Verdad acerca de la Pascua Florida). Las verdades que allí se encuentran le impactarán, y usted podrá verificar y probar la verdad en su biblioteca pública.

¡La resurrección de Cristo no ocurrió un domingo sino un sábado! ¡Además, en ninguna parte de la Biblia nos dice Dios que celebremos el día de la resurrección de Cristo! Esta es una costumbre pagana de los hombres, basado solamente en la autoridad apóstata del hombre, ¡contraria a los mandatos de Dios!

Identifica al pueblo de Dios

Tenemos, pues, un gran propósito en el sábado: ¡este identifica a Dios! Es el día que Él ha apartado para congregación y adoración, y ese mismo día señala como un memorial a quién debemos adorar: ¡al creador y gobernador de todo lo que existe!

¡Pero eso no es todo! ¡El sábado también fue dado como una señal que identifica quién es el pueblo de Dios y quién no! ¡Note esto! El pacto no solamente dice: “…para que sepáis que yo soy el Eterno…” pero leal el resto de esta frase: “…para que sepáis que yo soy el Eterno que os santifico” (Éxodo 31:13).

¡Debemos captar todo el maravilloso significado de esta frase!

¿Cuál es el significado de la palabra “santificar”? Esta significa “apartar para un fin o uso santo”. El séptimo día de la semana de la creación, el día sábado, el Eterno lo santificó, es decir Él lo apartó para un uso santo. Según vemos ahora, Dios dice que este mismo sábado es una señal de que Él, el Eterno, también santifica a Su pueblo (lo aparta y distingue de los demás como pueblo suyo), aquellos que son Su pueblo, han sido apartados para un fin santo.

En tiempos del Antiguo Testamento el pueblo de Dios era Israel. En esta época del Nuevo Testamento, Su pueblo son los miembros de la propia Iglesia de Dios, ¡los cristianos verdaderamente convertidos y engendrados por el Espíritu Santo!

¿Cómo es que el sábado aparta al verdadero pueblo de Dios, distinguiéndolo de los que no lo son?

Bueno, si usted ha comenzado a guardar el sábado santo tal como Dios manda, ya sabe la respuesta, por experiencia. Si usted no lo ha hecho, tan solo comience a guardar el Sábado de Dios santo como Él se lo ordena, ¡y pronto descubrirá que usted está automáticamente apartado de toda la demás gente! El mundo, la gente que usted conoce, algunos miembros de su familia y parientes, conocidos en el mundo de los negocios, o contactos: ¡ellos lo segregarán a usted!

El sábado es la señal de Dios. ¡No sólo identifica a Dios como el Creador y Gobernador, sino que identifica también a quienes son verdaderamente Su pueblo!

Pero, ¿cómo lo hace?

Una definición de Dios

Permítame darle otra definición de Dios. Aunque el único Dios sabio y verdadero es el gran Creador y Gobernador del universo, también hay muchos dioses falsos. Satanás se hace pasar por Dios ante los engañados, y la Biblia lo llama claramente el dios de este mundo. Los ídolos eran adorados como dioses, y aún lo son hoy, incluso en muchas iglesias que se dicen “cristianas”. Cualquier persona o cualquier cosa a la que usted sirva y obedezca, ¡ese es su dios!

La palabra “Señor” significa gobernante, maestro jefe, ¡aquel a quien usted obedece! Jesús exclamó: “¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, y, no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). Si no le obedecían, ¡entonces Él no era su Señor! Así que, ¿por qué llamarlo Señor si no lo era para ellos?

También dijo Jesús: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). ¡Solamente los que obedecen a Dios pueden ser hijos suyos y entrar en Su Reino! ¡Su dios es aquel a quien usted obedece!

También leemos en la Biblia: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis?” (Romanos 6:16).

Hablando de las imágenes como dioses falsos, el segundo mandamiento ordena: “No te inclinarás a ellas, ni las honrarás [esto es, en efecto, obedecerlas]; porque yo soy [el Eterno] tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad [desobediencia] de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:5-6).

El verdadero mandamiento de prueba

¡Cuán significativo! ¡El mandamiento del sábado es el único de los 10 que es una señal que identifica quiénes son realmente los cristianos auténticos hoy! ¡Este es el verdadero mandamiento de prueba!

Un individuo puede ser honrado y recto en su trato con los demás, puede tener fama de nunca robar ni mentir, ¡pero esto no lo identifica ni lo distingue (separa) especialmente como cristiano!

Muchos que no son cristianos honran a sus padres; al menos así parece a los ojos de los demás. Muchos son considerados como fieles, leales a su cónyuge; muchos se abstienen de jurar o blasfemar; y la mayoría no son homicidas, a ojos de los demás.

Pero su aparente cumplimiento de estos mandamientos no los marca como seres diferentes, ¡como individuos pertenecientes al pueblo de Dios! En realidad, pocos son los que guardan estos mandamientos en el espíritu, pero esto no lo ve el mundo. En cambio, ¡sí es muy obvio para el mundo cuando la persona guarda el sábado de Dios!

¡Por eso lo hacen tan pocos! ¡A la gente no le gusta que se le identifique como distinta, como perteneciente a Dios y alejada del mundo! La gente quiere ser identificada a ojos de los demás como pertenecientes al mundo. Sienten vergüenza que los amigos, parientes y contactos comerciales la identifiquen como gente de Dios.

Los hombres suelen estar dispuestos a reconocer los nueve mandamientos restantes, ¡pero se rebelan rotundamente contra el mandamiento del sábado! Y es esta, ¡es la prueba esencial de obediencia! Esta identifica a aquellos que han entregado su voluntad a Dios, que le obedecen a costa de cualquier cosa, ¡incluso de la persecución!

¡Ciertamente el sábado aparta a la persona! ¡Ciertamente es una señal!

El día sábado identifica al Dios verdadero, por ser el mismísimo día que el apartó para que en él nos congregáramos y le adoráramos. ¡El día sábado identifica al auténtico pueblo de Dios! ¡Identifica a aquellos que guardan el sábado como el pueblo de Dios, a los ojos del mundo! En realidad, ¡son pocos los judíos que guardan santo el sábado! ¡Esto no puede identificarlos ante Dios como Su pueblo, espiritualmente! ¡Pero ellos al menos reconocen ese día en particular! ¡Y aunque profanen ese día delante de Dios, éste los identifica delante del mundo!

La señal de Dios es una que usted acepta voluntariamente. En cambio la “bestia” (símbolo del inminente resucitado Sacro Imperio Romano en Europa), ¡tiene una marca que va a imponer a la fuerza! Es una marca que tiene que ver con “comprar y vender”, con el comercio, los negocios, el ganarse el sustento o tener un empleo (Apocalipsis 13:16-17; léanse los capítulos 13 y 17 del Apocalipsis). Sí, este es el mandamiento de prueba, ¡el mandamiento del cual dependen su propia salvación y la eternidad!

He dicho que Dios hizo el Sábado un pacto eterno y perpetuo, enteramente independiente y distinto de lo que llamamos el “antiguo pacto” celebrado en el monte Sinaí. ¿Entones, en qué sentido es un pacto?

¿Es un pacto?

Veamos primero lo que es un pacto. El diccionario Webster define pacto como: “Un acuerdo entre personas o partes. Un convenio solemne”. Un pacto es un contrato o acuerdo mediante el cual una parte promete ciertas recompensas o pagos a cambio de cierto rendimiento estipulado por la otra parte.

El antiguo pacto entre Dios y los hijos de Israel, celebrado en el monte Sinaí, impuso ciertos términos y condiciones que el pueblo habría de cumplir, a saber: obedecer los Diez Mandamientos. Dios, por su parte, prometía la recompensa de convertir a Israel en una nación “sobre todos los pueblos”. Las promesas eran puramente nacionales y materiales, y se referían solamente a este mundo. Pero el Nuevo Pacto se basa en mejores promesas (Hebreos 8:6), que consisten en una “herencia eterna” (Hebreos 9:15).

Una vez firmado, sellado o ratificado (confirmado) un pacto, no se le puede añadir nada más (Gálatas 3:15). Lo que aparezca debajo de la firma no forma parte legal del acuerdo. En Éxodo 24:6-8 se describe la celebración del antiguo pacto y de cómo este fue sellado con sangre. Nótese el final que dice: “… del pacto que el Eterno ha hecho con vosotros…” Ya estaba hecho, concluido y completo.

La celebración del pacto especial del sábado no aparece sino hasta siete capítulos más tarde; por lo tanto, ¡no formó parte del antiguo pacto!

Pero, reitero, ¿es el sábado un pacto?

La Biblia dice que sí, en Éxodo 31:16: “Guardarán, pues, el día de reposo [el sábado] los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo”.

“Perpetuo” significa continuo e ininterrumpido. Pero ¿habría de durar para siempre? La respuesta está en el versículo siguiente: “señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel”.

¿Cuál era la condición que habría de cumplirse? ¡Guardar el sábado santo! “Santo es a vosotros”, dice Dios en el versículo 14. ¿Y cuál es el premio prometido por cumplir la condición? Este no es sólo una señal, sino también un convenio “entre mí y vosotros” dice Dios, para que sepáis que “Yo soy el Eterno que os santifico”.

¡Así es! ¡Dios prometía santificarlos! Iba a apartarlos como santos, ¡como Su pueblo santo! ¿Puede pedir usted una promesa mayor?

¡Sí, se trataba de un pacto! Este es un pacto separado, totalmente distinto e independiente. Aunque alguien quisiera argumentar que el antiguo pacto está “abolido” y que por lo tanto los diez mandamientos están abolidos, no podría sostener que este pacto duró solamente hasta la cruz. Este último es un pacto vigente “por vuestras generaciones” (versículo 13), “pacto perpetuo” (versículo 16) y “para siempre” (versículo 17).

¿Señal sólo para Israel?

“¡Sí!”, dice el rebelde que no quiere obedecer, diciendo: “pero este pacto es entre Dios y los hijos de Israel, por sus generaciones; es entre Dios y los Israelitas para siempre”.

¿Entonces usted admite que esto Liga a los Israelitas a través de sus generaciones? Hay dos respuestas a este argumento, que si usted lo discute, ¡lo condenarán al lago de fuego!

1) No se puede negar que la observancia del sábado es obligatoria para el pueblo de Israel, y que lo es para siempre, por todas sus generaciones. Esas generaciones existen hoy; por lo tanto en la actualidad el pacto los obliga.

También usted debe reconocer que la salvación y la cristiandad están disponibles para los judíos y para todos los israelitas. El evangelio es el “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16).

¡Por lo tanto, el judío puede ser un cristiano convertido! Más aún, ¡la Iglesia en sus comienzos estaba formada casi enteramente por judíos! Así que el judío, e incluso un cristiano en la Iglesia de Dios, está obligado a guardar el sábado de Dios como pacto perpetuo, por todas sus generaciones, ¡para siempre!

Ahora bien, ¿Tiene Dios dos categorías de cristianos? ¿Es pecado para un judío cristiano quebrantar el sábado y pecado para los demás guardarlo? ¿Deben los cristianos judíos congregarse el sábado y los de otras nacionalidades el domingo? ¿No dijo Jesús que una casa dividida contra sí misma caería?

¿Hay dos clases de cristianos? Gálatas 3:28-29 nos dice: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros [gentiles] sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”.

Si el sábado es obligatorio hoy para los judíos en la Iglesia de Dios, y si todos somos uno en Cristo sin diferencia entre unos y otros, entonces ¡también es obligatorio para los gentiles!

Nosotros somos Israel

2) Pero, también hay otra respuesta a este argumento: Los pueblos de Estados Unidos, la Mancomunidad Británica y el noroeste de Europa de hecho son los pueblos de las 10 tribus de la Casa de Israel. El pueblo judío es la casa de Judá.

Si el sábado es la señal de Dios que identifica a Su pueblo de Israel, entonces ¿por qué estas naciones no guardan el sábado hoy?

La respuesta a esta pregunta es al mismo tiempo la respuesta a otras: ¿Por qué las 10 tribus de la Casa de Israel se llaman “las 10 tribus perdidas? ¿Por qué sus descendientes se creen gentiles? ¿Por qué esas naciones no conocen su verdadera identidad?

¡Es algo verdaderamente extraordinario, asombroso e increíble! La pasmosa verdad de todo esto ¡es mucho más extraña que una ficción!

¡He aquí los hechos que han estado ocultos por siglos y que son más intrigantes que una novela de misterio! ¿Por qué el sábado es llamado irrespetuosa y burlescamente el “sábado de los judíos”? ¿Por qué cree todo el mundo que todos los israelitas son judíos y que todos los judíos son los únicos israelitas que hay?

¡He aquí una asombrosa sorpresa para aquellos que han creído eso! Los judíos son únicamente una pequeña minoría de los Israelitas.

Israel perdió la señal

En ninguna parte en toda la Biblia se llama judíos a alguna de las diez tribus de la nación de Israel. Este nombre de Judío se aplica únicamente a la tribu de Judá. Los judíos son verdaderamente israelitas, ¡pero solo parte de los israelitas son judíos!

Tan pronto como ascendió al trono, Jeroboam comenzó a temer que sus súbditos, viajando a Jerusalén para las fiestas anuales, desearan de nuevo a Roboam como rey. Entonces, él tomó rápidas medidas para asegurar su propia posición.

La tribu de Leví formaba el sacerdocio. Eran los dirigentes, los mejores educados, y gracias al diezmo recibían ingresos dos o tres veces superiores a los ingresos de las demás tribus. Con un golpe certero, Jeroboam degradó a los levitas poniendo como sacerdotes a los más bajos e ignorantes entre el pueblo. ¡Así los podría controlar a ellos! y por tanto podría controlar la vida religiosa de toda la nación, tal como han hecho siempre los reyes gentiles. Ante esto, muchos, si no la mayor parte de los levitas regresaron al reino de Judá y se llegaron a conocer también como judíos.

Inmediatamente Jeroboam procedió a establecer dos grandes ídolos para que el pueblo los adorara. Ordenó que las fiestas de otoño se celebraran en el mes octavo, en vez del séptimo, y en un lugar del norte de Palestina que él mismo escogió, en vez de Jerusalén como lo había ordenado Dios (1 Reyes 12:28-32). Además, Jeroboam cambió el día de reposo del séptimo al octavo (es decir el día siguiente al séptimo, que viene a ser, por supuesto, el primero de la semana). Así, el día fijado por él para adorar coincidió con el día del sol pagano, ¡llamado hoy domingo!

A lo largo de 19 reyes y siete dinastías sucesivas, las 10 tribus de la casa de Israel persistieron en los dos pecados básicos de Jeroboam: la idolatría y el quebrantamiento del sábado. Algunos de los reyes añadieron otras prácticas malas y pecaminosas.

En los años 721 a 718 a.C., Dios hizo que el reino de Asiria invadiera y conquistara la casa de Israel, sacando a sus habitantes de sus granjas y ciudades, y transportándolos como esclavos a Asiria, en la costa sur del Mar Caspio. Pero la casa de Judá (los judíos), una nación distinta e independiente, no fue invadida sino hasta el año 604 a.C.

Transcurridas dos o tres generaciones desde el cautiverio de Israel, surgió la primera potencia de dominio mundial, el imperio de los caldeos (Babilonia) que bajo Nabucodonosor invadió a Judá entre los años 604 y 585 a.C.

Antes del 604 a.C, los asirios habían abandonado su tierra al norte de Babilonia y habían emigrado rumbo al noroeste pasando por las tierras que hoy son Georgia, Ucrania, Polonia, hasta llegar a lo que hoy es Alemania. Los descendientes de aquellos asirios son hoy el pueblo alemán.

La gente de las 10 tribus de Israel también emigró hacia el noroeste. Aunque los asirios habían llevado cautivo a Israel; estos no siguieron como esclavos de Asiria en Europa. ¡Ellos continuaron su viaje un poco más lejos, hacia Europa Occidental, Escandinavia y las islas Británicas!

Ahora ¿Por qué se conocen como “las 10 tribus perdidas”? ¡Porque perdieron la señal que las identificaba como nación!

¡El rey Jeroboam cambió el día de culto del séptimo al primer día de la semana, que era el día del sol, el domingo! ¡Los reyes que le sucedieron mantuvieron esta práctica así como la idolatría!

Conservaron su identidad mientras permanecieron en la tierra de Israel y se llamaron por el nombre “Reino de Israel”. Pero en Asiria dejaron de ser una nación con su propio gobierno y su rey. Ellos fueron meramente esclavos, con el paso de las generaciones adoptaron el idioma asirio y así perdieron su lengua hebrea, tal como lo había predicho la profecía bíblica, y perdieron su identidad nacional.

Transcurridas varias generaciones, la tribu de José, dividida en las dos tribus de Efraín y Manasés, tomó el nombre de “British”. Ellos retuvieron algunos indicios de su identidad hebrea: berith o b’rith en idioma hebreo significa “pacto”, y la terminación ish significa “hombre”. Así que en hebreo, British (británico) significa “hombre del pacto”, y precisamente eso son.

La tribu de Rubén se asentó en el país que hoy es Francia. Aunque habían perdido su identidad nacional, los franceses hoy tienen las mismas características de su padre Rubén. Actualmente, a través de nuestro folleto gratuito en idioma francés revelando este ancestro y esta identidad nacional, millares de franceses están comenzando a aprender sobre su propia identidad verdadera.

Las diez tribus, conocidas como la casa de Israel, perdieron el rótulo que las identificaba, a saber: el sábado de Dios.

¡Por eso perdieron su identidad nacional!

Porqué los judíos sí son reconocidos

En cambio, ¡Judá sí guardó el sábado! No lo mantuvieron santo ni lo guardaron a la manera de Dios, pero al menos lo reconocieron y lo siguen reconociendo como el día de reposo que se guarda y se observa. Y el resultado es que el mundo les ve a ellos ¡como el pueblo escogido de Dios! El mundo piensa que ellos son Israel, ¡no meramente Judá!

¡Los judíos no han perdido su identidad! Y efectivamente se conoce su identidad como descendientes directos de la antigua Israel; y como no se conoce la identidad de las “10 tribus perdidas” (aunque mucho más numerosas), entonces el mundo cree que los judíos son Israel, en lugar de Judá. ¡Los mismos judíos así lo creen! En esto también está engañado el mundo entero: ¡en que no conoce la verdadera identidad y quien realmente es el pueblo de la primogenitura de Dios!

¡Así es! El sábado es el día de Dios, el verdadero día de Dios, y es después de todo el día para nuestra gente doblemente. Primero, porque es para todas las personas que son de Dios, incluso las de origen gentil que ahora son de Cristo; y segundo, porque racialmente, e incluso por nacimiento físico ¡este es el día que Dios dio a nuestros antepasados y ordenó guardarlo santo para siempre!

Porqué fue esclavizado Israel

¿Sabe usted por qué el reino de Israel fue invadido por Asiria y su pueblo conquistado, y sacados de su tierra como esclavos en el 721 – 718 a.C? ¿Sabe usted por qué los judíos (Reino de Judá) fueron más tarde tomados cautivos y dispersados por el mundo? ¡Ambas casas sufrieron este castigo nacional y se vieron obligadas a abandonar Palestina por haber quebrantado el sábado de Dios!

¿Carece de importancia para Dios? ¡Ciertamente no! ¡Y Él no ha cambiado, porque es el mismo ayer, hoy y siempre! (Hebreos 13:8).

Veamos primero por qué Nabucodonosor conquistó a los judíos y se los llevó esclavos a Babilonia en los años 604-585 a.C.

Setenta años después de ese cautiverio, de acuerdo con la profecía de Jeremías (Jeremías 29:10), gran parte de los judíos regresaron a Palestina para reedificar el templo y restaurar el culto allí. El profeta Nehemías cuenta por qué cayeron en la esclavitud 70 años antes: “En aquellos días vi en Judá a algunos que pisaban en lagares en el día de sábado, y que acarreaban haces, y cargaban asnos con vino, y también de uvas, de higos y toda suerte de carga, y que traían a Jerusalén en día de sábado; y los amonesté acerca del día en que vendían las provisiones (…) Y reprendí a los señores de Judá y les dije: ¿Qué mala cosa es ésta que vosotros hacéis, profanando así el día del sábado? ¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios todo este mal sobre nosotros y sobre esta ciudad? ¿Y vosotros añadís ira sobre Israel profanando el día del sábado?” (Nehemías 13:15-18 vkj).

Allí está en lenguaje claro: ¡El quebrantamiento del sábado fue causa primordial del cautiverio de Judá! Fue algo tan importante para Dios que Él castigó de esta manera severísima a su propio pueblo escogido, con la derrota en la guerra y luego, ¡fueron llevados como esclavos a un país extranjero! Dios define el pecado como infracción de Su ley (1 Juan 3:4), y Su ley dice: “Acuérdate del día del sábado para santificarlo (…) el séptimo día es el sábado de [el Eterno] tu Dios” (vkj). Trabajar el día sábado o profanarlo buscando el placer propio, haciendo negocios, etc., ¡es un gran pecado, y su castigo es la muerte eterna!

Los judíos fueron advertidos

Los judíos no tenían excusa, pues ya los profetas les habían advertido. Consideremos la advertencia por medio de Jeremías: “Así ha dicho [el Eterno]: Guardaos por vuestra vida de llevar carga en el día de sábado (…) ni hagáis trabajo alguno, sino santificad el día de sábado, como mandé a vuestros padres (…) Pero si no me escucháis en cuanto a santificar el día de sábado, y para no traer carga ni meterla por las puertas de Jerusalén en día de sábado, yo prenderé fuego a sus puertas, y consumirá los palacios de Jerusalén, y no se apagará” (Jeremías 17:21-22, 27 vkj).

Esa fue la advertencia. Pero los judíos no hicieron caso. ¡Ahora vea lo que ocurrió!

“Y en el mes quinto, a los diez días del mes, que era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán capitán de la guardia, que solía estar delante del rey de Babilonia. Y quemó la casa de [el Eterno], y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalén; y destruyó con fuego todo edificio grande” (Jeremías 52:12-13).

Cuando Dios advierte, ¡el castigo es seguro!

Porqué fue derrotado Israel

Ahora veamos lo que le ocurrió a la otra nación de israelitas, el reino de Israel, 117 años antes del cautiverio de Judá.

Dios le había dado a escoger al pueblo en tiempos de Moisés, mucho antes que se dividiera en dos naciones. Esto lo vimos en detalle en el capítulo anterior, cuando se habló de Levítico 26. Ahora veamos lo que dijo Dios al respecto por medio del profeta Ezequiel.

Ezequiel recibió de Dios un mensaje para la casa de Israel (no para Judá, los judíos). El profeta Ezequiel se hallaba entre los cautivos judíos después de su cautiverio, que ocurrió más de 100 años después de la cautividad de Israel. Para ese tiempo los asirios habían emigrado desde las costas sureñas del mar Caspio hacia el noroccidente, estableciéndose finalmente en la tierra que hoy llamamos Alemania.

El pueblo de la casa de Israel también emigró rumbo al noroeste cruzando Europa. Pero ellos no se detuvieron en Alemania. Ellos continuaron hacia el occidente y norte, hasta llegar a Europa Occidental: Francia, Bélgica, Holanda, los países escandinavos y las islas Británicas, y allí se encuentran hoy con excepción de la tribu de Manasés que emigró mucho después a Norteamérica y se convirtió en el país de Estados Unidos.

El profeta Ezequiel recibió la comisión de ir desde donde él estaba, entre los judíos, a la casa de Israel: “Ve y habla a la casa de Israel”, dijo Dios (Ezequiel 3:1) y “Entra a la casa de Israel” (versículo 4).

Pero Ezequiel nunca llevó aquel mensaje a la casa perdida de Israel. No podía llevarlo porque también era esclavo entre los judíos.

Hoy, sin embargo, sí está llevando el mensaje, al haberlo escrito en su libro en la Biblia, y comunicando a ese mismo pueblo ¡a través de La Pura Verdad y el programa el Mundo de Mañana!

¡Esta es una profecía! ¡Este es un mensaje para estos pueblos hoy día! ¡Usted lo está leyendo ahora mismo! ¡Dios le ayude a prestar atención!

Una profecía para nosotros, hoy

Refiriéndose primero a la antigua Israel, Dios dice en Ezequiel 20: “Los saqué de la tierra de Egipto, y los traje al desierto, y les di mis estatutos, y les hice conocer mis decretos, por los cuales el hombre que los cumpliere vivirá. Y les di también mis días de reposo [sábados], para que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy [el Eterno] que los santifico” (versículos 10-12).

¡Nótese que este pasaje repite las palabras exactas del pacto eterno del Sábado de Éxodo 31:12-17! Luego prosigue: “Mas se rebeló contra mí la casa de Israel en el desierto: no anduvieron en mis estatutos, y desecharon mis ordenanzas (…) y profanaron en gran manera mis [sábados]…” (Ezequiel 20:13).

Una generación más tarde, Dios les imploró a sus hijos así: “… dije en el desierto a sus hijos: No andéis en los estatutos de vuestros padres, ni guardéis sus ordenanzas, ni os contaminéis con sus ídolos. Yo soy [el Eterno] vuestro Dios, andad en mis estatutos, y guardad mis preceptos, y ponedlos por obra; y santificad mis [sábados], y sean por señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy [el Eterno], vuestro Dios” (versículos 18-20).

Los versículos anteriores hacen una distinción enfática entre los estatutos, preceptos y sábados de Dios por una parte, y los sábados, estatutos y preceptos de sus padres por la otra. El pueblo estaba observando ¡un día distinto del Sábado de Dios! ya habían adoptado el día de los paganos, ¡que hoy se llama domingo pero que era el día del sol y de la adoración al sol!

“Mas los hijos se rebelaron contra mí”, prosiguió Dios a través del profeta Ezequiel, “… profanaron mis [sábados]” (versículo 21).

Entonces, ¿qué hizo Dios generaciones más tarde?

Los dispersó en cautiverio nacional y esclavitud (versículo 23). ¿Pero por qué?

“Porque no pusieron por obra mis ordenanzas, sino que desecharon mis estatutos y profanaron mis [sábados], y se les fueron los ojos tras los ídolos de sus padres” (versículo 24). ¡Esta es la respuesta! ¿Tenía importancia para Dios?

¡Continuemos leyendo esta asombrosa profecía! ¡Note que la profecía es para nosotros, hoy!

Hablando de un tiempo, en algún momento pronto, en nuestro tiempo, Dios les dice a nuestros pueblos: “Vivo yo, dice [el Eterno] el Señor, que con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado, he de reinar sobre vosotros” (Ezequiel 20:33).

La expresión “enojo derramado” se refiere a las últimas siete plagas en el mismo tiempo de la segunda venida de Cristo (ver Apocalipsis 16:1). El tiempo cuando Cristo reinará sobre nosotros inicia al momento y después de Su segunda venida. Por consiguiente, ¡esta es una profecía para nuestros tiempos!

Todas las profecías bíblicas que muestran dónde estará nuestro pueblo (Israel) cuando regrese Cristo en su segunda venida y cuando se produzca el gran éxodo a Palestina, indican que ellos estarán cautivos y esclavizados otra vez.

La profecía continúa: “Y os sacaré de entre los pueblos, y os reuniré de las tierras en que estáis esparcidos, con (…) enojo derramado; y os traeré al desierto de los pueblos [este es el éxodo venidero; ver Jeremías 23: 7-8], y allí litigaré con vosotros cara a cara” (Ezequiel 20:34-35).

¡Note esto! Este es el Verbo hablando, ¡es decir, Cristo! Él estará, de nuevo, sobre la Tierra ¡en persona! Y juzgará a nuestros pueblos cara a cara.

Es hora de despertar a la inminencia, ¡y enorme seriedad de esto!

¡Quizás sea una voz aislada la que le está advirtiendo a usted de esto! Sí, pero Dios se valió de una sola voz para advertirle al mundo en tiempos de Noé; una sola voz en tiempos de Elías; una sola voz en tiempos de Juan el Bautista; y encarcelado Juan, ¡una sola voz que fue la de Cristo mismo! Si usted pone su confianza en la voz de la mayoría pecadora, ¡sufrirá las consecuencias junto con ella!

¡Note como Él litigará!

“Como litigué con vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto, así litigaré con vosotros, dice [el Eterno] el Señor (…) y apartaré de entre vosotros a los rebeldes, y a los que se rebelaron contra mí (…) y sabréis que yo soy [el Eterno]” (Ezequiel 20:36-38).

¿Cómo litigó Él con ellos? Instándoles a: “santificad mis sábados” y no los de sus padres, “para que sepáis que yo soy [el Eterno]”. Y aquellos de nosotros que vayamos a Palestina sabremos que Él es el Eterno.

¿Cómo lo sabrán?

¡Por su señal del sábado!

¡Lea los versículos 42-44 en su propia Biblia! Dios dice que cuando nuestros pueblos cesen su rebelión y guarden Su sábado, se acordarán de sus caminos profanos ¡y se aborrecerán por haber quebrantado el sábado! ¡Estas son enseñanzas muy fuertes! ¡Esta es la Palabra de Dios hablándole a usted!

Chapter 12: El derecho de la primogenitura: ¡en su cenit, y ahora!

¿Cuánta grandeza, cuánto poderío y cuánta riqueza llegaron a tener los pueblos británico y estadounidense? ¿Y qué les está ocurriendo ahora? ¿Por qué Gran Bretaña ya ha perdido la mayor parte de sus colonias, sus posesiones, sus recursos, su riqueza, su poderío y su influencia en el mundo? ¿Por qué Gran Bretaña ya no es considerada una gran potencia mundial?

¿Por qué Estados Unidos se ha desacreditado tanto? ¿Por qué gran parte del mundo los desprecia y los odia tanto? ¿Por qué no pudieron ganar la guerra de Corea? ¿Por qué Estados Unidos no pudo vencer al pequeñísimo Vietnam del Norte?

Primero, comprendamos realmente cuál fue el grado de grandeza, riqueza y poderío alcanzado por Estados Unidos e Inglaterra.

Las personas tienden a dar por sentado su estatus y el de su país. Son relativamente pocos los que se dan cuenta de la prosperidad sin precedente que estos países han disfrutado. Nosotros juzgamos todas las cosas por comparación. El británico promedio, el australiano o el canadiense nunca han viajado por las zonas más atrasadas, infectadas de enfermedades y pobreza de China, India, los países de Oriente Medio o África negra. No han observado el estado calamitoso, el hedor, la pobreza en la que vive la mayor parte de la humanidad.

Por su parte, los estadounidenses del común tampoco han visitado aquellas vastas zonas menesterosas, ni aún los países de Europa, que son prósperos si se comparan a las masas repletas de analfabetos, todavía pobres en comparación a los estándares norteamericanos. No, generalmente los pueblos de habla inglesa no se han dado cuenta de lo que tienen ni han sido agradecidos. No le hemos dado gracias a Dios, ni hemos aceptado la responsabilidad que trae consigo las espléndidas bendiciones.

Pocos comprenden que toda posesión deseada y valiosa conlleva la responsabilidad de usarla correctamente. El niño de ocho años que acaba de recibir una flamante bicicleta, ¿acaso tiene noción de la responsabilidad que ésta implica para él, a menos que sus padres se lo inculquen? ¿Entiende, sin que nadie le diga, que debe cuidarla y usarla con prudencia para no lastimarse ni lastimar a los demás?

Cuando Dios dio a nuestros pueblos tal riqueza, poder y posesiones económicas como ningún otro pueblo había tenido jamás, ¿apreciamos lo recibido? ¿Reconocimos la responsabilidad de hacer sabiamente un buen uso de todo ello?

¡no lo hicimos! Ni siquiera nos dimos cuenta de lo grandes que fueron las bendiciones. ¡Jamás tuvimos un sentido de responsabilidad ante nuestro Creador por lo que teníamos! ¿Cuán grandiosa fue pues esta bendición de la primogenitura?

La riqueza de la primogenitura

Lea de nuevo las promesas proféticas de Génesis 22:17.

Dios le dijo a Abraham: “De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos”.

Tomemos nota también de la bendición profética que se le dio a Rebeca cuando ella dejó a su familia para desposarse con Isaac: “Y bendijeron a Rebeca, y le dijeron: Hermana nuestra, sé madre de millares de millares, y posean tus descendientes la puerta de sus enemigos” (Génesis 24:60).

Como explicamos antes, la traducción correcta de Fenton es: “…y posean tus descendientes las puertas [plural] de sus enemigos”. Como lo explicamos las “puertas” de naciones enemigas son las puertas marítimas situadas estratégicamente a la entrada o salida de esas naciones. Aunque toda la riqueza proviene de la tierra, la prosperidad y la abundancia a escala nacional siempre se debe a la industria y el comercio. Y el comercio internacional entre las naciones se ha efectuado casi todo por barco, mediante las vías marítimas del mundo, y en el continente por medio de ferrocarriles.

¡Es tremendamente significativo, que Roberto Fulton haya echado a andar el primer barco de vapor en 1803, precisamente cuando Inglaterra y Estados Unidos comenzaron a multiplicar vertiginosamente su riqueza nacional! ¡Y también que los ferrocarriles hayan florecido en ese mismo siglo XIX!

Como fue explicado anteriormente, puesto que la primogenitura se refiere a naciones, las “puertas” de nuestros enemigos serían pasos estratégicos como Gibraltar, Suez, Singapur, el canal de Panamá, etc.

¡Gran Bretaña y Estados Unidos llegaron a poseer todas las “puertas” principales del globo! Así que tenemos que ser la Israel actual. Dichas “puertas” fueron el factor decisivo en la Segunda Guerra Mundial, pues llegaron a ser no sólo pasos estratégicos sino las fortificaciones más importantes del mundo. Pero ahora, hemos perdido la mayoría de ellas. El canal de Panamá fue la más reciente y parece que Gibraltar no tardará en perderse

también. ¿Por qué?

Vea Génesis 39:2, 23: “Mas [el Eterno] estaba con José, y fue varón próspero (…) [el Eterno] estaba con José, y lo que él hacía, [el Eterno] lo prosperaba”. Así mismo, Dios hizo prosperar a los descendientes de José, Gran Bretaña y Estados Unidos, ¡dándoles la fabulosa primogenitura que les había prometido a los hijos de José!

Consideremos la bendición profética pronunciada por Moisés, en la cual predijo lo que le ocurriría a cada una de las tribus en estos últimos tiempos.

“A José dijo: Bendita de [el Eterno] sea tu tierra, con lo mejor de los cielos, con el rocío, y con el abismo que está abajo. Con los más escogidos frutos del sol, con el rico producto de la luna, con el fruto más fino de los montes antiguos, con la abundancia de los collados eternos, y con las mejores dádivas de la tierra y su plenitud (…) venga sobre la cabeza de José, [Efraín y Manasés en conjunto] (…) Como el primogénito de su toro es su gloria, y sus cuernos como los cuernos de unicornios [sello nacional actual de Gran Bretaña]; con ellas acorneará a los pueblos juntos hasta los fines de la tierra; tales son los diez millares de Efraín, tales son los millares de Manasés” (Deuteronomio 33:13-17 vkj).

Quienes sean en la actualidad Efraín y Manasés, tienen que haber sido poseedores de lo más selecto de la riqueza agrícola, minera y otras riquezas como las grandes minas de oro y plata, el hierro, el petróleo y el carbón, la madera y otros recursos.

¿Cuáles son las naciones que cumplen estas profecías? Claro, ¡solamente Gran Bretaña y Estados Unidos!

Más de la mitad de toda la tierra cultivable en zonas templadas, la obtuvieron estas dos potencias ¡después del año 1800! Las fértiles tierras agrícolas del Valle del Misisipi; los vastos campos de trigo y cereales del Oeste Medio norteamericano, de Canadá y de Australia; las enormes extensiones forestales de la costa norte del Pacífico y de muchas otras partes del mundo; los yacimientos de oro de África del Sur, Australia, Alaska y Estados Unidos; las abundantes minas de carbón de Estados Unidos y las islas Británicas; las cataratas naturales, fuente de energía eléctrica y origen de los prósperos distritos industriales y manufactureros de Inglaterra y el oriente de Estados Unidos; las selectas zonas frutales de la costa del Pacifico y Florida. ¿Qué otras naciones combinadas han poseído tanta riqueza material?

¡Y llegaron a poseer casi toda esta riqueza después del año 1800!

Estadísticas concretas

¿En qué grado ha cumplido el Dios Todopoderoso estos últimos tiempos, a partir de 1800, en esos dos pueblos, los descendientes de José, las promesas de “los más escogidos frutos del sol (…) el fruto más fino de los montes antiguos (…) y (…) las mejores dádivas de la tierra y su plenitud”?

El Sr. Charles M. Schwab, magnate del acero, hizo la siguiente afirmación ante la Asociación de Banqueros de Massachusetts el 5 de enero de 1921: “Nuestros Estados Unidos han sido dotados por Dios con todo lo necesario para ser y conservarse como la primera nación industrial y comercial del mundo”.

La producción petrolera mundial en 1950 fue de casi 3.800 millones de barriles, y más de la mitad (casi el 52%) de este petróleo era producido por Estados Unidos. Ese país, junto con la Mancomunidad Británica, producía el 60% del crudo (sin incluir sus enormes inversiones en el exterior). Pero ya en 1966, año en que la Oficina Colonial de Londres cerró sus puertas, señalando la muerte oficial del Imperio Británico, ese 60% de toda la producción de petróleo crudo mundial se había reducido al 32%.

Gran Bretaña y Estados Unidos llegaron a explotar un 150% más carbón del que explotaban todos los demás países juntos. Pero en 1966 su parte había caído a menos de un tercio de la producción mundial, ¡o sea, al 30,9%!

La Mancomunidad Británica y Estados Unidos producían en 1950 tres cuartas partes del acero del mundo [75%], y en 1951 este último país produjo (él solo) casi el 60%. También llegaron a producir un 130% más de hierro en lingote del que producían los demás países combinados.

Para 1966, este índice básico de riqueza se había reducido así: un tercio (el 33,6%) del acero y apenas el 17,8% (un sexto) del hierro en lingote.

Poseyeron casi el 95% del níquel en el mundo (proveniente principalmente del Canadá), el 80% del aluminio mundial, el 75% del zinc. ¿Y cuáles eran las cifras en 1966? Apenas el 3,6% del níquel del mundo, el 40,2% del aluminio y el 12,4% del zinc.

En 1950 la Mancomunidad Británica dominaba completamente la producción de cromita (de África del Sur). Gran Bretaña y Estados Unidos producían dos tercios del caucho mundial y dominaban en la explotación de cobre en el mundo, plomo, estaño, bauxita y otros metales preciosos. Pero ya en 1966 sacaban sólo el 2,3% de la cromita mundial, el 23,4% del cobre, el 9,9% del plomo, el 6,3% de la bauxita y nada de estaño.

La Mancomunidad Británica produjo las dos terceras partes del oro mundial en 1950 (alrededor de 266 millones de libras esterlinas o 642 millones de dólares), y las reservas de oro de Estados Unidos eran el triple de las de todo el resto del mundo. Pero llegado el año de 1966, las reservas de oro norteamericanas estaban tan agotadas que el dólar se vio seriamente amenazado.

Producíamos y utilizábamos las dos terceras partes de la energía eléctrica en el mundo; Estados Unidos con 283.000 millones de kilovatios-hora en 1948 y el Reino Unido y Canadá iban muy adelante de Rusia, Alemania y Francia juntas. ¡Pero en 1966 la cifra había descendido a apenas el 20,1%!

En cuanto a flotas mercantes, más de la mitad del tonelaje perteneció a Gran Bretaña y Estados Unidos. Pero en 1966 esta cifra era apenas el 32,5%. Gran Bretaña construía más barcos que cualquier país del mundo. Pero antes de transcurrir dos décadas, dos o tres naciones gentiles ya habían sobrepasado a Gran Bretaña y a Estados Unidos. En 1950 poseían aproximadamente la mitad del kilometraje ferroviario en el mundo; en 1966 poseían en conjunto sólo el 26% del total mundial.

Hubo un momento en que Estados Unidos estaban fabricando el 73% de todos los automóviles; pero en 1966 combinando a Estados Unidos y Gran Bretaña fabricaban apenas el 55% (un 44% venía de Estados Unidos solos). Japón, Alemania, Francia e Italia han avanzado a pasos agigantados.

¿Cómo lo obtuvimos?

¿Cómo llegamos a poseer toda esta vasta riqueza de la Tierra? ¿La adquirimos por nuestra propia sabiduría humana, visión, energía, capacidad y poder?

Dejemos que Abraham Lincoln responda: “Nos encontramos como poseedores pacíficos de la porción más favorable de la Tierra en cuanto a fertilidad del suelo, extensión territorial y salubridad del clima (…) Nosotros (…) nos encontramos como herederos legales de estas bendiciones fundamentales, nosotros no las conseguimos ni las establecimos por nuestro esfuerzo”.

Luego, en su proclama del 30 de abril de 1863, en la cual convocó a un día nacional de ayuno y oración, aquel gran presidente declaró: “Es deber de las naciones, así como de cada individuo, reconocer su dependencia en el poder predominante de Dios (…) y reconocer la verdad sublime, anunciada en las Sagradas Escrituras y demostrada por toda la historia, de que son benditas solamente aquellas naciones cuyo Dios es el Eterno (…) Hemos recibido las bendiciones más escogidas del cielo. Hemos sido conservados estos largos años en paz y prosperidad. Hemos crecido en número, en riqueza y en poder como ninguna otra nación ha crecido jamás; ¡pero hemos olvidado a Dios! Hemos olvidado la Mano dadivosa que nos preservó en paz y que nos multiplicó, enriqueció y fortaleció; y hemos creído vanamente, en el engaño de nuestro corazón, que estas bendiciones fueron producidas por nuestra propia sabiduría y virtud superiores”.

Lincoln vio una nación que había olvidado a Dios, una nación ebria de un éxito que no había cosechado por su propia labor, una nación que se creía merecedora de toda gloria (…) y ese gran presidente convocó a la nación a un día de ayuno y oración para confesar el pecado nacional delante de Dios. El destino de la nación estaba en juego cuando él emitió esa proclama. Pero Dios escuchó y respondió a la gran oración nacional (…) ¡y preservó a la nación!

Pero hoy nuestro futuro está amenazado mil veces más seriamente. ¡Pero hoy no tenemos un presidente o primer ministro con la visión, el entendimiento y el valor suficientes para poner a nuestras naciones de rodillas ante Dios!

Abraham Lincoln sabía que esas grandes bendiciones materiales no las habían ganado sino que el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel se las había dado a nuestro pueblo.

Debemos enfrentar los hechos hoy y reconocer que Dios nos entregó esa riqueza material sin precedentes porque Él lo había prometido de manera incondicional a Abraham. Y Él lo prometió a Abraham porque Abraham le obedeció y guardó Sus leyes y mandamientos.

Dios les negó la bendición de la primogenitura a nuestros ancestros después de los tiempos de Moisés, porque ellos rehusaron vivir según las leyes de Dios.

Y hoy Dios nos advierte, por medio de muchas profecías de Jeremías, Ezequiel, Isaías, Miqueas y otros, que si esta generación no se arrepiente de sus pecados y vuelve a Él con ayuno, con llanto y con oración ferviente, Él destruirá nuestras ciudades y todas nuestras fortalezas con la espada extranjera; nos castigará entregándonos en manos de un invasor cruel; ¡que nos invadirá, derrotara y reducirá a esclavitud! ¡dios nos ayude a prestar atención a esta advertencia!

En conclusión podemos preguntar: ¿Si nosotros no somos Israel nacional, las llamadas Diez Tribus “perdidas” de Israel, el Israel próspero (José), Israel de la primogenitura, actuales herederos de bendiciones de la primogenitura las cuales comenzaron a hacerse efectivas a partir del año 1803, entonces que otra nación puede serlo? No hay otra nación ni conjunto de naciones que posean tales bendiciones de la primogenitura; poseímos más de dos tercios, casi las tres cuartas partes de todas las materias primas, los recursos y la riqueza de todo el globo, mientras las demás naciones unidas tenían sólo una pequeña parte.

¿Conoce usted alguna prueba más contundente de la inspiración divina de la Santa Biblia, de que sí es la Palabra revelada del Dios viviente? ¿Sería posible que unos mortales, carentes de inspiración divina, hayan escrito las profecías que hemos analizado en este libro, hayan hecho esas promesas a Israel (José) y, después de 2.520 años, comenzando exactamente entre 1800 y 1803, las hayan hecho cumplir en forma precisa? No se trata de cualquier promesa; Ellas incluyen posesión de enorme riqueza y vastísimos recursos naturales del mundo entero.

Presente estos hechos como un desafío a sus amigos ateístas y agnósticos. Pídales a ellos que contesten, si pueden, si algún poder a no ser el del mismísimo Creador Eterno pudiera haber hecho y dejado por escrito, tales promesas miles de años atrás, y luego, precisamente en el tiempo prometido miles de años más tarde, ¡llevar esto a su cumplimiento!

En presencia del cumplimiento de tan estupenda e impresionante profecía, de tan sobrecogedora e inspiradora demostración del poder y fidelidad del Dios Omnipotente, cómo podría cualquier norteamericano (o cualquier angloparlante heredero de las más selectas bendiciones materiales de Dios), aceptar y participar de estas bendiciones, para luego descuidadamente ignorar la advertencia de Dios que nos dice que nuestros pecados actualmente están aumentando; parece imposible de concebir que no cayeran arrepentidos sobre sus rodillas delante del gran Omnipotente, y en una oración saliendo de lo profundo del corazón intercedieran por todas las naciones israelitas, y ayudaran ahora en cualquier forma que pudieran para advertir a estos pueblos acerca del peligro inminente en que se encuentran.

Chapter 13: ¿Y ahora qué? Las profecías para el futuro inmediato

Una vez que recibimos las bendiciones de la primogenitura, éstas fueron estupendas y asombrosas; ¡algo sin igual entre las demás naciones o imperios! Pero ¿qué han hecho nuestros pueblos con aquellas estupendas bendiciones?

Ellos siguieron siendo israelitas, ¡aunque ellos mismos no lo supieron! Siguieron siendo rebeldes, ¡contumaces y testarudos!

Una vez que los pueblos británico y estadounidense (los israelitas “perdidos” ahora creyéndose gentiles) se hallaron gozando de gran riqueza y poderío, estuvieron menos dispuestos que sus antecesores a entregarse a Dios y someterse a Sus caminos. ¡Ahora, no sentían ninguna necesidad de Él! Al parecer muy pocos buscan a Dios, a menos que se encuentren desesperados o en grandes apuros.

Dios había retenido la primogenitura 2.520 años, y luego, cuando nuestros pueblos no merecían nada de Dios, de repente Él nos prodigó bendiciones sin par en la historia, ¡cumpliendo así la promesa incondicional hecha a Abraham! Ahora, Dios ya no está obligado por Su promesa a continuar prodigando riquezas, prestigio ni grandeza. Una vez otorgada esta posición privilegiada, el seguir o no disfrutando de ella dependía del pueblo mismo.

Volvamos ahora a Levítico 26. Ya hemos visto los versículos 1 al 18. Dios dijo que si con todos estos castigos previos, los israelitas seguían renuentes a escucharlo y obedecerlo, Él los castigaría durante 2.520 años. Y luego, ¿qué ocurriría?

Si transcurridos los 2.520 años de retención de la bendición de la primogenitura, los pueblos (una vez recibida ésta) continuaban rebelándose, traerían sobre sí la sentencia que se encuentra en el versículo 19: “Y quebrantaré el orgullo de vuestro poder, y haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce” [Versión King James]. ¡Dios ya ha comenzado a hacerlo!

¡Tuvimos orgullo en nuestro poder!

Dios no podía hablar de quebrantar el orgullo de nuestro poder nacional, ¡sino hasta después de otorgar el poderío de la primogenitura! Dios hizo que nuestras naciones alcanzaran la posición de poder nacional más grande que ningún país o imperio alguno haya tenido jamás. Y hemos tenido gran orgullo en nuestro poder nacional; en nuestro prestigio nacional.

Recuerdo haber escuchado al presidente Teodoro Roosevelt hablando de su orgullo en ese poder; y describió cómo lo había usado estando él en la presidencia. Los alemanes estaban enviando un buque de guerra hacia la bahía de Manila, amenazando con apoderarse de las islas Filipinas. En ese entonces las Filipinas eran una posesión de Estados Unidos. El presidente Roosevelt le envió al Káiser una nota tajante en la cual exigía el retiro inmediato de ese buque.

Más tarde explicaba: “El Káiser no sabía que yo lo decía en serio, de manera que envié otra nota, pero esta segunda no era para el Káiser sino para el almirante Dewey, comandante de la flota de Estados Unidos en el Pacífico. Era una orden de que la flota entera se dirigiera a toda velocidad hacia el buque de guerra alemán, y si éste no se devolvía, ¡que lo hundiera!” ¡El Sr. Roosevelt narraba este incidente con enfática fuerza! En aquella época, antes de la Primera Guerra Mundial, ¡nosotros teníamos orgullo de nuestro poder nacional!

¡Pero lo perdimos!

En cambio hoy, incluso las naciones más pequeñas se atreven a insultar, pisotear o quemar la bandera de Estados Unidos; y EE UU, que aún tiene poder, ¡escasamente emite una débil protesta! ¿Qué le pasó al orgullo de nuestro poder?

¡Ya lo hemos perdido! Dios dijo: “Quebrantaré el orgullo de vuestro poder”, ¡y Él así lo hizo!

Otras profecías revelan que los próximos castigos serán sequías, hambre y epidemias que segarán millones de vidas. Cuando el cielo esté como hierro y la tierra como bronce, el pueblo comprenderá que el hierro no da lluvia y que una tierra endurecida como el bronce no recibe lluvia, ¡ni tampoco produce alimento!

Levítico 26:20 dice: “Vuestra fuerza se consumirá en vano, porque vuestra tierra no dará su producto, y los árboles de la tierra no darán su fruto”.

¿Pero escucharán Estados Unidos y Gran Bretaña? ¡Nunca lo han hecho!

¿Entonces qué? Después de todo aquello, ¿qué ocurrirá?

Versículo 21: “Si anduvieres contrario a mí, y no me quisiereis oír, yo añadiré sobre vosotros siete veces más plagas según vuestros pecados” (vkj).

Aquí, como en el versículo 18, encontramos la palabra hebrea shibah. En el idioma hebreo, en el cual escribió Moisés, no se emplean dos palabras para decir “siete veces”, sino una sola: shibah.

Como se explicó anteriormente, esta palabra significa “siete veces” y también “siete tiempos”. La expresión “siete veces” se refiere a la duración del castigo. El significado de “siete tiempos” de la misma palabra se refiere a la intensidad del castigo.

Ahora, un castigo más intenso

Por la manera como está empleada esta palabra, por la construcción de la frase y por lo que realmente ocurrió, es seguro que en el versículo 18 la palabra hebrea shibah se refiere a la duración del castigo: siete tiempos proféticos, ¡o sea 2.520 años!

Mas en el versículo 21 la frase tiene una estructura muy diferente; y dado que no puede retenerse otros 2.520 años lo que ya se ha otorgado, queda bien claro que shibah en este versículo 21 se refiere a una intensidad de castigo siete veces mayor. Nótese cómo la estructura del versículo 21 es completamente distinta a la del versículo 18. Aquí no dice “siete veces más por vuestros pecados”, sino “siete veces más plagas”. La expresión “siete veces” en el versículo 21, es descriptiva de las plagas que les sobrevendrán.

Por consiguiente, si Efraín y Manasés del siglo XX (Gran Bretaña y Estados Unidos) se niegan a volver a Dios en obediencia y rehúsan seguir el camino de vida que produce, conserva y aumenta las bendiciones, entonces Dios las castigará de una manera mucho más intensa; incluso las privará totalmente de esta colosal bendición y las devolverá al cautiverio y la esclavitud, tal como lo dicen los siguientes versículos de esta profecía.

¿Cree el lector que potencias tan fuertes como Gran Bretaña y Estados Unidos no pueden caer de esa manera? ¿Cree usted que eso “no les puede suceder a estas naciones”? ¿Cree que el gran Dios que pudo darles esa posición de dominio mundial, de poder y riqueza, no puede también quitársela y lanzarlas a la esclavitud otra vez, como sucedió a sus antepasados?

¡Usted necesita abrir sus ojos ante el hecho de que el sol ya se puso en el Imperio Británico! Usted necesita darse cuenta del hecho que Estados Unidos, aunque todavía conservan un poderío inigualable, tienen miedo (temor) de usarlo, tal como Dios lo había predicho: “Quebrantaré el orgullo de vuestro poder”. ¿Quién puede negar que Estados Unidos ya haya dejado de ganar guerras? ¡Que con todo su tremendo poderío fueron incapaces de vencer al diminuto Vietnam del Norte! ¡Estados Unidos está yendo rápidamente hacia la caída más estruendosa que haya sufrido nación alguna!

¡La mano ya lo escribió en el muro!

¡Usted necesita entender ahora el resto de la profecía de Levítico 26, así como la de Deuteronomio 28 y muchas más que se refieren a estos hechos, y que hablan de los acontecimientos que afectarán muy pronto su vida de manera violenta!

Usted necesita estudiar las profecías de Jesucristo, de Jeremías, de Isaías y otros que describen cuán intenso es el castigo que Dios va a infligir sobre los pueblos británico y estadounidense.

¡Son muchas las profecías que nos advierten con toda certeza que habrá tanto dolor como nunca antes ha sufrido nación o pueblo alguno!

Conociendo ya, nuestra identidad, sabiendo cómo los pueblos británico y norteamericano están identificados en las profecías, es preciso que ahora usted averigüe lo que se dice de nosotros en Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Joel, Oseas, Amós y otras profecías, y lo que predijo el mismo Jesús, ¡así como en estas profecías escritas por Moisés!

También usted necesita saber por qué un Dios justo y lleno de amor va a castigar a Su pueblo escogido; al pueblo que Él escogió para un propósito glorioso, pero que éste se ha negado a cumplir.

El castigo en sí implica corrección. Debemos entender que la corrección se aplica para que enderecemos los malos caminos que nos hacen daño. Se aplica para que dejemos esos caminos y sigamos los correctos, pues estos últimos ¡son los que producirán las bendiciones deseadas! ¡Comprenda! Dios

castiga a todos los hijos que Él ama (Hebreos 12:6).

¡Entienda también a la naturaleza humana! Ésta quiere ser buena (considerarse y ser considerada como buena). Pero al mismo tiempo, solo quiere obrar mal. Quiere un buen resultado. Aspira recibir el bien mientras siembra el mal. De alguna forma parece no entender que lo que sembramos, ¡eso mismo segaremos! Y que todo es cuestión de ¡causa y efecto!

El castigo de Dios solamente refleja el amor de Dios. ¡Nos hace tornar del camino que está produciendo resultados malos al camino que trae la felicidad! Dios está a punto de detenernos ¡para evitar que traigamos males colosales sobre nosotros mismos! Dios no está enojado porque le estamos haciendo daño a Él, sino porque nos hacemos mal a nosotros mismos, ¡a quienes Dios ama!

El castigo es corrección

Las profecías no se limitan a revelar la intensidad multiplicada de un castigo que ya comienza a infligirse a Estados Unidos y Gran Bretaña, sino que indican también el resultado de ese castigo intensificado. El resultado será un pueblo enderezado que abrirá los ojos y comprenderá lo que ha traído sobre sí mismo. ¡El castigo supremo nos enseñará, por fin, nuestra lección! El castigo ¡quebrantará nuestro espíritu de rebeldía! El castigo nos levantará de la bajeza y maldad en que nos hemos sumido. ¡Nos enseñará el camino hacia la paz gloriosa, la prosperidad, la felicidad y el bienestar abundantes!

Más allá de las calamidades nacionales atroces que ya están viniendo sobre nosotros, vendrá una bendición inimaginablemente más grande que la primogenitura material y nacional que hemos poseído.

Tenemos que aprender que los bienes materiales no son la fuente de la felicidad. A menudo he mencionado a los muchos hombres ricos que he conocido, hombres cuyas cuentas bancarias estaban repletas ¡pero cuyas vidas estaban vacías! Ciertamente, la prosperidad material es algo deseable, pero no es la fuente de la felicidad.

A fin de cuentas, ¡la verdadera felicidad es algo espiritual! La primogenitura fue sólo una de las dos grandes promesas hechas por Dios a Abraham. La promesa del cetro no se refería solamente a una dinastía de reyes humanos; y lo que es más, ni siquiera tenía que incluirla si los israelitas hubieran sido obedientes a Dios, y lo hubieran mantenido a Él como su rey. Ante todo, el cetro señalaba a Cristo y a la salvación espiritual por medio de Él.

Nuestros pueblos aún tienen que aprender algunas lecciones básicas. Los verdaderos valores son espirituales. De hecho, la ley de Dios es una ley espiritual. Esta ley involucra acciones físicas; pero se basa en principios espirituales. ¡Y para cumplirla se necesita tener el Espíritu Santo de Dios morando en la mente!

El castigo implica la corrección. Y la corrección es un cambio de dirección; significa arrepentimiento, ¡el cual es dar media vuelta y seguir por el otro camino!

Ahora bien, antes de decirle a usted de estas profecías sensacionales, entienda bien porqué es necesario el castigo nacional, ¡y quién necesita tal corrección! Solamente la necesitan aquellos que están sembrando el mal, aquellos que están violando los caminos rectos de Dios, es decir, ¡Su ley! Aquellos, y solo ellos, los que están trayendo sobre sí mismos los males que resultan de la trasgresión.

Y también comprenda lo siguiente: aunque las naciones en general han de sufrir este castigo sin precedentes, aquellos individuos que se rindan y acepten la corrección de Dios sin el castigo ¡serán protegidos del mismo! ¡Nadie tiene que sufrir esta tribulación intensa!

Siete veces más plagas

Ahora veamos de nuevo lo que se determina en Levítico 26.

Después de retener la primogenitura nacional durante 2.520 años y otorgarla luego, después que Dios otorgó a nuestros pueblos un gran poderío nacional y tras haber quebrantado su orgullo a causa de la rebeldía nacional contra Su ley, después que nos haya castigado con sequías y epidemias sin precedentes, entonces si los británicos y estadounidenses persisten en sus caminos malos y continúan renuentes a arrepentirse y volver a Dios, entonces Él advierte: “Yo añadiré sobre vosotros siete veces más plagas según vuestros pecados”. Lea ese versículo en la versión Estándar Revisada: “Yo traeré más plagas sobre ustedes, siete veces más conforme a vuestros pecados” (versículo 21).

Lo que la gente no parece comprender es que el pecado trae sobre el pecador las consecuencias de su pecado, es decir, las plagas de sufrimiento. La Biblia define el pecado como la infracción de la ley de Dios (1 Juan 3:4), y la ley de Dios es espiritual (Romanos 7:14).

¡Entendamos esto! He dicho que el dinero no es la fuente de la felicidad; más bien sólo sirve para comprar cosas materiales o servicios. Pero la felicidad requiere de un componente espiritual, así como el físico, pues las cosas materiales por sí solas no pueden producir una felicidad completa. La ley de Dios es una ley espiritual; en otras palabras, es el camino a la paz, la felicidad y el bienestar abundantes. Es el camino que Dios ha provisto para que nos produzca la verdadera felicidad.

Y a la inversa, ¿no podemos ver que la trasgresión de ese camino produce infelicidad, dolor, sufrimiento, vacío, penas, temores, angustias y frustraciones? Todos estos males son causados por la infracción a la ley de Dios. El pecador realmente está plagado de estos males que él se acarrea sobre sí mismo.

Ahora estudie de nuevo el versículo 21 de Levítico 26. El castigo es corrección. Para enseñarnos la lección que fallamos en aprender por la experiencia, Dios va a enviar siete veces más plagas, más de las que ya hemos traído sobre nosotros por nuestros pecados, es decir, ese castigo será ¡siete veces más intenso que el que hemos traído sobre nosotros mismos!

O, como la Versión Autorizada dice: “siete veces más plagas sobre ustedes de acuerdo a vuestros pecados”. Un castigo de corrección, ¡siete veces más intenso!

De nuevo la esclavitud

Ahora fíjese en los versículos 23 al 25: “Y si con estas cosas no fuereis corregidos, sino que anduviereis conmigo en oposición, yo también procederé en contra de vosotros, y os heriré aún siete veces por vuestros pecados. Traeré sobre vosotros espada vengadora (…) y seréis entregados en mano del enemigo”.

¡Otra vez la esclavitud!

¡Entienda el significado real de esto! Nuestros pecados han traído un castigo; este castigo nos lo hemos acarreado, y si aún seguimos negándonos a aprender la lección y a ser corregidos por nuestro propio bien, Dios dice: “… os heriré aún siete veces”. Hemos traído sobre nosotros las consecuencias del pecado; ahora Dios mismo nos enviará un castigo siete veces más intenso, ¡un castigo que es de corrección!

Ahora continúe leyendo hasta el versículo 33: “Si aun con esto no me oyereis, sino que procediereis conmigo en oposición, yo procederé en contra de vosotros con ira [las últimas siete plagas de Apocalipsis 15:1], y os castigaré [yo mismo, dice la vkj] aún siete veces por vuestros pecados (…) haré desiertas vuestras ciudades (…) y a vosotros os esparciré entre las naciones…”.

¡Dios va a multiplicar el castigo (la corrección) sobre nuestros pueblos hasta que se tornen de los malos caminos y adopten los senderos que llevan a la paz, la felicidad, la prosperidad y todas las cosas buenas!

¡Qué inconcebible! Nuestro Hacedor tendrá que forzar a nuestros pueblos a ser felices, a tener paz, a poder disfrutar de la prosperidad, a someterse, a aceptar (por nuestra propia voluntad) ¡una vida eterna en bienestar, abundancia y gozo por toda la eternidad!

Parece increíble que la naturaleza humana, deseando estas bendiciones, se haya empeñado tercamente en ir por un camino que se las niega y, en su lugar, conduce al castigo (a la corrección); y que luego se niegue a aceptar ser corregido, ¡hasta que la intensidad se multiplique siete veces! ¡Sí, siete veces, y en tres ocasiones sucesivas!

Cuán grandioso es nuestro Dios y cuánto amor manifiesta por nuestros pueblos al tolerarlos y corregirlos pacientemente, ¡hasta que aceptemos sus infinitas bendiciones!

Chapter 14: Lo que está profetizado que les sucederá ahora a Estados Unidos y Gran Bretaña

Así como Dios nos ha prodigado bendiciones materiales, como nunca antes en la historia nación alguna recibió, ahora Él va a traer sobre nosotros corrección con el fin de que podamos gozar tales bendiciones. ¡Dios traerá sobre nuestros pueblos desastres nacionales como nunca antes hayan golpeado a una nación! ¡Muchas profecías así lo describen!

La pasmosa profecía de Miqueas

En Miqueas 5:7-15 encontramos una profecía fantástica, detallada y muy específica, que nos muestra una importante prueba adicional de la identidad de Israel moderna. Esta profecía habla muy específicamente, acerca del “remanente” de Israel (Israel moderna actual), dondequiera que esté; también describe su riqueza y su predominio entre las naciones, y en seguida ¡la venidera caída de los pueblos de Estados Unidos y Gran Bretaña detalladamente!

Observe: “El remanente de Jacob será en medio de muchos pueblos [naciones] como el rocío de [el Eterno], como las lluvias sobre la hierba, las cuales no esperan a varón, ni aguardan a hijos de hombres” (versículo 7). Recordemos que el rocío y las lluvias son absolutamente esenciales para la productividad agrícola y que son símbolo de la bendición y la prosperidad nacional, provenientes de Dios.

“Asimismo el remanente de Jacob será entre las naciones, en medio de muchos pueblos, como el león entre las bestias de la selva, como el cachorro del león entre las manadas de las ovejas, el cual si pasare, y hollare, y arrebatare, no hay quien escape” (versículo 8).

Reitero, este lenguaje simbólico describe a la última generación de Israel como una gran potencia, como un león entre las demás naciones de la Tierra.

“Tu mano se alzará sobre tus enemigos, y todos tus adversarios serán destruidos” (versículo 9). Efectivamente, fueron destruidos a partir de 1803 cuando Dios derramó su bendición sobre Estados Unidos y Gran Bretaña, y durante las dos guerras mundiales hasta el momento decisivo de la guerra de Corea a finales de 1950.

Sin embargo, desde entonces, ¡sus bendiciones les están siendo quitadas!; desde ese tiempo ¡ni Estados Unidos ni Gran Bretaña han salido airosos de alguna escaramuza mayor!

Esta profecía muestra que mientras estábamos recibiendo las bendiciones de Dios, estábamos también siendo una tremenda bendición para otras naciones de la Tierra, porque son nuestros pueblos quienes una y otra vez han rescatado a las demás naciones del mundo, a través del Plan Marshall, el programa Punto Cuatro, la Alianza para el Progreso, las toneladas de trigo enviadas a la India y otros países donde se padecía hambre, etc. El Programa Hoover acumuló cantidades enormes de alimentos después de la Primera Guerra Mundial, ¡salvando a millones en otras naciones donde había escasez de alimentos!

En tiempos antiguos, José guardó trigo y alimentos y los compartió con otros. El José moderno también lo hizo. No obstante, somos tercos y rebeldes contra Dios y Su ley, a diferencia de nuestro antecesor José quien sirvió a Dios y lo obedeció de todo corazón.

Estos pueblos han sido como un “león” entre las demás naciones de la Tierra, ¡y ayudando a conservar la paz del mundo y la estabilidad de todo ser humano del planeta por medio de dos guerras mundiales!

Destrucción repentina

Más aun, esta detallada profecía también dice: “Acontecerá en aquel día, dice [el Eterno], que haré matar tus caballos” [“caballos de guerra”, según la versión Moffatt] (o sea tanques, buques, cohetes) “de en medio de ti, y haré destruir tus carros. Haré también destruir las ciudades [¿con bombas de hidrógeno?] de tu tierra, y arruinaré todas tus fortalezas” (Miqueas 5:10-11).

¡Dios dice que lo hará!, y es Él quien determina el desenlace de las guerras (Salmos 33:10-19).

¿Podría ser más claro? Dios está identificando aquí a las grandes naciones de la Tierra quienes son las que poseen más riqueza, bienestar y poder; pero precisamente cuando éste llega al máximo, de repente Él “quebranta” el orgullo de ese poder (ver Levítico 26:19), ¡y destruye sus medios bélicos y arrasa sus ciudades! ¿Por qué?

Porque, como continúa explicando el profeta, tenemos muchas “hechicerías” y muchos agoreros, es decir, falsos ministros que ¡se rehúsan a enseñar con autoridad los mandamientos y los caminos del Dios Viviente!

Por lo tanto, Dios nos va a castigar y destruir, (a menos que nos arrepintamos), antes de que esta gran destrucción venga sobre “las naciones que no obedecieron” (Miqueas 5:15), ¡lo cual tendrá lugar al final de esta era y a la Segunda venida de Jesucristo como Rey de reyes!

¡No hay ningún otro pueblo que encaje ni remotamente dentro de estas profecías! Mas Estados Unidos y la Mancomunidad Británica, ¡encajan de manera perfecta!

A medida que “el orgullo de nuestro poder” continua siendo quebrantado, a medida que Inglaterra sigue perdiendo sus puertas marítimas y posesiones alrededor del mundo, y Estados Unidos regala el control de la vital puerta marítima como lo es el Canal de Panamá, y mientras se deshacen sus reservas de oro y siguen en auge las inclemencias del clima, ¡esta profecía clave representa una enorme prueba de dónde están los países que hoy constituyen el “remanente” de Israel!

¡Castigo para todas las naciones!

Las advertencias proféticas de Dios nos dicen claramente que el castigo correctivo grandemente multiplicado en su intensidad, ¡caerá primeramente sobre Gran Bretaña y Estados Unidos, incluyendo a los pueblos de la Mancomunidad Británica!

Pero éstas no son las únicas naciones que sufrirán catástrofes con fines correctivos. ¡Dios es también Creador de todas las demás naciones! Él se preocupa por los pueblos y razas que hemos llamado “gentiles”. Ellos también son humanos. ¡Igualmente han sido creados a semejanza de Él, con el potencial de convertirse en seres con Su carácter o imagen espiritual! ¡Dios envió al apóstol Pablo a las naciones gentiles!

Toda la humanidad se ha rebelado contra Dios, ¡rechazando y despreciando Sus caminos! Nunca habrá paz en la Tierra sino hasta que todas las naciones se vuelvan a Dios, ¡sigan Sus caminos y se sometan a Su gobierno supremo!

La humanidad entera está atrapada hoy en un remolino veloz hacia una crisis que amenaza con destruir totalmente esta civilización actual, construida por el hombre e inspirada por Satanás.

Por medio de Jeremías, Dios dice: “Llegará el estruendo hasta el fin de la tierra, porque [el Eterno] tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda carne”. ¿Cómo? En este mismo instante, el programa El Mundo de Mañana está llevando Su suplica de paz alrededor de la Tierra, pero el mundo, excepto por algunos individuos esparcidos, no toma en cuenta esta clase de “suplica”. Las siguientes palabras nos dicen cómo es que Dios está a punto de suplicar: “…entregará los impíos a espada, dice [el Eterno] (…) He aquí que el mal irá de nación en nación, y grande tempestad se levantará de los fines de la tierra” (Jeremías 25:31-32).

Dios usará a una Europa fascista nazi para castigar a Gran Bretaña y Estados Unidos. Luego usará a las hordas comunistas para aplastar a la Europa Romana.

Estamos entrando en un tiempo de problemas para el mundo, ¡un absoluto caos mundial! Hay guerra, disputas, violencia en Asia, África, Sur América, lo mismo que en Europa y América del Norte. La explosión demográfica es una amenaza mundial para la existencia humana. ¡Crimen, violencia, enfermedades, desigualdad, pobreza, suciedad, escualidez, degeneración, sufrimiento; estos males infestan a todas las naciones!

¡Pero, como la salvación es dada primero a Israel, así también es el castigo correctivo!

Nuestra gran tribulación

Fíjese en la profecía de Jeremías:

“Porque así ha dicho [el Eterno]: Hemos oído voz de temblor; de espanto, y no de paz. Inquirid ahora, y mirad si el varón da a luz; porque he visto que todo hombre tenía las manos sobre sus lomos, como mujer que está de parto, y se han vuelto pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob” (Jeremías 30:5-7).

Recuerde que al dar la primogenitura a los dos hijos de José: Efraín y Manasés (Génesis 48:16), Jacob había dicho: “Sea perpetuado en ellos mi nombre” (en Efraín y Manases quienes en la actualidad son Gran Bretaña y Estados Unidos). Esto nos dice sobre quiénes caerán tan penosas calamidades (sobre Gran Bretaña y Estados Unidos).

Ahora bien, ¿cuándo han de ocurrir? No suponga que estas cosas se refieren a algo que ya le sucedió a la antigua Israel. ¡Lea con atención y vea cuándo se ha de cumplir la profecía!

Continúe en Jeremías 30:7 “… tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado” (una vez que haya aprendido SU lección). Continuando: “En aquel día, dice el Eterno de los ejércitos, yo quebraré su yugo de tu cuello [el yugo de esclavitud], y romperé tus coyundas, y extranjeros no lo volverán más a poner en servidumbre, sino que servirán a [el Eterno] su Dios y a David su rey, a quien yo les levantaré”. Esto habla de la resurrección de David, ¡a la segunda venida de Cristo!

El tiempo del cumplimiento, pues, será inmediatamente antes de la venida de Cristo; y Él liberará a nuestros pueblos tal como Moisés liberó al antiguo Israel de la esclavitud egipcia.

¡Jesús lo predijo!

Otras profecías también hablan de este mismo tiempo de calamidad nacional, el cual será peor de lo que haya ocurrido alguna vez en el pasado. En el Nuevo Testamento, la profecía esencial es la que dio Jesús en el Monte de los Olivos; registrada en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21.

Los apóstoles le habían preguntado a Jesús en privado cuándo sería Su segunda venida y cuándo sería el fin de este mundo y comenzaría el maravilloso mundo de mañana. Jesús les respondió que la señal que indicaría la inminencia de estas cosas sería la predicación de Su evangelio original del Reino de Dios en todo el mundo, como testimonio a todas las naciones (Mateo 24:14). Pero ¿qué más habría de ocurrir inmediatamente antes de Su llegada?

Jesús continuó: “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, no sería salvo; [nadie quedaría con vida]; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21-22).

Lo anterior describe un tiempo de angustia, o sea, tribulación como nunca lo ha habido en toda la historia ni lo habrá. Jeremías lo describió como “tiempo de angustia para Jacob”, tan terrible “que no hay otro semejante a él”.

Daniel también describió esta época, como la peor de toda la historia. Hablando de un momento en nuestro inmediato futuro, él predijo: “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe [arcángel] que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces” (Daniel 12:1).

Este es el mismo castigo intenso que azotará a Gran Bretaña y Estados Unidos. ¿Cuándo? Prosigamos: “… pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo [de la esclavitud angustiosa] todos los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra [los muertos] serán despertados, [la resurrección], unos para vida eterna…” (versículos 1-2).

El momento es inmediatamente antes de la resurrección de los justos, a la venida de Cristo. Así como Moisés sacó a los antiguos israelitas de la esclavitud en Egipto, así vendrá Cristo para liberar a la moderna Inglaterra y Estados Unidos de la esclavitud en Babilonia (ver Deuteronomio 18:5; Hechos 7:37; Jeremías 23:5-8), la cual es ya inminente.

Jeremías describe esto como un “yugo” sobre el cuello de nuestros pueblos. ¿De quién es este “yugo” de esclavitud? ¡Isaías nos lo dice!

El mensaje profético de Isaías 47 va dirigido a la hija de Babilonia (versículo 1). No se refiere a la Babilonia de épocas antiguas ni a la de Nabucodonosor que existió 600 años antes de Cristo, sino a una hija de esa Babilonia que ha de existir ahora, en nuestro siglo XX. En lenguaje profético una mujer o una hija representan una iglesia, un organismo religioso.

En esta profecía la “mujer” es una ramera voluptuosa y una “señora de reinos”, es decir una gran iglesia que reina sobre naciones. La misma Babilonia moderna aparece en el capítulo 17 del Apocalipsis, donde la vemos como una “gran ramera” que se sienta o gobierna sobre “muchas aguas”, lo cual es interpretado en el versículo 15 como “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas”. Su nombre es “un misterio, Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra” [Apocalipsis 17:5]. En otras palabras, esta es la religión de los misterios Babilónicos, la misma religión de la antigua Babilonia, pero engrandecida ahora y con dominio sobre muchas naciones de diversos idiomas.

Los reinos que gobernó fueron llamados “el Sacro Imperio Romano”, entre los años 554 y 1814 d.C, revivido brevemente por Mussolini pero que pronto resucitará por última vez como una unión político-militar de 10 reinos en Europa (Apocalipsis 17:8-14).

En tiempos de esta “gran ramera” sentada sobre la “bestia” político-militar, dichos reinos lucharán contra Cristo glorificado a Su segunda venida (Apocalipsis 17:14).

Ahora regresemos a Isaías 47, donde Dios le dice a esta señora de reinos: “Me enojé contra mi pueblo [Israel: Inglaterra, EE UU], profané mi heredad, y los entregué en tu mano [de tortura y esclavitud]; no les tuviste compasión; sobre el anciano agravaste mucho tu yugo” (versículo 6).

Ese yugo de esclavitud despiadada será impuesto sobre Estados Unidos y Gran Bretaña ¡por las naciones unidas de Europa! Ya ha comenzado con el Mercado Común Europeo, y con el recientemente implementado EMS (Sistema Monetario Europeo). Sus líderes hablan constantemente de la unión política, que implica también la militar. Hasta ahora no han podido lograr una unión política completa, pero será posible mediante los “buenos oficios” del Vaticano, que es el único símbolo de unidad al que pueden mirar. Ya dos papas han ofrecido sus “buenos oficios” para contribuir a tal fin.

Según las actuales indicaciones, la sede de esta nueva potencia mundial será en Europa Central, si bien la profecía no lo dice literalmente. Dicha potencia iniciará la tercera guerra mundial, ¡y en esta ocasión le será concedido ganar!

Muchos de los antiguos asirios emigraron rumbo al noroeste desde su antigua tierra al sur del mar Caspio y se asentaron en el centro de Europa, de la misma manera como la casa de Israel emigró de la tierra de su cautividad hasta el noroeste de Europa. Por lo tanto, ¡las profecías para nuestros tiempos que hablan de Asiria, se están refiriendo a Europa Central!

Así pues, ¡la historia se repetirá! Fueron los antiguos asirios quienes invadieron la casa de Israel y se la llevaron de Samaria a su propia tierra.

¿Y dónde se encuentran hoy, esos antiguos babilonios, los caldeos? Ellos emigraron al oeste y se asentaron en Italia. Su religión era la religión de los misterios Asirio-Babilónicos. ¡Va a ser una sorpresa impresionante, impactante, terrible cuando el mundo aprenda que Simón, el mago de Samaria en tiempo de los apóstoles originales, es el líder de la religión de los misterios babilónicos y tiene el título de Páter o Pedro, cuyo significado es Papa, él realmente se apropió del nombre de Cristo y el principio cristiano de la gracia, la cual él tornó en una licencia, para alejarse de la ley de Dios (Judas 4) y comenzó lo qué hoy es llamado como “Cristiandad”. ¡Cuán asombrado estará el mundo al descubrir que esa no es y nunca ha sido, el producto de la Iglesia de Dios, fundada por Jesucristo y Sus apóstoles!

¡Pronto este conocimiento estallará como una bomba en un mundo incrédulo! Las personas se asustarán al comprender ¡cómo han sido engañadas! Cuando el tiempo de Dios venga, ¡la “noticia-bomba” explotará!

¿Qué es la Gran Tribulación?

¡Ahora va quedando dolorosamente claro! La Gran Tribulación es el castigo correctivo multiplicado siete veces en su intensidad, la cual Dios enviará pronto a Gran Bretaña y Estados Unidos.

¡Observe unos breves extractos de la descripción del profeta Ezequiel!

“Una tercera parte de ti morirá de pestilencia y será consumida de hambre en medio de ti; y una tercera parte caerá a espada alrededor de ti; y una tercera parte [el resto] esparciré a todos los vientos [la esclavitud], y tras ellos desenvainaré espada. Y se cumplirá mi furor y saciaré en ellos mi enojo, [las últimas plagas] y tomaré satisfacción; y sabrán que yo [el Eterno] he hablado en mi celo, cuando cumpla en ellos mi enojo” (Ezequiel 5:12-13).

Luego añade: “Dondequiera que habitéis, serán desiertas las ciudades” (Ezequiel 6:6). ¡Esto nunca podría haber sucedido hasta la invención de la bomba de hidrógeno! Todas las ciudades serán desiertas “dondequiera que habitéis”.

Primero: sequía y hambre

Veamos lo que agrega el profeta Joel.

La profecía de Joel era para un futuro muy lejano (versículos 1-3 del primer capítulo). El profeta describió una plaga de langostas de distintos tipos que devorarán los frutos y las cosechas y que arrancarán la corteza de los árboles: “Asoló mi vid, y descortezó mi higuera; del todo la desnudó y derribó; sus ramas quedaron blancas” (Joel 1:7).

Luego seguirá una sequía devastadora: “El campo está asolado, se enlutó la tierra; porque el trigo fue destruido, se secó el mosto, se perdió el aceite (…) porque se perdió la mies del campo (…) todos los árboles del campo se secaron, por lo cual se extinguió el gozo de los hijos de los hombres” (versículos 10-12). Esto ocurrirá inmediatamente antes de las horrendas plagas del “día del Señor” (versículos 14-15).

La profecía continúa: “El grano se pudrió debajo de los terrones, los graneros fueron asolados, los alfolíes destruidos; porque se secó el trigo. ¡Cómo gimieron las bestias! ¡Cuán turbados anduvieron los hatos de los bueyes, porque no tuvieron pastos! También fueron asolados los rebaños de las ovejas. A ti, oh [Eterno], clamaré; porque fuego [el calor del sol] consumió los pastos del desierto, y llama abrasó todos los árboles del campo. Las bestias del campo bramarán también a ti, porque se secaron los arroyos de las aguas…” (Joel 1:17-20).

Luego: ¡La invasión militar y la derrota!

Siguiendo en orden cronológico, comenzando en el capítulo 2 de Joel se toca la alarma de guerra: “Tocad trompeta en Sion [alarma de guerra], y dad alarma en mi santo monte; tiemblen todos los moradores de la tierra, porque viene el día de [el Eterno], porque está cercano” (versículo 1).

“Por eso pues, ahora, dice [el Eterno], convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a [el Eterno] vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo” (versículos 12-13).

¡POR FIN! ¡El arrepentimiento en La Tribulación!

Una vez que Dios haya añadido estos castigos correctivos repetidos y multiplicados siete veces en intensidad a nuestros pueblos, cuando se les haya quitado su riqueza, prosperidad, su tierra, su primogenitura y todo lo que poseyeron y amaron, ¡entonces por fin ellos se humillarán y clamarán a Dios pidiendo misericordia y liberación!

Ahora mismo el mensaje de advertencia de Dios, de este, el más grande y espantoso problema de la historia, ¡está retumbando a través del programa El Mundo de Mañana en todas partes del mundo, como un testimonio! ¡Unos dos y medio millones de lectores lo leen en La Pura Verdad!

¡Nosotros también sabemos que en general, las personas no prestarán atención a la advertencia! Estamos agradecidos que Dios ponga en los corazones de unos pocos miles cada año el deseo de escuchar (hacer caso: para usar el lenguaje de la Versión Bíblica Autorizada) y tomar esto seriamente;

arrepentirse y venir a Dios a través de Jesucristo como Salvador.

Sí, son unos cuantos millares cada año, ¡millares que son inestimablemente preciosos! Pero no la gente en general. ¡Al menos no por ahora!

Sabemos muy bien que la verdadera cosecha de nuestra labor en la obra de dios, la cual prepara el camino para la venida de Cristo, ¡no se ha de ver hoy! Pero cuando estos pueblos pierdan todo lo que tienen, cuando estén esclavizados en tierras extrañas, cuando hayan recibido un trato cruel, despiadado, sean golpeados inmisericordemente, e incluso martirizados y asesinados, entonces millones de aquellos que permanezcan con vida clamaran a Dios, se arrepentirán, tornarán sus vidas hacia el camino de Dios. Es entonces cuando la verdadera cosecha de esta actual Obra de Dios se recogerá.

¡Entonces millones recordarán haber oído el verdadero mensaje de Cristo en el Mundo de Mañana, y haber leído esto en La Pura Verdad!

Entonces dirán: “¡Aquel sí era el mensaje verdadero, enviado por Dios!”. Muchos lo tomarán a la ligera ahora, tal como los antiguos israelitas cuando Dios les enviaba su mensaje por medio de Sus profetas. Pero cuando estas cosas se hagan realidad, cuando la gente vea que nadie más les advirtió, ¡entonces sabrán quienes son realmente los profetas falsos hoy día! ¡Entonces ellos sabrán cuál es la verdad de Dios!

¡Qué grande y lamentable tragedia es esto! Que cuando se den cuenta, ¡ya será demasiado tarde para preservar a los muchos de éste castigo repetido siete veces! Pero, para millones, no será demasiado tarde para su salvación, ¡para el don de Dios de la vida eterna!

¡Finalmente la conversión de millones!

¡Considere las profecías que hablan de esto mismo! Regrese por un momento a la profecía de Jeremías. El capítulo 30 de Jeremías, que ya cité, termina con estas palabras: “En el fin de los días entenderéis esto”. ¡Es una profecía para nuestros días, ahora!

Continúe leyendo en el capítulo 31:

“En aquel tiempo, dice [el Eterno], yo seré por Dios a todas las familias de Israel, y ellas me serán a mí por pueblo. Así ha dicho [el Eterno]: El pueblo que escapó de la espada [aquellos que aún estén vivos] halló gracia en el desierto, cuando Israel iba en busca de reposo”. O, como dice en la rsv, “…Cuando Israel buscó descanso, el Eterno estuvo lejos”. O, como en la traducción Moffatt: “…Aquellos que sobrevivan a la espada encontrarán gracia en el calabozo”. ¡Eso es, en la cautividad y en la esclavitud!

Y continúa: “Aún te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel; todavía serás adornada con tus panderos, y saldrás en alegres danzas. (…) Irán con lloro, más con misericordia los haré volver, y los haré volver junto a arroyos de aguas, por camino derecho [¡la ley de Dios!] en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito [poseedor del derecho de primogenitura]. Oíd palabra de [el Eterno], oh naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos, y decid: El que esparció a Israel lo reunirá y lo guardará, como el pastor a su rebaño” (Jeremías 31:4, 9-10).

Más tarde, Jeremías fue inspirado a escribir: “En aquellos días y en aquel tiempo, dice [el Eterno], vendrán los hijos de Israel, ellos y los hijos de Judá juntamente; e irán andando y llorando, y buscarán a [el Eterno] su Dios. Preguntarán por el camino de Sion, hacia donde volverán sus rostros, diciendo: Venid, y juntémonos a [el Eterno] con pacto eterno [el nuevo pacto] que jamás se ponga en olvido. Ovejas perdidas fueron mi pueblo; sus pastores [ministros que se dicen ser cristianos] las hicieron errar…” (Jeremías 50:4-6).

Y en el mismo capítulo agrega: “En aquellos días y en aquel tiempo, dice [el Eterno], la maldad de Israel será buscada, y no aparecerá; y los pecados de Judá, y no se hallarán; porque perdonaré a los que yo hubiere dejado [como remanente]” (versículo 20).

Oseas lo resume

El profeta Oseas hace un resumen de todo el tema de la rebelión de Israel contra los caminos justos; de cómo Dios los aparta de sí, se divorcia de ellos y les retiene la primogenitura durante 2.520 años; y luego la redención final de Israel después de sufrir tres veces el incremento de su castigo, cada una siete veces más intensa que la anterior.

¡Pero Oseas, también muestra una descripción muy concisa, directa y específica de la actitud nacional que tienen ahora Gran Bretaña y Estados Unidos!

Para representar esta historia de infidelidad, rechazo, retención de la bendición, la corrección extrema y finalmente el despertar de Israel, Dios le ordenó al profeta que se casara con una ramera, pues eso era Israel para Dios. Ésta le dio un hijo. Dios instruyó a Oseas que el hijo había de llamarse Jezreel, que significa “Dios dispersará”, porque Él dijo: “… haré cesar el reino de la casa de Israel… quebraré yo el arco de Israel en el valle de Jezreel” (Oseas 1:4-5). El reino, o sea, su gobierno cesaron, efectivamente, con el cautiverio en Asiria, 721 -718 a.C.

La esposa ramera de Oseas concibió otra vez y dio a luz una hija. Dios ordenó que se le pusiera por nombre Lo-ruhamá, esto es, “No compadecida”, “porque no me compadeceré más de la casa de Israel, sino que los quitaré del todo” (versículo 6).

Más tarde, esta esposa obscena tuvo otro hijo. “Y dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ammí [que significa “No pueblo mío”], porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios” (versículo 9).

Aún hallarán la verdadera riqueza

“Con todo”, prosigue el Eterno, “será el número de los hijos de Israel como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y en el lugar en donde les fue dicho: vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente. Y se congregarán los hijos de Judá [los judíos] y de Israel [las 10 tribus perdidas], y nombrarán un solo jefe, y subirán de la tierra [se esparcirán más allá de su tierra, según traducción de Moffatt]; porque el día de Jezreel será grande” (Oseas 1:10-11).

Allí, en pocas palabras, está representada la historia del trato de Dios con Israel. Hoy, el actual pueblo de Israel dice que no lo es, ¡que no es el pueblo de Dios! Ellos creen que los judíos, y solamente los judíos son Israel. Pero muy pronto, en la actualidad, ellos conocerán su identidad. Millares se enterarán por este libro, el mismo que usted está leyendo. ¡Más millones se enterarán cuando Cristo regrese!

En Oseas 2 Dios dice con respecto a nuestra posesión de las grandes riquezas de la primogenitura: “Y ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal. Por tanto, yo volveré y tomaré mi trigo a su tiempo, y mi vino a su sazón, y quitaré mi lana y mi lino que había dado para cubrir su desnudez [su pecado]” (versículos 8-9).

Pero finalmente, cuando la corrección sea muy intensa, ¡nuestros pueblos reconocerán sus transgresiones, se arrepentirán y buscarán a su Dios!

Pueblo de Dios, ¡por fin!

“En aquel tiempo, dice [el Eterno], me llamarás Ishi [“mi esposo”], y nunca más me llamarás Baalí [“mi Señor”]” (Oseas 2:16).

Este segundo capítulo termina diciendo: “… porque tendré misericordia de aquella que no obtuvo misericordia. Y al que dije que no era mi pueblo, le diré: Pueblo mío eres tú; y él dirá: Tú eres mi Dios” (versículo 23 vkj).

Luego viene el mensaje de Dios para nuestros pueblos hoy, ¡especialmente al pueblo británico!

“Oíd palabra de [el Eterno], hijos de Israel [¡la gente de Gran Bretaña y Estados Unidos!], porque [el Eterno] contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidios tras homicidio se suceden. Por lo cual se enlutará la tierra [de Estados Unidos y Gran Bretaña], y se extenuará todo morador de ella…” (Oseas 4:1-3).

A los actuales ministros de las iglesias de Gran Bretaña y Estados Unidos, Dios dice: “Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos. Conforme a su grandeza, así pecaron contra mí; también yo cambiaré su honra en afrenta” (versículos 6-7).

Hablando del castigo correctivo, cuya intensidad será multiplicada, Dios dice: “En su angustia me buscarán” (Oseas 5:15).

¡A la Gran Bretaña de hoy!

Hablando de Inglaterra en la actualidad, Dios dice: “Porque se ha encabritado Israel [Gran Bretaña] como novilla indómita, ¿ahora cómo puede [el Eterno] apacentarlos…?” (Oseas 4:16 traducción de Moffatt). Dios “apacienta” a Su pueblo actual con Su Palabra, Su evangelio del Reino de Dios, ¡Su advertencia de lo que pronto ha de venir! El gobierno británico prohibió, dentro de su territorio, los medios de transmisión radiofónica que pudieran ser aprovechados por los siervos de Dios ¡para proclamar el mensaje de Dios de esta hora al pueblo de esa nación!

¡Pero Dios estaba decidido a comunicarles Su mensaje a los británicos!

Así, en la primera semana de 1953 el mensaje de Dios comenzó a llegar a Inglaterra desde el continente europeo, ¡cuando nuestro programa El Mundo de Mañana empezó a transmitirse por las poderosas ondas de Radio Luxemburgo!

Cuando esa emisora dejó de servir, Dios levantó estaciones transmisoras colocadas en buques anclados justo fuera de la jurisdicción inglesa, y El Mundo de Mañana se escuchó con fuerza todos los días, proveniente de siete de estos buques. Eso no fue ilegal, no violaba ninguna ley humana, ¡pero se estaba proclamando fielmente la ley de Dios! Sin embargo, las autoridades británicas tildaron falsamente a los buques de “piratas”. No eran buques piratas; no estaban merodeando; no invadían ni saqueaban ni robaban; ¡no le hicieron mal a nadie!

¡Pero a la mayoría de los gobiernos del hombre les gustarían controlar lo que el pueblo escucha o no escucha! ¡Quieren controlar lo que piensan sus súbditos!

¡El gobierno inglés y la iglesia nacional de Inglaterra no veían inconveniente en legalizar esa perversión repugnante que es la homosexualidad! justificarían nefandos pecados, ¡pero no hay una puerta dentro del Reino Unido por donde se pueda transmitir el mensaje de Dios!

Sin embargo, Dios sí hizo que Su mensaje llegara a Gran Bretaña.

Dios lo dijo, ¡Dios lo hizo!

Dios ha dicho: “Porque no hará nada [el Eterno] el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). Y en el versículo anterior, declara: “¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no temerá el pueblo?” (vkj).

Dios dijo, en la Biblia, que haría llegar Su advertencia a Su pueblo Efraín: Gran Bretaña. Él predijo que, “Efraín será asolado en el día del castigo [y Gran Bretaña ahora se dirige rápidamente hacia esa desolación profetizada]; en las tribus de Israel hice conocer la verdad” (Oseas 5:9).

También dijo Dios, hablando de Inglaterra y de Estados Unidos: “Efraín se ha mezclado con los demás pueblos; Efraín fue torta no volteada [a medio hornear]. Devoraron extraños su fuerza, y él no lo supo; y aún canas le han cubierto, y él no lo supo. Y la soberbia de Israel testifica contra él en su cara; y no se volvieron a [el Eterno] su Dios, ni lo buscan con todo eso. Efraín fue como paloma incauta, sin entendimiento; llamarán a Egipto, acudirán a Asiria [Alemania]. Cuando fueren, tenderé sobre ellos mi red; les haré caer como aves del cielo; les castigaré conforme a lo que se ha anunciado en sus congregaciones”. ¡Conforme han escuchado en las emisiones de El Mundo de Mañana! (Oseas 7:8-12).

Sí, Dios dijo hace mucho tiempo que haría llegar la advertencia a Inglaterra, y lo hizo desde fuera de la jurisdicción inglesa. Dios movió milagrosamente las cosas para conseguir que Su mensaje resonara en toda Gran Bretaña.

¡Gran Bretaña ha sido advertida!

Y, el gobierno británico no tiene poder alguno para detener el castigo correctivo, de intensidad multiplicada, ¡que un Dios amoroso le va a enviar!

¡El propósito de Dios se cumplirá!

¡Ellos se darán cuenta!

¡Algún día la gente se despertará y se dará cuenta, que esta es la Obra de Dios!

De las iglesias en Inglaterra y sus miembros, Dios dice: “Efraín es dado a ídolos; ¡déjalo! Cuando se les pasa la embriaguez, se dan a la fornicación; enamorados de lo que es vergonzoso, no de mi gloria. El viento los envolverá en sus alas, y estarán avergonzados por sus sacrificios” (Oseas 4:17-19 traducción de Moffatt).

Luego añade: “Voy a volverme de ellos a mi lugar, hasta que reconozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán. Venid y volvamos al Eterno; porque él ha desgarrado, y él nos curará; él hirió, y él nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos levantará, y viviremos delante de él” (Oseas 5:15-6:2 traducción de Moffatt). La venidera Gran Tribulación probablemente durará unos 2 y 1/2 años; el “Día del Señor” alrededor de un año, ¡y luego será la resurrección y la segunda venida de Cristo!

El libro de Oseas, en su totalidad está enfocado en llevar un mensaje candente y una grave advertencia ¡para el pueblo británico hoy!

¡Usted puede escapar de tal castigo!

Dios nos advierte a través de la profecía que nuestros pecados están creciendo rápidamente. ¡Y ahora el día de hacer cuentas ya está aquí! La espada extranjera siempre nos ha atacado. ¡En esta era de temor atómico, la Tercera Guerra Mundial comenzará, sin advertencia, con devastación nuclear desatada sobre Londres, Birmingham, Manchester, Liverpool, Nueva York, Washington, Filadelfia, Detroit, Chicago, Pittsburgh! Que Dios ayude a nuestras naciones a despertar, ¡antes que sea demasiado tarde!

Si, ¡somos el pueblo de Israel escogido por Dios! ¡Piense acerca del significado de esto! Escogidos, pero no escogidos para prodigarnos favores mientras nos rebelamos contra Dios, sino escogidos para cumplir un servicio que no hemos hecho.

Deberíamos de alegrarnos enormemente al conocer nuestra verdadera identidad, y deberíamos arrepentirnos, o sea, volvernos a Dios, y apoyar esta cruzada por radio y por escrito para advertir a nuestro pueblo, y clamar a Dios de todo corazón y pedirle liberación.

El castigo aumentado siete veces en intensidad que pronto descenderá sobre los pueblos estadounidense y británico es simplemente ¡la profetizada gran tribulación! Será el más intenso castigo y tiempo de tribulación, ¡alguna vez sufrido por pueblo alguno!

Pero usted, lector, no tiene que sufrirlo.

Aquel castigo terriblemente severo es simplemente la corrección que nuestros pueblos han hecho necesaria para volverlos a andar por los caminos de vida que traen las deseadas bendiciones, en lugar de maldiciones espantosas. Es una corrección ¡para el bien de los pueblos!

Así como Dios vive, ¡este castigo no tardará! El presente libro ha dado la voz de advertencia ¡de parte de Dios y Su Palabra!

¿Harán caso Estados Unidos y las naciones de Gran Bretaña? Todavía podrían prevenir esta terrible catástrofe nacional, ¡si lo quisieran!

Pero si usted, que está leyendo esto, como individuo, está dispuesto a dejarse corregir voluntariamente antes que Dios suelte este severo golpe de horrible castigo… y si usted llega al verdadero arrepentimiento, comprendiendo cuán terriblemente errado ha estado usted; y si puede verse tal como usted es realmente: una persona rebelde, descarriada, que actúa mal; y si de hecho se somete al Dios Todopoderoso, que al mismo tiempo es Dios de amor y de compasión; y si usted le sigue a Él de manera incondicional, viniendo a Dios a través de Jesucristo viviente como su Salvador personal, entonces ¡las plagas no le tocarán! (Salmos 91:8-11), porque usted será considerado digno de escapar todas estas cosas horrendas, y de estar en pie delante de Cristo cuando Él regrese (Lucas 21:35-36).

Los que forman parte del verdadero cuerpo de Cristo serán llevados a un lugar de refugio hasta que pase esta Tribulación (Apocalipsis 3:10-11, que se aplica a aquellos fieles en la Obra de Dios que ahora va al mundo; Apocalipsis 12:14; Isaías 26:20).

Pero usted tiene que tomar su propia decisión; y no hacerlo es ¡tomar la decisión errada!

La mayor parte de las personas (eso… lo sabemos demasiado bien), tomarán con ligereza esta grave advertencia, la harán a un lado y pensarán en otras cosas de interés más inmediato, ¡pero de ninguna importancia en comparación! Por eso, precisamente, el Dios Todopoderoso, amoroso, justo y sabio, les quitará esas triviales cosas de interés y les aplicará una corrección tan intensa que por fin volverán en sí, y se convertirán a Él y a Su camino, ¡el cual les dará eterna felicidad y abundantes bendiciones!

Pero no es necesario que usted sufra esta intensa corrección, la cual será peor que cualquier cosa que el hombre haya experimentado jamás.

¡Bajo la dirección y la autoridad de Dios, he expuesto la verdad ante los lectores! ¡Hacer caso omiso de ella será mucho más trágico de lo que se pueda imaginar! Tomarla en serio traerá bendiciones, felicidad y gloria indescriptibles.

¡La decisión ahora es suya!

Apéndice por J. Tim Thompson

Desde 1980, las estadísticas que usó Herbert W. Armstrong para ilustrar la decadencia del poder de Israel han cambiado dramáticamente, añadiendo mayor impacto a la tesis del Sr. Armstrong. Abajo citamos párrafos de las páginas 154 a la 156, con las estadísticas actualizadas como siguen:

La producción petrolera mundial en 1950 fue de casi 3.800 millones de barriles, y más de la mitad (casi el 52%) de este petróleo era producido sólo por Estados Unidos. Y junto con la Mancomunidad Británica, producíamos el 60% del crudo (sin incluir las enormes inversiones en el exterior). Pero ya en 1966, año en que la Oficina Colonial de Londres cerró sus puertas, señalando la muerte oficial del Imperio Británico, ese 60% de toda la producción mundial de petróleo se había reducido a un 32%.

En 1997, la caída fue aún más evidente, cayendo la producción de petróleo en Estados Unidos a un 11,1% y la producción del Reino Unido cayendo a un 3,7% del petróleo global. En 1999, Estados Unidos se encontró a sí mismo en la peligrosa posición de depender de la producción extranjera para el 60% de su vital abastecimiento de petróleo.

Inglaterra y Estados Unidos llegaron a explotar 1 1/2 veces más carbón del que explotaban todos los demás países juntos, pero en 1966 su parte había caído a menos de un tercio de la producción mundial: ¡30,9%!

Para 1997, la producción de carbón en EE UU cayó a un 24,1% del total mundial y Gran Bretaña tenía tan agotados sus depósitos de carbón que en 1997 tuvo que importar 20 toneladas métricas de carbón mineral.

La Mancomunidad Británica y Estados Unidos producían en 1950 el 75% del acero del mundo, y en 1951 este último país produjo, él solo, casi el 60% (105.200.000 toneladas). También producíamos 1 y 1/3 más de hierro en lingote que todos los demás países juntos.

En 1966, este índice básico de riqueza se había reducido así: el 33,6% en la producción de acero y apenas el 17,8% del hierro en lingote.

La producción mundial de acero bruto en 1997 fue de 795 millones de toneladas, con EE UU produciendo sólo 98 millones de toneladas (12,4%) y Gran Bretaña produciendo 18 millones de toneladas (2,3%) del total mundial. La producción mundial de hierro en lingotes sumó 549 millones de toneladas en 1997. EE UU produjo 50 millones de toneladas de hierro en lingotes en 1997 o sea la ínfima porción del 9,1% de la producción mundial, mientras que la producción de Gran Bretaña ese mismo año había caído a sólo 13 millones de toneladas, o un 2,4% de la producción en el mundo.

Poseíamos casi el 95% del níquel del mundo (proveniente principalmente de Canadá), el 80% del aluminio y el 75% del zinc. ¿Pero dónde quedaron esas cifras para 1966? Apenas el 3,6% del níquel, el 40,2% del aluminio y el 12,4% del zinc.

De acuerdo al Estudio Geológico de EE UU en 1997, Estados Unidos y el Reino Unido contaban con el cero por ciento (nada) de la explotación de níquel del mundo; ninguna producción de níquel, aunque en 1996 EE UU había producido débilmente 1.330 toneladas métricas de níquel, o un 0,1% de la producción mundial. En 1997, EE UU contaba con el 16,8% de la producción de aluminio, y el Reino Unido producía sólo un 1,1%. La producción del mineral de zinc en Estados Unidos (principalmente de Alaska) cayó a un 8,5% del total mundial en 1997, y el Reino Unido ya ni siquiera aparecía como un país productor de zinc.

En 1950 la Mancomunidad Británica dominaba completamente la producción de cromita (desde África del Sur). Juntos Gran Bretaña y Estados Unidos producían dos tercios del caucho mundial y dominaban la producción de cobre, plomo, estaño, bauxita y otros metales preciosos. Pero ya en 1966 producíamos sólo el 2,3% de la cromita mundial, el 23,4% del cobre, el 9,9% del plomo, el 6,3% de la bauxita y nada de estaño.

En 1997, Estados Unidos y el Reino Unido no produjeron cromita, mientras que África del Sur (que ya no era parte del Imperio Británico) todavía dominaba la producción mundial con un 46,2% del total mundial. Gran Bretaña y Norteamérica ya no producen caucho, y el Estudio Geológico de EE UU de 1997 dijo que el 95% del caucho natural del mundo es producido en Asia, el 4% en África, y el 1% en Centro y Suramérica. Para 1997, la producción de cobre en Estados Unidos había disminuido a un 17% del abastecimiento mundial. Mientras que la explotación de plomo por parte de Estados Unidos aumentó desde 1993 a 1997 al 15,2% de la producción mundial; el estaño y la bauxita se mantuvieron por debajo del 1% del total mundial.

La Mancomunidad Británica producía las dos terceras partes del oro en el mundo, cerca de 266 millones de libras esterlinas ó 642 millones de dólares en 1950, mientras que las reservas de oro de Estados Unidos eran el triple de las de todo el resto del mundo. Pero llegado el año de 1966, las reservas de oro norteamericanas estaban tan agotadas que el dólar se vio seriamente amenazado.

A partir de 1997, EE UU extraía el 14,8% de la producción de oro del mundo. El Reino Unido no produce oro y debe comprar cada onza a fuentes extranjeras. En 1965 la Reserva Federal de Estados Unidos eliminó el respaldo del oro para sus obligaciones de depósitos. Esa engañosa manipulación abrió el camino para que el 15 de agosto de 1971 ocurriera la muerte del sistema monetario Breton Woods cuando el entonces presidente de EE UU, Richard Nixon, apartara a su país del estándar de oro y rehusara rembolsar en el exterior dólares por oro. Siguiendo las crisis petroleras de 1974 y 1979, el oro fue a un alza especulativa, llegando a un máximo de US$970 por onza en enero de 1980. A finales de la década de 1990, el oro cayó a su precio más bajo en 20 años, US$253,50 impulsando a los bancos centrales de muchos países a vender sus reservas de oro. Gran Bretaña, descrita en Oseas 7:11 como una “paloma incauta, sin entendimiento”, o sentido; vendió más de la mitad de sus reservas de oro en 1999 y, junto con el resto del mundo, preparó el terreno para la pérdida de confianza del sistema del papel moneda y un futuro colapso global del mismo.

En 1948 producíamos y utilizábamos las dos terceras [66%] partes de la energía eléctrica en el mundo: Estados Unidos con 283 mil millones de kilovatios-hora, y el Reino Unido y Canadá muy adelante de Rusia, Alemania y Francia juntas. ¡Pero en 1966 produjimos apenas el 20,1%!

En 1997, la producción mundial de electricidad fue de 26.061 billones de watts hora (llamado “Tera watt” hora, ó TWh), con Estados Unidos produciendo 3.159 TWh o cerca del 12% del consumo eléctrico mundial. El Reino Unido produjo 355 TWh, cerca de un 1,4% de la producción de electricidad mundial.

Gran Bretaña y Estados Unidos llegaron a poseer más de la mitad del tonelaje de flota mercante del mundo. Pero para 1966 esa cifra era sólo de un 32,5%.

De acuerdo al CIA World Factbook de 1998, en 1997 la flota mundial de 27.052 barcos mercantes sumaba 743.923.664 toneladas de peso muerto (DWT, por sus iniciales en inglés), del cual Gran Bretaña poseía una ínfima cantidad de 142 embarcaciones totalizando 2.224.715 DWT o aproximadamente un 0,3% de la flota mercante mundial. Ese mismo año, Estados Unidos poseía 286 barcos mercantes que sumaban 13.257.000 DWT o un 1,8% del tonelaje de la flota mercante mundial. Esas cifras revelan que en los 31 años desde 1966 a 1997, Gran Bretaña y Estados Unidos cayeron de un 32,5% a un mero 2,1% de la pertenencia de dicha flota. En 1996, aproximadamente un 97% del tonelaje de la carga que se transportó a, y de Estados Unidos fue acarreada por navíos de bandera extranjera. ¡Esa sorprendente estadística revela un PELIGRO real y actual para la economía de EE UU así como también para la seguridad nacional!

Las Islas Británicas construían más embarcaciones que cualquier país en el mundo. Pero en menos de dos décadas, dos o tres naciones gentiles ya habían dejado atrás a Gran Bretaña y Estados Unidos.

De acuerdo a Jane’s Merchant Ships, para 1996 el Reino Unido cayó al lugar 26 entre las naciones constructoras de navíos en el mundo, contando sólo con el 0,25% en las reservas de pedidos a nivel mundial. Cerca del 68% de todas las construcciones navales en 1996 fueron hechas por Japón y Corea del Sur, siendo esta última el máximo constructor en el mundo. EE UU perdió la preeminente posición que una vez tuvo en el mercado mundial y comercial de construcción de navíos y, como resultado, ¡no ha despachado un gran navío comercial de alta mar a algún cliente extranjero en más de 40 años!

En 1950, también poseíamos aproximadamente la mitad del kilometraje ferroviario del mundo; en 1966 nuestros ferrocarriles para transporte de carga eran sólo el 26% del total mundial.

En 1998 había en Estados Unidos 1.039 millones de toneladas de vías férreas, y en el Reino Unido, 120 millones de toneladas. Juntas esas naciones, transportan sólo el 15,8% de los envíos de carga por ferrocarril en el mundo, una pérdida de más del 10% desde 1966.

Como otro indicador de la decadencia del sistema de transporte por ferrocarril del Reino Unido, en 1998 los envíos por este medio de transporte dentro del Reino Unido sumaban sólo un 15% del total de movimientos internos de envíos de carga (el otro 85% de la porción del movimiento de carga era hecha por transporte terrestre), lo que resultó en la venta del sistema de carga por ferrocarril del Reino Unido a compradores extranjeros.

Hubo un momento en que Estados Unidos solo estaba fabricando el 73% de todos los automóviles; pero en 1966 fabricaba apenas el 44% (y añadiendo al Reino Unido, el 55%). Japón, Alemania, Francia e Italia han avanzado a pasos agigantados.

De acuerdo a Vital Signs 1999 por el Worldwatch Institute, la producción mundial total de automóviles de pasajeros en 1998 fue aproximadamente de 38 millones de vehículos. Europa, líder en la producción mundial, tenía un 33% de ese total. Asia produjo el 31% de los carros del mundo, y Norteamérica (EE UU, Canadá y México), ocupaban el tercer lugar con un 30% de la fabricación de vehículos.

Los “Tres Grandes” en EE UU (Chrysler, Ford y General Motors) contaban con sólo un 79% de la producción de Norteamérica en 1998. Fabricantes extranjeros con plantas de ensamble en Norteamérica (Honda, Toyota, Nissan, Subaru-Isuzu, Mazda, Mitsubishi, BMW y Mercedes Benz) produjeron cerca del 21% de los automóviles en 1998 en Norteamérica. Cuando la parte extranjera de la fabricación se le resta a la producción de automóviles de Norteamérica, esto revela un claro cuadro de lo que ha ocurrido durante los 32 años desde 1966 a 1998, que las compañías propias de Estados Unidos fabricaron sólo el 24% de la producción de automóviles del mundo en 1998. ¡Los índices se han invertido! Mientras que EE UU una vez produjo el 73% de los automóviles del mundo, para 1998 las fábricas de automóviles extranjeras contaban con el 76% de la producción global. Esto es un giro sorprendente.

Verdaderamente, como dice Deuteronomio 28:43: ¡”El extranjero que estará en medio de ti se elevará sobre ti muy alto, y tú descenderás muy abajo”!

FIN